Es cuento largo
Tras el revuelo causado por su confesi¨®n, Grass repet¨ªa que el contenido de esa confesi¨®n se refer¨ªa a algo que hab¨ªa hecho un adolescente de 15 a?os, alistado en un ej¨¦rcito que hac¨ªa acopio de cualquier fuerza; y repet¨ªa el autor de Es cuento largo que ese muchacho jam¨¢s dispar¨® el arma que le confiaron. "Que lean mi libro", nos dec¨ªa desde Dinamarca, donde desde hace a?os se a¨ªsla del mundo para pintar.
?l dec¨ªa que esa culpa le pesaba "como una ignominia"; la prensa internacional, algunos colegas suyos y pol¨ªticos que parecen nimbados por la dote de la inocencia total, lanzaron contra ¨¦l graves improperios, y organizaciones e individuos han pedido que se le despojen de sus honras.
Cuando ya la editorial Steidl hab¨ªa decidido poner a la venta, anticipadamente, Pelando la cebolla, nos dijo, desde su retiro dan¨¦s: "Aqu¨ª estoy, al menos sobrevivo". Se tom¨® con filosof¨ªa los ataques, y anunci¨® su alivio por ser ¨¦l el primero que calific¨® su culpa "como una ignominia". Ah¨ª est¨¢ su confesi¨®n. ?l se ha hecho m¨¢s preguntas que quienes ahora le hacen preguntas. Como dec¨ªa ayer Rushdie sobre el caso, Grass tuvo "un pecado de juventud", y qu¨¦ alem¨¢n de aquella edad no pec¨® en aquella tr¨¢gica juventud.
Hace unos meses, Grass correg¨ªa Pelando la cebolla en un apartamento de Madrid, ayudado por su mujer, Ute, y rodeado de cebollas. Una tarde se encontr¨® en la plaza de Santa Ana con su colega Vargas Llosa, con quien hac¨ªa muchos a?os hab¨ªa tenido una agria disputa. Grass le dio un abrazo. Le pregunt¨¦ luego c¨®mo hab¨ªa vivido ese momento de reconciliaci¨®n. "Uno no puede vivir toda la vida alimentando un minuto de rencor".
En su mirada, Grass muestra la vulnerabilidad de un adolescente. Acaso ese adolescente le vino a visitar siempre, pero hasta ahora ¨¦l no fue capaz de encontrar las palabras que le dec¨ªa. ?sa es la ra¨ªz de su literatura; ¨¦l no ha hecho en su vida otra cosa que confesar y confesarse. ?ste era el turno m¨¢s duro, y lo ha cumplido.
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