Ramon Oller atrapa con su 'Butterfly' coreogr¨¢fica
El tel¨®n del escenario del Festival de Peralada (Alt Empord¨¤) se cerr¨® anteanoche lentamente al comp¨¢s de una melod¨ªa tradicional japonesa mientras en la retina del espectador quedaba fijada la ¨²ltima y sobrecogedora imagen de la versi¨®n coreogr¨¢fica que Ramon Oller ha creado de la ¨®pera de Puccini Madama Butterfly: Cio-Cio San muerta junto a un cerezo en flor del que gotea sangre. El p¨²blico estall¨® en un c¨¢lido aplauso. La emoci¨®n se palpaba.
Crear una coreograf¨ªa sobre la c¨¦lebre ¨®pera de Puccini no era empresa f¨¢cil, pero Oller ha salido airoso del desaf¨ªo al concebir un espect¨¢culo imaginativo en el que combina la belleza y fragilidad que emana de la historia con el toque kitsch y transgresor que le ha convertido en uno de los core¨®grafos espa?oles m¨¢s internacionales. Aqu¨ª, la fuerza de su baile contempor¨¢neo sobre fragmentos de la partitura de Puccini y m¨²sica tradicional japonesa se traduce en un gesto bello. Un baile enriquecido con aportaciones de danza butho y en¨¦rgicos movimientos de las artes marciales.
Todos los miembros de la compa?¨ªa de danza Metros ofrecieron una magn¨ªfica interpretaci¨®n, pero cabe destacar al bailar¨ªn canadiense de origen japon¨¦s Keith Morino interpretando a la geisha Cio-Cio San y a la bailarina francesa Sandrine Rouet en el doble papel del casamentero Goro y de conciencia de Cio-Cio San. Ambos artistas brindaron los mejores momentos de baile de todo el espect¨¢culo, de una hora y media de duraci¨®n.
Siguiendo la tradici¨®n del teatro cl¨¢sico japon¨¦s, Ramon Oller cede a un hombre el papel protagonista femenino. As¨ª, Morino se convierte en una fr¨¢gil y enamorada Butterfly, cuyo gesto y mirada despliegan todos los registros emocionales que requiere el personaje. Por su parte, Rouet brinda una interpretaci¨®n genial. Su cuerpo desnudo es un instrumento de gran expresividad y a su fuerte personalidad esc¨¦nica se suma su depurada t¨¦cnica. El gesto no admite dudas, es contundente e inquisidor. Siempre presente en el escenario, es el recordatorio para Cio-Cio San, que ha traicionado a los suyos y sus costumbres. Su paso a dos con Morino ensombrece el que ¨¦ste baila con Pinkerton -el enamorado de Butterfly-, personaje masculino interpretado por una mujer, Susana Garc¨ªa. Es tambi¨¦n otra mujer, Joana Ra?¨¦, la que interpreta al c¨®nsul estadounidense Sharpless. Ambos personajes precisan de mayor dimensi¨®n dram¨¢tica. Al primero le falta cinismo y al segundo contundencia. El hecho de que tambi¨¦n sean hombres los que interpretan a las amigas de Butterfly desconcierta, pues el trabajo coral pasa del histrionismo a la austeridad en cuesti¨®n de minutos.
Esta versi¨®n coreogr¨¢fica de Madama Butterfly es un espect¨¢culo de contrastes. As¨ª, la serenidad de la vivienda de la protagonista choca con la visi¨®n del mundo estadounidense de la d¨¦cada de 1970. Un p¨®ster de Marilyn Monroe, un sof¨¢ de estilo pop o ver a Sharpless en una silla de ¨¢rbitro de tenis comer una hamburguesa como met¨¢fora del sue?o americano puede desconcertar, pero a la vez subyuga a quien busca emociones.
Menci¨®n especial merece la escenograf¨ªa de Joan Jorba. La forma como representa, a trav¨¦s de taburetes, los puentes que unen las casas japonesas, que luego se convierten en cuna, es de una gran imaginaci¨®n. Acertado tambi¨¦n el vestuario de Merc¨¨ Paloma.
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