Los colonos de Cisjordania salen victoriosos de la guerra
70.000 jud¨ªos que deb¨ªan abandonar territorio palestino celebran la suspensi¨®n del plan de retirada del primer ministro Olmert
Buganvillas, alegr¨ªas y geranios estallan en macizos de colores envolviendo las 160 casas de Talm¨®n, un asentamiento situado 13 kil¨®metros tierra adentro de la Cisjordania ocupada. Sus habitantes, cuenta Uriel Tanis, son jud¨ªos ortodoxos que se establecieron en la zona a finales de los a?os ochenta, en cumplimiento de la "misi¨®n sionista de vivir en la tierra que Dios concedi¨® al pueblo jud¨ªo". Ellos son los grandes ganadores de la guerra en L¨ªbano, que ha obligado al primer ministro, Ehud Olmert, a cancelar su plan de retirada parcial de Cisjordania. "Ahora todo el mundo ha comprendido que la retirada de Gaza fue un error. Nunca m¨¢s volveremos a cometerlo", afirma Tanis.
En la ladera de la colina sobre la que se levanta el asentamiento hay 40 caravanas con familias que vuelven a so?ar con construirse una vivienda en Talm¨®n. Al asentamiento se accede por una carretera en la que bloques de hormig¨®n impiden el acceso de los palestinos de las aldeas vecinas, condenados a circular por caminos de tierra y a dar vueltas de decenas de kil¨®metros para cubrir un trayecto que antes se hac¨ªa en unos minutos.
El llamado Plan de Convergencia de Olmert preve¨ªa el desmantelamiento de los asentamientos m¨¢s peque?os y el traslado de 70.000 colonos a otras zonas de Israel, e incluso a los grandes asentamientos y a los que ya se han convertido en ciudades dentro de Cisjordania, como Maale Adum¨ªn, que tiene 33.000 habitantes. En total unos 400.000 jud¨ªos viven en los territorios de la orilla occidental del Jord¨¢n conquistados en 1967, as¨ª como en Jerusal¨¦n Este, que Israel segreg¨® de Cisjordania y se anexion¨® al terminar la guerra de los Seis D¨ªas.
Talm¨®n y otra media docena de asentamientos religiosos cercanos son una especie de barrios dormitorio, ya que al encontrarse a medio camino entre Jerusal¨¦n y Tel Aviv, los hombres trabajan en las urbes y, generalmente, las esposas se quedan en las casas cuidando a la numerosa prole. "Yo les ense?o a mis hijos que no todos los ¨¢rabes son malos", dice Tanis, de 36 a?os, nacido en Argentina y llegado a Israel cuando ten¨ªa 17.
A escasos kil¨®metros, en la cima de Horasha, la colina m¨¢s elevada de la zona, de unos 700 metros de altitud, se estableci¨® en 1998 un nuevo asentamiento que hasta ahora no se ha legalizado. Est¨¢ compuesto por una docena de caravanas, entre ellas una del servicio secreto. Lo que distingue a un asentamiento legal de uno ilegal es que se consigan los documentos, pero los intereses palestinos no suponen ning¨²n obst¨¢culo.
En plena guerra de L¨ªbano, el bloque naranja, que se form¨® en oposici¨®n a la salida de Gaza y Cisjordania, advirti¨® a Olmert de que si no congelaba su plan, los reservistas de este movimiento no acudir¨ªan al frente. Shoshi Grinfeld, hermana de uno de los reservistas muertos, pidi¨® en el entierro de ¨¦ste que volvieran a casa todos los colonos. "Al final regresaste a casa en un caj¨®n, por una guerra sin sentido, por una guerra para la pr¨®xima retirada", dijo rota en llanto Shoshi, quien, al igual que su hermano Yehuda -casado y con dos hijos-, fue desalojada de Gush Katif, el principal conjunto de asentamientos del sur de Gaza.
Hace apenas un a?o que el Plan de Desconexi¨®n del entonces primer ministro Ariel Sharon -en estado de coma desde enero pasado- desmantel¨® los asentamientos de Gaza y traslad¨® a sus 9.000 colonos. "Gaza se ha convertido en este tiempo en uno de los centros del terrorismo mundial. Los terroristas tiran cohetes que amenazan la vida de los habitantes de los pueblos cercanos. Los colonos de Judea y Samaria hemos visto el resultado del Plan de Desconexi¨®n y no vamos a dar nada sin exigir garant¨ªas", sostiene Tanis.
El congelado Plan pretend¨ªa dejar bajo control palestino el 80% de Cisjordania, pero los colonos conservaban las tierras m¨¢s f¨¦rtiles. "La retirada parcial", a?ade Tanis, "es una ficci¨®n. Si de verdad pretenden sacarnos de nuestra tierra deben sacarnos a todos".
Tal vez en esto sea en lo ¨²nico que coincide este ingeniero inform¨¢tico, padre de cuatro ni?os, con los palestinos. "Nosotros no queremos bantustanes sin conexi¨®n; queremos un Estado continuado y viable. A partir de esto, pueden construir toda la muralla que les venga en gana para que no volvamos a vernos", afirma Fuad, que trabaja en una oficina de cambio de moneda en Jerusal¨¦n Este.
Igual opinan, con distintos matices, muchas de las organizaciones de derechos humanos y ONG que apoyan a los palestinos. "No quiero decir que el Gobierno tiene una pol¨ªtica racista, pero es evidente que se basa en la limpieza ¨¦tnica", afirma Meir Margalit, coordinador del Comit¨¦ Israel¨ª contra la Demolici¨®n de Casas, que tampoco el mi¨¦rcoles logr¨® impedir que dos excavadoras destruyeran la vivienda que con tanto esfuerzo hab¨ªa levantado la familia Zajaik¨¢ en su terreno de Yabel Mukaber, aldea de Jerusal¨¦n Este frente a la que se yergue el asentamiento de Harm¨®n Hanatzir.
Recorrer Jerusal¨¦n Este y Cisjordania se ha convertido en una carrera de obst¨¢culos, para algunos, insalvables. La Ciudad Santa ha quedado fuera del alcance de los palestinos de Cisjordania, que ven c¨®mo su vida se pierde entre muros y bloques de cemento, mientras miles de soldados defienden la arrogancia y el empecinamiento de los colonos.
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