Dr¨¢cula, rayos y truenos, en Brooklyn
Dr¨¢cula hizo su aparici¨®n estelar en Prospect Park, en Brooklyn. Se trata de uno de los parques de Nueva York donde en las t¨®rridas noches de verano se proyectan pel¨ªculas gratis ante cientos de personas que se tumban sobre el c¨¦sped a disfrutar del cine y los picnics. Inmortalizado por Bela Lugosi, Dr¨¢cula aparec¨ªa en pantalla acompa?ado en directo por el Kronos Quartet y la m¨²sica de Philip Glass, autor de una banda sonora inconfundiblemente suya.
La primera imagen del legendario vampiro lleg¨®, en sublime sincron¨ªa, acompa?ada por rayos y truenos reales: una tormenta amenazaba con abortar la proyecci¨®n antes de tiempo. El p¨²blico, extasiado ante un momento tan cinematogr¨¢fico, improvisado y fuera del gui¨®n, se puso en pie y aplaudi¨®. La inesperada conjunci¨®n entre el cielo, el vampiro y el m¨²sico se lo merec¨ªan. Y cuando 20 minutos m¨¢s tarde comenz¨® a llover y hubo que suspender la pel¨ªcula, poco importaba: en el metro, empapados, los asistentes a¨²n comentaban la suerte que hab¨ªan tenido de haber sido testigos de un momento "tan neoyorquino".
Los asistentes comentaban la suerte de haber sido testigos de un momento 'tan neoyorquino'
No es habitual que los desconocidos se hablen en el metro, esa instituci¨®n marcada en los sesenta por la inseguridad y las pintadas y por la que diariamente pasan ahora sin miedo dos millones de ciudadanos. Pero en verano es imposible no entablar conversaci¨®n, aunque s¨®lo sea para quejarse de las ratas -s¨ª, han le¨ªdo bien, ratas-, con las que es obligado compartir acera en agosto, o del calor venenoso que caldea los andenes. La paradoja es que en el interior de los trenes y en los autobuses, el fr¨ªo es criminal. Y si uno se atreve a suplicarle a un conductor que suba la temperatura, los pasajeros son capaces de amotinarse. "Para eso estamos en Irak, para tener petr¨®leo con el que pagar el aire acondicionado". Esta frase provoc¨® recientemente una discusi¨®n en un vag¨®n que se extendi¨® hasta el infinito. Junto al i-pod, el aire acondicionado es objeto de culto en Nueva York. Y seg¨²n algunos "bien vale una guerra", aunque todos recen para que su uso excesivo no provoque un apag¨®n como el de 2003.
Pero lo que ocurra en el mundo influye poco en el frenes¨ª ocioso del neoyorquino. Se puede ir en metro hasta playas como Rockaway Beach, cantada por Los Ramones, o a Coney Island, inmortalizada en la pel¨ªcula The Warriors. Pero tambi¨¦n hay playas urbanas, como la que re¨²ne cada s¨¢bado a cientos de personas en el patio del modern¨ªsimo museo PS1, donde pinchan los mejores DJ de EE UU. Igualmente se puede ver a Shakespeare en Central Park, o a Manu Chao o a la core¨®grafa Martha Graham. Pero para eso hay que estar dispuesto a derretirse en las aceras, a congelarse en museos y restaurantes y a recordar que hace cinco a?os Nueva York y el mundo eran diferentes.
La herida del 11-S sigue ah¨ª, al menos f¨ªsicamente. El solar dejado por las Torres Gemelas apenas ha cambiado. La herida ps¨ªquica parece enterrada, al menos en el inconsciente colectivo. El rito del carpe d¨ªem es lo que preside la vida de esta ciudad. S¨®lo la prensa y la proximidad del estreno de la pel¨ªcula de Oliver Stone World Trade Center anuncian que el quinto aniversario est¨¢ cerca. Pero en Nueva York no impera la nostalgia. Y mientras los ojos del mundo se preparan para volver a mirar hacia aqu¨ª, los neoyorquinos tratan de disfrutar de sus peque?os momentos, tan new yorkers.
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