N¨ªsperos de Callosa d'En Sarri¨¤
Si no sabemos de d¨®nde venimos, ?c¨®mo vamos a intuir nuestro futuro? ?ad¨®nde iremos a parar?
Por eso, para tratar de los n¨ªsperos, sus virtudes y defectos, sus posibilidades, no hay como conocer sus or¨ªgenes y qui¨¦nes fueron sus padres y hermanos, qu¨¦ climas les cautivaban y cu¨¢les aguas les hac¨ªan medrar; si se sustentaban por el sol o por la sombra, o de ambos por igual, y de esta manera llegaremos al convencimiento de su salubridad y sabrosura, o de su desustanciada virtud.
Y nos dice el sabio Cayo Plinio: "Cosa muy conforme a raz¨®n ser¨¢ juntemos con la historia de las manzanas y las peras tambi¨¦n la de los n¨ªsperos y serbas. Hay pues, de ¨¦stos, tres g¨¦neros: anthed¨®n, setanio y g¨¢llico, el cual es desemejante a su g¨¦nero, aunque menos el anthed¨®n. El shetamo es de mayor fruto, m¨¢s blanco y de m¨¢s blanda pepita. Los dem¨¢s tienen menos fruto aunque m¨¢s oloroso y conservable. Su ¨¢rbol es de los muy grandes, sus hojas se paran, primero que se caigan, bermexas. Sus ra¨ªces son muchas y hondas, y por tanto muy dif¨ªciles de arrancar. Y no hab¨ªa este ¨¢rbol en tiempo de Cat¨®n".
Convengamos en que Plinio era un sabio, y que se sab¨ªa unos frutos que hoy nos hacen palidecer solo con o¨ªr el nombre; pero por esto mismo, si ¨¦l dice que el n¨ªspero es hermano de la pera y la manzana, y a¨²n de las moras silvestres -que llama con tan curiosos apellidos-, verdad ser¨¢, y a esa experiencia deben remitirse para cuidarlos en Callosa d'En Sarri¨¢, aplicando en su favor lo prescrito a tan conocidos frutales.
Desembarcados en Sagunto en 1812, su cultivo fue creciendo hacia el sur, encontrando los n¨ªsperos, en Callosa, el terreno y clima propicios, y los habitantes de aquella, su futura forma de vida. Expuestos al sol o cubiertos de unas redes que los protegen de los insaciables p¨¢jaros, sirven para comer crudos -con la peculiaridad de ser el primero de los frutos con hueso en madurar- y para hacer con ellos las m¨¢s incre¨ªbles variedades gastron¨®micas: en alm¨ªbar, en n¨¦ctar, como zumo, cremogenados, o sea, en su pulpa, concentrados, como esencias, mermeladas y licores.
Y todo porque, como sucede con la manzana, la pera y las serbas, sus carnes concentran, en alguna proporci¨®n, el az¨²car que nos empalaga y el ¨¢cido que nos excita las papilas y el paladar.
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