SERMONES
No me gustaban los refranes. Me parec¨ªa que reduc¨ªan el mundo a lo m¨¢s miserable del ser humano. Te los repet¨ªan machaconamente de ni?a. Me desagradaba esa sabidur¨ªa mezquina. No me gustaban, como no me gustaba cuando un mayor te dec¨ªa: "Que te vas a caer", y si efectivamente te ca¨ªas, entre caricias saboreaba un cruel "te lo dije". Los refranes son eso, un "te lo dije". En los ¨²ltimos tiempos me he reconciliado con ellos al o¨ªrlos en boca de extranjeros que est¨¢n aprendiendo espa?ol. Los sueltan como haciendo gala de su conocimiento del idioma. Es chistoso escuchar con acento americano eso de "quien a buen ¨¢rbol se arrima, buena sombra le cobija". Hay otra manera de reconciliarse con el refranero: pensar en las equivalencias que existen en otros idiomas. Mantienen el significado pero cambian los s¨ªmbolos. Esto te ayuda a descubrir esa parte secreta de la vida cotidiana que es tan dif¨ªcil de captar. Por ejemplo: "No good deed goes unpunished" ("Ninguna buena acci¨®n quedar¨¢ sin castigo"). Me encanta. Es horriblemente cruel. Este refr¨¢n miserable viene a advertirte sobre lo que puede ocurrirte si te pasas de generoso. Algunos refranes proceden de las obras de Shakespeare, por eso uno les atribuye inconscientemente una belleza a?adida, pero la realidad es que siempre tienen una equivalencia en nuestro idioma. Con el tiempo, y habiendo perdido parte del cr¨¦dito juvenil que le daba a la bondad humana, admito que lo que no me gustaba de los refranes era su infalibilidad. Esta noche pienso en un refr¨¢n que "casi" nunca falla: "Dime de lo que presumes y te dir¨¦ de lo que careces". A veces hemos de admitir que personas insoportablemente presuntuosas alardean de un don que efectivamente tienen. El caso m¨¢s c¨®mico ser¨ªa el del arquitecto Lloyd Wright. Estando Lloyd Wright en un juicio, el juez le entr¨® as¨ª: "Usted es considerado el mejor arquitecto del mundo", a lo que ¨¦l a?ade: "Por supuesto". Al salir de la sala, su mujer le dice: "Ten¨ªas que haber sido un poco m¨¢s modesto", a lo que Wright contesta: "No pod¨ªa, estaba bajo juramento". Pero salvo casos como ¨¦ste (tambi¨¦n discutibles), el "dime de qu¨¦ presumes y te dir¨¦ de qu¨¦ careces" da en la diana. Ese actor, cantante o escritor que ha cultivado un prestigio de gran semental suele ser (seg¨²n cuentan al o¨ªdo las damas) un amante mediocre propenso al gatillazo. Como dec¨ªa Vittorio Gassman, prefiero la sensualidad escondida, la que se exhibe de puertas para dentro. Tambi¨¦n est¨¢n esos abanderados de la coherencia que la aplicar¨¢n s¨®lo cuando les encarte. Los que presumen de decir las cosas a la cara pero nunca se las sueltan al que manda. Los que exigen libertad para s¨ª mismos pero defienden las dictaduras simp¨¢ticas. Los que hablan de solidaridad y pagan mal a la dom¨¦stica. Los que imponen una rectitud vaticana perdon¨¢ndose a s¨ª mismos pecadillos de alcoba. Los que exigen al pr¨®jimo un pasado intachable y callan lo que ellos fueron. Tal vez esto ¨²ltimo sea lo m¨¢s sangrante: la actitud arrogante de aquellos que nos dan la charla, esos sacerdotes que surgen en el mundo de la cultura, que pas¨¢ndose el d¨ªa entre presidentes y gente influyente tienen a¨²n la desfachatez de adelantarnos por la izquierda. Pasa que de pronto descubrimos que aquel que tanto predicaba tiene algo por lo que callar o algo que deber¨ªa confesar. No creo en los pasados intachables, es m¨¢s, la vida es suficientemente larga como para poder arrepentirse de los pecados de juventud y ser perdonado. Pero lo que resulta irritante es que aquel que tanta doctrina despleg¨®, hablo ahora de G¨¹nter Grass, callara lo que ¨¦l mismo deb¨ªa haber puesto como ejemplo de la enfermedad moral que sufri¨® Alemania. Entre los curas y los sacerdotes laicos pasa uno la vida soportando sermones. Lo bueno es que, igual que cuando entonces hablaba el cura, tengo la habilidad de abstraerme. "In one ear, out the other", o sea, que por un o¨ªdo me entra y por otro me sale.
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