La trinchera de Hezbol¨¢

Ayman Yusef es un granjero de Chebaa, un pueblo del sur de L¨ªbano de 10.000 habitantes, que advert¨ªa meses atr¨¢s sobre lo que aguardaba a los israel¨ªes que combatieran con Hezbol¨¢ (Partido de Dios). "No podr¨¢s ver a los milicianos. Eso es lo importante. Aunque pases tres semanas aqu¨ª, no los ver¨¢s. Pero has de saber que siempre est¨¢n listos para responder", comentaba Ayman antes de la guerra desatada el 12 de julio por la captura de dos uniformados hebreos en una base del ej¨¦rcito. Los militares del Batall¨®n 51 de la Brigada Golani, descritos como "los rottwailers de las Fuerzas Armadas", regresaban del campo de batalla de Bint Jebel, en el sur de L¨ªbano, hace tres semanas con la amargura dibujada en sus semblantes. Los que sonre¨ªan era por el alivio de dejar atr¨¢s el infierno. Una decena de sus camaradas hab¨ªan ca¨ªdo muertos. Y rescatar a los heridos hab¨ªa costado seis horas de feroces combates contra una guerrilla casi invisible que atacaba desde s¨®tanos y t¨²neles horadados en cualquier esquina, en cualquier camino. Contaban que aparec¨ªan por sorpresa en un paisaje plagado de peque?os pueblos y de edificios desperdigados por colinas pedregosas. Como ya sucediera a los marines de Estados Unidos en Vietnam, que ignoraron durante meses desde d¨®nde atacaba el Vietcong, hasta que descubrieron que los largos pasadizos subterr¨¢neos de Cu Chi, en plena jungla, desembocaban en el centro de sus bases.

Hezbol¨¢ ha preparado sigilosamente la guerra bajo tierra durante seis a?os, desde que el entonces jefe del Ejecutivo israel¨ª, Ehud Barak, decidiera la retirada de L¨ªbano. Algunos vecinos de las comunidades del norte de Israel y los militares druso-israel¨ªes que patrullaban la zona fronteriza s¨ª observaban movimientos sospechosos, camiones que iban a lugares en los que a nadie, aparentemente, se le hab¨ªa perdido nada. En la superficie, por el contrario, su presencia era apabullante en amplias zonas de L¨ªbano. Nada m¨¢s dejar a las espaldas el aeropuerto internacional de Beirut se alzaba un ligero oleaje de banderas amarillas diseminadas por doquier. Una veintena de kil¨®metros carretera abajo, a las puertas de la mediterr¨¢nea Sid¨®n, se transformaba en marejada. Y al sur de Tiro y en la inmensa mayor¨ªa de los pueblos pr¨®ximos a la frontera con Israel -no as¨ª en las escasas aldeas cristianas-, la marea amarilla era incontenible. Era el basti¨®n de Hezbol¨¢, el partido-milicia chi¨ª que ha sido capaz de asestar a Israel un golpe de tal calibre que ha desatado el recuerdo de pasajes tan tr¨¢gicos para el Estado jud¨ªo como la guerra de Yom Kipur de 1973. Eso s¨ª, es imposible detectar a uno de sus hombres armados, como es imposible no constatar en los rincones del L¨ªbano meridional la presencia de la red social de este movimiento islamista.

La guerrilla chi¨ª, cuya rama pol¨ªtica cuenta hoy con una docena de diputados en el Parlamento liban¨¦s, naci¨® despu¨¦s de la invasi¨®n israel¨ª de L¨ªbano, perge?ada en junio de 1982 por Ariel Sharon. Pretend¨ªa el ex general machacar a la entonces beligerante Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP) y situar en la presidencia del pa¨ªs a un l¨ªder de su agrado, el joven jefe de las milicias cristianas, Bashir Gemayel.

Los inspiradores de Hezbol¨¢ bebieron del ¨¦xito de la revoluci¨®n iran¨ª liderada por el ayatol¨¢ Ruhol¨¢ Jomeini, triunfante en 1979, y fue en su origen una amalgama de varios movimientos radicales: Yihad Isl¨¢mica, la Organizaci¨®n de los Oprimidos de la Tierra y la Organizaci¨®n de la Justicia Revolucionaria. Unos cientos de guardianes de la revoluci¨®n viajaron desde Teher¨¢n para impulsar un movimiento que adquiere ahora su m¨¢xima notoriedad. Aunque los milicianos chi¨ªes -Hezbol¨¢ siempre neg¨® su implicaci¨®n- ya se hicieron c¨¦lebres al perpetrar los atentados suicidas que en 1983 mataron de una tacada a 63 personas en la Embajada de Estados Unidos en Beirut, y despu¨¦s a 241 marines y a 58 soldados franceses en sus barracones. La marca chi¨ª en los ataques fue indiscutible, como lo fue la oleada de secuestros que mantuvo cautivos hasta siete a?os a varios occidentales en mazmorras del sur de L¨ªbano. Washington y Par¨ªs decidieron abandonar inmediatamente el pa¨ªs, y Siria tutel¨® L¨ªbano hasta que, en septiembre de 2004, la resoluci¨®n 1.559 de Naciones Unidas exigi¨® la retirada de las tropas de Damasco y el desarme de Hezbol¨¢. Lo primero se llev¨® a la pr¨¢ctica en abril de 2005. Que la milicia chi¨ª se convierta en un movimiento exclusivamente pol¨ªtico llevar¨¢ tiempo. No van a entregar sus misiles, sus cohetes antitanque y sus armas ligeras, y menos ahora que Francia y Estados Unidos han vuelto a ejercer toda su influencia en la pol¨ªtica libanesa.

Para aguantar la embestida israel¨ª cuentan con la ayuda de los reg¨ªmenes sirio e iran¨ª, que apoyan abiertamente a sus disciplinados aliados; un respaldo que se ha apreciado sobre el terreno con toda nitidez en el norte de Israel. Hezbol¨¢ no es Ham¨¢s, el movimiento fundamentalista palestino, que, aislado del mundo, cuenta con unos cohetes artesanales que en seis a?os han matado a ocho personas. Los Katiusha de la milicia chi¨ª son mucho m¨¢s potentes y de mayor alcance. Han tenido seis a?os sin la presi¨®n israel¨ª sobre el cogote para rearmarse y cavar sus escondites. En un solo d¨ªa, uno de sus proyectiles mat¨® a ocho trabajadores de la compa?¨ªa ferroviaria en Haifa y caus¨® severos da?os en un buque de la Armada israel¨ª. Han impactado en ciudades a 50 kil¨®metros al sur de la frontera entre Israel y L¨ªbano, han paralizado durante semanas la actividad econ¨®mica, han provocado el ¨¦xodo de decenas de miles de personas hacia el sur del pa¨ªs. Y Has¨¢n Nasral¨¢, jefe carism¨¢tico de Hezbol¨¢, venerado ahora en las calles del mundo musulm¨¢n -los l¨ªderes sun¨ªes observan con aprensi¨®n el auge de Hezbol¨¢ y su principal patr¨®n, Ir¨¢n-, no deja de advertir de que siempre podr¨¢ golpear en ciudades m¨¢s lejanas, que nadie en Israel debe sentirse a salvo.

Movimiento terrorista para Israel y Estados Unidos -la Uni¨®n Europea no lo ha incluido en su lista negra de organizaciones de ese signo-, el fanatismo religioso, el odio a lo que denominan "entidad sionista" y un escaso apego a la vida confieren a los dirigentes y guerrilleros de Hezbol¨¢ una determinaci¨®n inquebrantable. No hab¨ªa explotado a¨²n la violencia desatada por el ataque de Hezbol¨¢ a la base militar israel¨ª de Zarit y la captura de dos soldados jud¨ªos, cuando el portavoz de Hezbol¨¢, Husein Nabulsi, entraba en el hotel Meridien de Beirut visiblemente alegre. Los m¨¦dicos le acababan de confirmar que el tumor cerebral del que hab¨ªa sido operado no hab¨ªa dejado secuelas. Le queda vida, a sus 38 a?os, para comprobar si los acontecimientos se amoldan o no a sus designios. "El reloj avanza y nunca vuelve sobre sus pasos. Es nuestro tiempo. Si el mundo cree que estamos ante una nueva era de Estados Unidos e Israel en la regi¨®n, nosotros creemos que es lo contrario. Es el final de su era", afirm¨®.

Otros atributos se suman para hacer de esta milicia un enemigo al que Israel, en opini¨®n de infinidad de expertos, nunca podr¨¢ derrotar militarmente. Para los Gobiernos de Tel Aviv, una baja supone una cat¨¢strofe. Un uniformado cautivo o el cad¨¢ver de un soldado en manos de una milicia islamista es una pesadilla que les ha conducido a canjear miles de prisioneros por su rescate. Hezbol¨¢, y tambi¨¦n la organizaci¨®n palestina Ham¨¢s, lo ven con otros ojos. Cuentan con carne de ca?¨®n a mansalva, con cientos de milicianos que buscan el sacrificio. Se etiquetan como m¨¢rtires cuando perecen frente al enemigo. Es un honor toparse con la muerte.

Hezbol¨¢ es tambi¨¦n una idea arraigada en la poblaci¨®n chi¨ª libanesa, que apoya en masa a una organizaci¨®n que ha suplantado a un Estado ausente en el sur del pa¨ªs, especialmente su d¨¦bil ej¨¦rcito. Las encuestas recientes, despu¨¦s de que la aviaci¨®n israel¨ª haya devastado L¨ªbano, otorgan al partido-milicia islamista un respaldo popular masivo (96%) entre los chi¨ªes. Pero un 54% de los sun¨ªes y hasta un 40% de los cristianos tambi¨¦n lo apoyan. No tienen prisa los l¨ªderes de Hezbol¨¢. Y la demograf¨ªa juega a su favor. En los a?os cuarenta, una vez puesto el punto final a la colonizaci¨®n francesa, la mayor¨ªa de la poblaci¨®n profesaba alguna de las ramas del cristianismo. Hoy, dos tercios son musulmanes. Y entre ellos, los chi¨ªes, paulatinamente, se hacen predominantes gracias a su elevad¨ªsimo ¨ªndice de natalidad.

A simple vista, el sur de L¨ªbano era demasiado tranquilo. A la clandestinidad del brazo armado de Hezbol¨¢ se un¨ªa el hecho de que el ej¨¦rcito liban¨¦s no se desplegaba en esta regi¨®n. Los barbudos chi¨ªes lograron la expulsi¨®n de Israel y nadie les tos¨ªa en su feudo. El tr¨¢fico de veh¨ªculos era escaso; el aire, limpio, y el ritmo de vida, cansino. Pero los recordatorios de que ha sido siempre una zona caliente donde las haya eran insoslayables. En el castillo de Beaufort -construido por los romanos y utilizado por turcos, franceses, israel¨ªes?-, una estela recuerda a los 53 heridos y los 19 muertos durante la batalla para reconquistar la fortaleza en la pasada d¨¦cada. Desde la cima de las ruinas se ve el norte de Israel -"la Palestina ocupada", en el diccionario de Hezbol¨¢-. Su bandera amarilla ondea en lo alto junto a la verde de Amal, el segundo partido chi¨ª. A los pies del castillo serpentea el r¨ªo Litani, el antiguo l¨ªmite norte de la franja de 25 kil¨®metros en la que los israel¨ªes se asentaron en 1978 para contener entonces a las milicias palestinas. Desde los restos de la fortificaci¨®n, los israel¨ªes bombardeaban Nabatiye, la ciudad m¨¢s grande de la zona. Un paseo por esta ¨¢rea antes del conflicto mostraba una tranquilidad tensa. Un conductor recordaba, como advert¨ªa Ayman Yusef: "No vemos a los milicianos de Hezbol¨¢, pero ellos s¨ª nos ven".

Seg¨²n enfil¨¢bamos el coche hacia el sur, m¨¢s se?ales de que la calma era mera apariencia se iban presentando una tras otra. Junto a la carretera, las se?ales de peligro advert¨ªan del riesgo de abandonar la calzada; el peligro resid¨ªa y reside en los miles de minas a las que alude desde hace d¨ªas el primer ministro liban¨¦s, Fuad Siniora. Fueron sembradas por el ej¨¦rcito israel¨ª, que se niega a entregar los mapas para poder desactivarlas. En los m¨¢rgenes del camino florec¨ªan fotograf¨ªas de los m¨¢rtires, los h¨¦roes de los pueblos cercanos que atacaron el castillo. Sobre el fondo de las im¨¢genes, la c¨²pula dorada de la m¨¢s emblem¨¢tica de las mezquitas de Jerusal¨¦n, la Ciudad Santa que siempre est¨¢ presente en la simbolog¨ªa islamista.

Chebaa es un pueblo de mayor¨ªa sun¨ª, pero tambi¨¦n lo habitan algunos greco-ortodoxos: lo habitual en tantas localidades de L¨ªbano, donde conviven hasta 18 confesiones religiosas. El concejal Ali Daher era uno de los 14 propietarios de tierras en las granjas de este villorio. Hoy cultiva en otra peque?a parcela lejos de sus dominios. Era due?o de 70.000 metros cuadrados, pero desde comienzos de la d¨¦cada de los setenta no puede acudir a sus campos de olivos, cerezos y ma¨ªz. Israel ocupa las granjas. Un pu?ado de kil¨®metros cuadrados que L¨ªbano reclama para su soberan¨ªa, que Naciones Unidas ha establecido como territorio sirio y que Damasco no reivindica para mantener con las armas siempre dispuestas a Hezbol¨¢, permanentemente presta a hostigar al Estado jud¨ªo.

L¨ªbano es una pi?a en torno a la reclamaci¨®n de esta porci¨®n de tierra a los pies de la meseta del Gol¨¢n. "Aqu¨ª somos sun¨ªes, pero estamos con Hezbol¨¢. En el a?o 1982, Israel y sus aliados tomaron el control total de Chebaa. El ej¨¦rcito hebreo ha disparado sobre el pueblo, y encienden focos de gran potencia por las noches para asustar a la gente. Antes ten¨ªamos que pedir permiso incluso para ir a Nabatiye. Si Hezbol¨¢ no estuviera aqu¨ª, Israel har¨ªa lo que le viniera en gana. Es nuestra protecci¨®n, porque el ej¨¦rcito liban¨¦s no puede enfrentarse a Israel. La ¨²nica manera que tenemos de enfrentarnos es hacer la guerra de guerrillas. Adem¨¢s, reparten medicinas y libros de texto gratis sin hacer distinciones entre confesiones religiosas. Sin ellos no liberaremos L¨ªbano", explicaba Daher. Es otro de los secretos de Hezbol¨¢. Sus dispensarios, sus cl¨ªnicas y la distribuci¨®n de ayudas sociales les han ido granjeando simpat¨ªas entre tirios y troyanos.

Incluso el due?o cristiano del restaurante Big Room de Maryay¨²n, que prefiere ocultar su nombre, afirmaba: "Los chi¨ªes que no militan en Hezbol¨¢ o que no son demasiado creyentes vienen a Maryay¨²n a beber cerveza. Durante la ocupaci¨®n israel¨ª ganaba mucho m¨¢s dinero. Pero tengo que decir que no temo a Hezbol¨¢. Nunca me han hecho nada". Esta ciudad era la base del Ej¨¦rcito del Sur de L¨ªbano (ESL), una fuerza militar dirigida por el general cristiano Antoine Lahad que se hizo acreedora, por luchar codo con codo en alianza con el eterno enemigo, al odio m¨¢s visceral de los guerrilleros de Hezbol¨¢. Son los traidores de la pel¨ªcula. Cientos de soldados del ESL residen hoy en las ciudades y pueblos del Estado de Israel m¨¢s cercanos a la frontera con L¨ªbano. Antes de este nuevo conflicto, muchos deseaban retornar a sus casas. Era el caso de George, ahora empleado de un supermercado de Metula situado a dos centenares de metros de la verja fronteriza. "Hezbol¨¢ se tiene que ir al infierno. Yo soy de Qlaaia y quiero regresar, pero llegaron ellos y desde entonces s¨®lo han creado problemas". A la pregunta de a qu¨¦ se refiere con la llegada de los chi¨ªes, reconoc¨ªa: "S¨ª, claro que tambi¨¦n viv¨ªan en esta zona, pero ellos tienen 10 o 12 hijos y nosotros s¨®lo dos".

A cinco kil¨®metros al sur de Maryay¨²n, en el pueblo de Jiam, la presencia de las banderas de Hezbol¨¢ era a¨²n m¨¢s acentuada. En Jiam se erige una siniestra prisi¨®n de infausta memoria que ha servido de fermento para que el odio a Israel alcance cotas que rayan lo insuperable. El ej¨¦rcito israel¨ª encarcelaba entre sus muros a los resistentes libaneses. No hab¨ªa surgido a¨²n en el Estado sionista el debate que aparecer¨ªa a?os m¨¢s tarde sobre la llamada "presi¨®n f¨ªsica moderada", es decir, la tortura legalizada. Ahmed al Amin, que sufri¨® cinco a?os de reclusi¨®n en este presidio, hac¨ªa de gu¨ªa. "Ese espacio de tres por cinco metros de superficie", relataba, "era el que se dejaba a las mujeres para que vieran el sol 10 minutos cada 10 d¨ªas. Hab¨ªa celdas colectivas e individuales, algunas de dos metros cuadrados, que se empleaban para el confinamiento, y no hab¨ªa saneamientos".

A los m¨¢s combativos o desobedientes les aguardaba algo peor. "En ese cub¨ªculo de hierro, de metro y medio de alto por uno de ancho, se met¨ªa al prisionero, y los soldados golpeaban con fuerza con sus fusiles sobre el metal. El ruido era insoportable. Al¨ª Abdal¨¢ Hamza y Husein Ali Fayad murieron colgados de unos palos despu¨¦s de estar atados boca abajo de uno a tres d¨ªas. A tres prisioneros los trasladaron a Israel y all¨ª llevan ya 28 a?os", cuenta de carrerilla Al Amin.

A la Cruz Roja s¨®lo se le permiti¨® visitar a partir de 1995 la c¨¢rcel, adornada ahora con telas dibujadas por ni?os -milicianos, armas, batallas- que advierten de la inmensa dificultad para que alg¨²n d¨ªa pueda haber entendimiento con el pa¨ªs vecino del sur. Una pintada reza: "Todos los jud¨ªos deben morir".

Hace s¨®lo unos d¨ªas, desde el kibutz de Menara, a metros de la linde fronteriza y de un puesto de observaci¨®n de Naciones Unidas, se observaban las columnas de humo en Bint Jebel, la llamada capital de la liberaci¨®n. En esta ciudad de 30.000 habitantes celebraron, en mayo de 2000, Hasan Nasral¨¢, el jeque que encabeza Hezbol¨¢ desde 1992, y sus leales la victoria contra los uniformados israel¨ªes despu¨¦s de 22 a?os de ocupaci¨®n. Los soldados hebreos han vuelto para pelear y frenar el lanzamiento de los cohetes Katiusha sobre el norte del Estado sionista. Se ve¨ªan tambi¨¦n muy cerca las aldeas de Meis el Jabal, Hula y Chaqra. Ni un alma por las calles. Ni una bandera amarilla con el pu?o alzando el fusil dibujado en color verde. Nada que ver con el panorama previo al conflicto.

Porque los pueblos lim¨ªtrofes, a lo largo de un centenar de kil¨®metros desde el Mediterr¨¢neo hasta el norte del "Dedo de la Galilea" israel¨ª, fueron desde el a?o 2000 hasta hace un mes un ampl¨ªsimo muestrario de la imagener¨ªa de la milicia islamista chi¨ª. Salvo en las aldeas cristianas maronitas de Rmaich y en Aalma Ech Chaab, donde los fieles abarrotan las iglesias y escuchan misa desde el exterior del templo, en la misma carretera. Huchas para recaudar fondos en la Puerta de F¨¢tima, en Kefar Kila, lugar por el que abandon¨® suelo liban¨¦s el ¨²ltimo soldado ocupante; veh¨ªculos militares israel¨ªes abrasados y adornados ahora con retratos de un im¨¢n Jomeini que sostiene banderas de Hezbol¨¢ y carteles con proclamas que incitan al combate, e imitaciones de madera de cohetes Katiusha sobre los tejados y apuntando, c¨®mo no, a Israel. Las fotograf¨ªas de los muertos en ataques al invasor inundaban el paisaje en este basti¨®n de Hezbol¨¢, vaciado en gran medida de sus cientos de miles de habitantes.

La Cruz Roja visit¨® estos pueblos en plena refriega hace tres semanas y describi¨® una situaci¨®n dram¨¢tica. La poblaci¨®n se escond¨ªa en refugios improvisados desde las primeras jornadas de la guerra, los alimentos escaseaban, la falta de energ¨ªa el¨¦ctrica era total -el ministro de Justicia israel¨ª, Haim Ramon, no se explicaba por qu¨¦ en otras zonas de L¨ªbano a¨²n disfrutaban de corriente el¨¦ctrica, dando a entender que los bombardeos de las centrales deber¨ªan acabar el trabajo-, la carencia de alimentos y agua era alarmante, y los cad¨¢veres no hab¨ªan podido ser retirados de las calles. Gran parte de los residentes huyeron de esta regi¨®n que Israel desea convertir en zona libre de milicianos. Otros muchos no ten¨ªan ad¨®nde ir. Pero los fugados regresar¨¢n. No se sabe si para vivir en paz o para continuar guerreando. Depender¨¢ del desenlace de esta crisis en el campo de batalla y en los despachos de los gobernantes en Beirut, Jerusal¨¦n, Damasco, Teher¨¢n, Washington, Par¨ªs, Londres?

Es improbable que la soluci¨®n arribe sin que se satisfagan las condiciones que expone Husein Nabulsi, el portavoz de Hezbol¨¢ en Beirut: "Exigimos la liberaci¨®n de las granjas de Chebaa, la excarcelaci¨®n de los prisioneros libaneses y garant¨ªas de la comunidad internacional de que Israel no atacar¨¢ L¨ªbano. Si se dan estos tres requisitos no hay raz¨®n para mantener las armas". Sin embargo, a?ad¨ªa: "No contemplamos un acuerdo entre Israel y L¨ªbano o entre Israel y Siria en un futuro cercano. Tenemos m¨¢s de 30.000 hombres armados. Estados Unidos y Francia est¨¢n metiendo sus garras en Beirut, en la regi¨®n de Monte L¨ªbano y en el norte, pero no en el sur. Si vienen a desarmarnos nos convertiremos en m¨¢rtires, pero antes les cortaremos las manos". Los militares israel¨ªes han comprobado desde el pasado 12 de julio algo que no ignoraban tras su traum¨¢tica experiencia durante los 22 a?os de ocupaci¨®n, cuando m¨¢s de 400 soldados hebreos perecieron en suelo liban¨¦s.

El estallido de esta guerra plante¨® al Gobierno de Ehud Olmert un dilema diab¨®lico. Entrar por tierra con miles de soldados acarreaba bajas, y eso puede arruinar una carrera pol¨ªtica. S¨®lo con la aviaci¨®n, Hezbol¨¢ no ser¨¢ derrotada. ?Y c¨®mo cantar victoria si la milicia sigue siendo capaz de sacar el cuello? El avispero de L¨ªbano es un t¨²nel sin salida. Ya lo dijo Bashir Gemayel en junio de 1982, tres meses antes de ser elegido presidente y de fallecer despedazado en un atentado con explosivos: "L¨ªbano es f¨¢cil de comer, pero casi imposible de digerir".