Sue?os de Oriente
Lo que m¨¢s me gusta de Sivan son sus ojos. Cada vez que visito el restaurante de Jerusal¨¦n donde ella trabaja, me acompa?a la ardua tarea de determinar si es su color o su forma de mirar lo que me parece tan atractivo. Nunca consigo resolver mi dilema, forzado a mirar al suelo mientras ella resiste, impasible, a pesar de su corta edad, 22. Hace un a?o que Sivan termin¨® el servicio militar obligatorio israel¨ª, tras 24 meses cumpliendo con el Estado en el mismo lugar donde actualmente yo resido, la ciudad palestina de Ramala. Aunque con responsabilidades muy diferentes. Al finalizar, comenz¨® a trabajar de camarera con el ¨¢nimo de ahorrar lo suficiente para lo que los j¨®venes israel¨ªes denominan el viaje tras su paso por el Ej¨¦rcito: un a?o sab¨¢tico en cualquier lugar del mundo, lejos de Israel. A pesar de su fuerza cuando mira, Sivan muestra sus debilidades al afirmar que necesita salir de aqu¨ª, desconectar. Al igual que ella, sus compa?eras vistieron de verde o caqui. Y sus amigos, familiares, todos lo hicieron. Muchos ya volvieron de la pausa; Sivan quiz¨¢ tenga que posponer ese sue?o perseguido, renunciar tras emocionantes preparativos. Todo depende de su Gobierno, que estos d¨ªas debate la ampliaci¨®n de la operaci¨®n militar en L¨ªbano y Gaza, y como consecuencia la movilizaci¨®n de los reservistas, que son todos y todas los que terminaron el Ej¨¦rcito, empezando por los m¨¢s j¨®venes, que se unir¨¢n a los de entre 18 y 21 a?os que ya est¨¢n en el frente.
Los milicianos palestinos y de Hezbol¨¢ tienen la misma edad, aunque una vez muertos no los hace menos llorados el que su barba sea m¨¢s espesa. Y yo no puedo dejar de pensar en la cobard¨ªa de Olmert y Nasral¨¢, que env¨ªan a sus j¨®venes a morir porque "negociar es de perdedores". ?sos son los perdedores: los que mueren, no los que se piensan victoriosos por no dar su brazo a torcer. Y tampoco consigo evitar el sentimiento de culpabilidad por la pasividad de tantos dirigentes europeos, que hace que m¨¢s y m¨¢s miembros de una generaci¨®n mueran cada d¨ªa que el alto el fuego se retrasa. Ojal¨¢ Sivan, como tantos otros en Oriente Pr¨®ximo, pueda alg¨²n d¨ªa cambiar el viaje por unas simples vacaciones y el Kal¨¢shnikov por una raqueta de playa. Vete, Sivan, vete mientras puedas. Yo seguir¨¦ recordando el color de tus ojos. O tu mirada. Ambas.
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