Pen¨¦lope
A partir de nueve versos del Canto XXII de la Odisea, en los que, de manera tr¨¢gicamente sucinta, se narra c¨®mo Tel¨¦maco ahorca a doce esclavas j¨®venes por haber confraternizado con los enemigos de su padre, la escritora canadiense Margaret Atwood (Ottawa, 1939), en su libro Pen¨¦lope y las doce criadas (Salamandra), no s¨®lo resume todo el contenido del gran poema hom¨¦rico, sino que adem¨¢s esboza una interpretaci¨®n antropol¨®gica del mismo. Los versos en cuesti¨®n, los numerados entre el 465 y 473 del mencionado canto, son, en efecto, de una belleza aterradora. "Como cuando los tordos de gr¨¢ciles alas o las palomas, buscando un descanso, se enredan en una red cubierta de hojas y en ella encuentran su trampa mortal, as¨ª sus cabezas fueron colgadas en fila para que tuvieran la muerte m¨¢s lamentable. Agitaron sus pies en el aire un rato, pero no demasiado". Antes Homero nos ha explicado c¨®mo estas esclavas debieron limpiar el sal¨®n del banquete de los despojos del centenar de pretendientes matados por Ulises, algunos de los cuales hab¨ªan sido sus amantes, y c¨®mo Tel¨¦maco, desoyendo la orden paterna de acuchillarlas por la espalda, enlaz¨® la soga de un bajel de proa azulada con una columna y all¨ª las colg¨® en fila hasta morir.
Bellos o t¨¦tricos, ?por qu¨¦ Atwood rescata esta peque?a matanza femenina, que parece una min¨²scula gota de agua tras la prolija descripci¨®n de la terror¨ªfica escabechina perpetrada por Ulises contra el centenar largo de pretendientes de su esposa? Quiz¨¢ porque ha comprendido que la Odisea no s¨®lo es el relato de las aventuras protagonizadas por Ulises al tratar, tras la destrucci¨®n de Troya, regresar a ?taca, su reino y su hogar, sino tambi¨¦n las de Pen¨¦lope para defender el puesto y el patrimonio del ausente. La Odisea es un poema que escenifica la tensi¨®n extrema entre dos amantes para que, contra toda expectativa, no se rompa el v¨ªnculo que les mantiene unidos. Pero al elegir Atwood el punto de vista narrativo de Pen¨¦lope, que teje y desteje un sudario para entretener la espera de sus cada vez m¨¢s impacientes cortejantes, puesto que ella estaba suficientemente entretenida con su propia esperanza, no lo hace por aupar lo feminista del papel de la mujer, sino para resaltar c¨®mo entonces se produjo la subversi¨®n patriarcal del matriarcado, que fue llevada a cabo por el astuto Ulises, el gran desmitificador, pues no en balde todas sus haza?as no fueron sino una sucesi¨®n de burlas de lo sobrenatural.
Ni Ulises, ni Pen¨¦lope son h¨¦roes que destaquen por su fuerza o su belleza, sino por su inteligente paciencia, que les lleva a sortear los imponderables del destino, que deja de serlo desde que es previsto y asumido. Intercambian sus papeles porque previamente se han liberado del peso de su identidad. Hay ciertamente mucha sangre a su alrededor, pero no la suficiente para anegar su mutuo pacto. Es el pacto del reino de la libertad, donde ya nadie es nadie: s¨®lo la invenci¨®n de s¨ª mismo. Etimol¨®gicamente, el t¨¦rmino "invenci¨®n" significa "encuentro".
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