Mitos e historia del pueblo jud¨ªo
El historiador jud¨ªo Yosef Yerusahlmi dice que Israel es un pueblo de mucha memoria y poca historia. Lo suyo no es contar las cosas tal y como sucedieron sino extraer de lo que tuvo o pudo tener lugar las ense?anzas oportunas para el presente. Por eso ¨¦l, un historiador de raza, se siente parte de una estirpe que acaba de nacer. Esa mirada anamn¨¦tica m¨¢s que hist¨®rica es la que normalmente proyectamos los dem¨¢s sobre el pueblo jud¨ªo. Conocemos su historia sagrada e ignoramos la historia profana.
Jes¨²s Moster¨ªn ha hecho un libro de historia, pero historia del pensamiento jud¨ªo. Eso significa que sabe distinguir entre mitos e historia y que intenta explicar racionalmente los acontecimientos. Hay un repaso a los grandes momentos hist¨®ricos de este pueblo, aunque sin detenerse demasiado en ellos pues lo que busca es el marco interpretativo del pensamiento jud¨ªo.
LOS JUD?OS. HISTORIA DEL PENSAMIENTO
Jes¨²s Moster¨ªn
Alianza. Madrid, 2006
305 p¨¢ginas. 7 euros
La cosecha que consigue no es escasa: por un lado, interpretaciones desmistificadoras ("los arque¨®logos de Tel Aviv consideran que los israelitas nunca estuvieron en Egipto y nunca atravesaron el desierto"); por otro, revisi¨®n de falsos t¨®picos (la Shoah ha transmitido la imagen del jud¨ªo que no lucha pero la historia demuestra que fue un pueblo tercamente luchador, rebelde e insumiso). Y, sobre todo, notificaci¨®n de la creatividad de este pueblo: aunque no inventa el monote¨ªsmo, sabe interpretarlo con una fecundidad asombrosa; inventan y ensayan los dos modelos posibles de organizaci¨®n pol¨ªtica, a saber, el nacionalismo y el cosmopolitismo. Si el nacionalismo es tierra y sangre, pensemos que la tierra de Israel es una tierra prometida y la prohibici¨®n divina de los matrimonios mixtos daba a la pureza de sangre un valor religioso. Pero tambi¨¦n est¨¢ la experiencia contraria, la de la di¨¢spora, que Moster¨ªn hace suya porque "los humanes son animales, no plantas; tienen patas, no ra¨ªces
... el futuro es de las di¨¢sporas. Y de ese futuro los jud¨ªos han sido los adelantados". Un laboratorio pues del nacionalismo m¨¢s extremo y del cosmopolitismo m¨¢s consecuente. La lista de contribuciones culturales a la humanidad es infinita. J¨¹rgen Habermas dice que no hay categor¨ªa relevante de Occidente que no tenga el sello de Israel.
Un libro pues de historia de las ideas jud¨ªas, pero sobre todo, un libro de autor. El sello Moster¨ªn es inconfundible. Primero, en el desparpajo. Habla de Spinoza sin disimular la admiraci¨®n, lo que no le impide esta coda a prop¨®sito del siempre venerado more geometrico con que el pulidor de lentes de Amsterdam construy¨® su Etica: "La parafernalia de definiciones formales, proposiciones, pruebas y escolios es m¨¢s pedante que precisa...
cuando prueba que hay una ¨²nica substancia infinita, nada queda probado". Luego, en la selecci¨®n de autores favoritos. Mima a Fil¨®n, Maim¨®nides, Spinoza o Einstein, "el jud¨ªo m¨¢s famoso del siglo XX sin duda". Tiene debilidad por los jud¨ªos que cultivan una religiosidad c¨®smica y se alejan del Dios personal, es decir, prefiere el pensamiento jud¨ªo en la medida en que deja de serlo. ?sta es la idea vertebradora de su reconstrucci¨®n del pensamiento jud¨ªo, expuesta con br¨ªo y gracia singular. Pero esa idea es todo menos evidente. ?Si lo valioso de estos pensadores es haber sido madrugadoramente "racionalistas", lo habr¨ªan conseguido sin su juda¨ªsmo?
Tomemos la idea de di¨¢spora que Moster¨ªn valora como embri¨®n de la universalidad y de un modelo de vida acorde con el hum¨¢n que tiene patas y no ra¨ªces. La elaboraci¨®n por los jud¨ªos de la categor¨ªa di¨¢spora es impensable sin la experiencia religiosa. Una vez creada la categor¨ªa puede uno permitirse considerarla aut¨®nomamente, pero si quiere entenderla bien dif¨ªcilmente lo conseguir¨¢ sin remitirse al origen. Spinoza es grande. Claro que si llama Etica a un libro que es de hecho una teor¨ªa del conocimiento es porque el marrano Spinoza est¨¢ manejando un concepto salv¨ªfico de conocimiento. Y eso le viene de su marranismo como bien ha mostrado Yirmihayu Yovel.
Evidentemente, todo libro es
un libro de autor, pero si tomo prestado del lenguaje cinematogr¨¢fico esta expresi¨®n -como se dice "cine de autor"- es para subrayar un principio que Moster¨ªn se?ala de entrada y con el que ejerce: "Yo expreso mis propias opiniones con libertad y contundencia". Logra una visi¨®n refrescante de una historia que se mueve con estereotipos. Moster¨ªn la escribe con sentido cr¨ªtico, gran empat¨ªa y, en algunos casos, con desconcertante arbitrariedad. Es muy libre de decir que Einstein es el jud¨ªo m¨¢s notable del siglo XX, pero poner en la lista de jud¨ªos ilustres a alg¨²n colega de Tel Aviv y no mencionar a Franz Rosenzweig o Walter Benjamin, parece excesivo. Otro tanto ocurre a prop¨®sito de Hermann Cohen: calificar de anacr¨®nica la obra p¨®stuma (La religi¨®n de la raz¨®n desde las fuentes del juda¨ªsmo) es harto discutible. Es la obra que posibilita la vuelta del pensamiento jud¨ªo en el siglo XX. Y no es una obra anacr¨®nica sino, como dir¨ªa Ernst Bloch, acontempor¨¢nea, es decir, una obra que da un paso atr¨¢s para tener mejor perspectiva del presente.
Estamos, como se ve, ante un libro provocador, escrito con cordialidad y admiraci¨®n por un pueblo que representa un porcentaje muy peque?o de la poblaci¨®n del mundo, pero re¨²ne el 26% de los premios Nobel de F¨ªsica. Moster¨ªn pone mucho de raz¨®n y no poca pasi¨®n en un tema apasionante.
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