De Sagarras, c¨®cteles y rumbas
?Los c¨®cteles son una frivolidad? La pregunta podr¨ªa animar un apasionado debate televisivo en el que los espectadores podr¨ªan participar enviando SMS iracundos a favor y en contra del enunciado. Y, sin embargo, describir¨ªa muchas de las reacciones que despertaron los c¨®cteles cuando se popularizaron. Esnobismo, amaneramiento, traici¨®n, los matices de repulsa fueron variados. Suele ocurrir con las modas, pero cuando lo pasajero se transforma en costumbre y la costumbre en arte, el esc¨¢ndalo se apacigua. Estemos en contra o a favor, el c¨®ctel se ha impuesto hasta el extremo de popularizar esos locales que tan de moda se pusieron hace un par de d¨¦cadas llamados cocteler¨ªas. Tambi¨¦n es cierto que, en ocasiones, lo de cocteler¨ªa era un simple eufemismo de barra americana y cuando alg¨²n despistado amante de las mezclas sofisticadas entraba a pedir un, pongamos, Gimlet, lo m¨¢s parecido que le ofrec¨ªan era un cubata con derecho a palique con una rubia a un escote pegado.
A algunos les produce cierta incomodidad ver c¨®mo un elegant¨ªsimo camarero, adulto y padre de familia, procede a agitar la coctelera. Pese a su estudiada eficacia, la postura es bastante c¨®mica y contrasta con la solemne elegancia de los locales especializados en este tipo de alquimias. Luego, cuando los pruebas, los c¨®cteles saben a gloria, pero hay quien opina que toda la gimnasia preparatoria deber¨ªa mantenerse lejos del cliente. Otros, en cambio, esgrimen cr¨ªticas a la totalidad. El 4 de julio de 1935, el genial Josep Maria de Sagarra (dramaturgo, poeta, novelista, articulista) escribi¨® un art¨ªculo titulado C¨®ctel en el que argumentaba as¨ª su feroz antipat¨ªa: "De todas las americanizaciones, la afici¨®n al c¨®ctel es la m¨¢s idiota, la m¨¢s inhumana. En pa¨ªses en los que la naturaleza y la industria han logrado embotellar l¨ªquidos tan imponentes que exigen ser ingeridos sin trampa y con el mayor respeto, resultan aut¨¦nticos insultos estas copitas heladas con pielecitas de lim¨®n, aceitunas, guinditas, fragmentos de materia espolvoreada o de mu?eca de celuloide, dentro de las cuales los l¨ªquidos buenos se mezclan con los malos y acaban ofendi¨¦ndose los unos a los otros y produciendo un sabor sin categor¨ªa ni filiaci¨®n, un sabor que parece proceder del enorme hospicio de las cosas est¨¢ndares". En 1968, el hijo de Josep Maria de Sagarra, Joan, empez¨® a publicar en la prensa de Barcelona unos art¨ªculos informales, cultos y sarc¨¢sticos que todav¨ªa son referencia en el g¨¦nero. Los llam¨® Rumbas, un nombre agitanado y catal¨¢n que ten¨ªa la virtud de bautizar un tesoro musical aut¨®ctono-universal y, al mismo tiempo, un c¨®ctel inventado por el propio Joan, hijo de quien tanto critic¨® los c¨®cteles. No se trataba, intuyo, de matar al padre sino de brindar a su salud desde una sana discrepancia.
C¨®ctel del d¨ªa: Guruceta (mezcla inventada en un art¨ªculo de Joan de Sagarra): hielo triturado, zumo de lim¨®n, az¨²car y soda. Agitar bien y a?adir un pito. Salut! (?Salud!, en catal¨¢n).
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