?Qu¨¦ habr¨ªa pasado si...?
Momentos que cambian el rumbo de toda una vida. Desde optar por una carrera universitaria entre una amplia ristra de posibilidades hasta las circunstancias que han acompa?ado a los hitos de la historia de la humanidad. La base de la existencia consiste en estar dispuesto a decidir
He aqu¨ª una de las grandezas del ser humano: la capacidad de decidir. He aqu¨ª una de sus miserias: decidirse por algo implica rechazar el resto de alternativas. Es cierto. Decidir no es m¨¢s que el hecho de descartar. Y descartar siempre resulta doloroso, porque supone dejar de disfrutar o descubrir lo que conten¨ªa un camino alternativo. ?Qu¨¦ aventura nos hemos perdido? ?Qu¨¦ habr¨ªa pasado si en lugar de esto hubiera hecho lo otro?
Formularse estas preguntas puede llegar a suponer para algunos una verdadera pesadilla. Las personas son indecisas, b¨¢sicamente, por dos motivos. Uno, por el miedo a equivocarse. Dos, por el sufrimiento que les produce descartar opciones que en ese momento est¨¢n al alcance de su mano.
El hombre suele experimentar el acto de descartar como una p¨¦rdida. Pero antes de tomar una decisi¨®n, la sensaci¨®n de poder se vuelve indescriptible. Supongamos que una persona debe escoger la carrera universitaria a cursar. Es una de las decisiones m¨¢s determinantes de la vida, y debe tomarse a la tierna edad de 17 o 18 a?os. Antes de formalizar la matr¨ªcula correspondiente, esa persona tiene delante un enorme abanico de profesiones. Hay j¨®venes que dudan entre historia, periodismo, filolog¨ªa, derecho? Otros se debaten entre medicina, biolog¨ªa, farmacia o veterinaria. Mientras no tome la decisi¨®n, soy todas esas profesiones porque a¨²n puedo escogerlas. ?Qu¨¦ inmenso poder! Pero cuando me decida, si escojo biolog¨ªa, ser¨¦ s¨®lo bi¨®logo. Y un haz de senderos que se abr¨ªan en la encrucijada de mi devenir se borrar¨¢ en un instante.
Cuando pasen los a?os, y esa persona cumpla 30 o 40, se preguntar¨¢: "?Qu¨¦ habr¨ªa pasado si hubiera escogido medicina en lugar de biolog¨ªa? ?Qu¨¦ habr¨ªa sido de mi vida?". Y entonces comenzar¨¢ a inventar una vida paralela, extraordinaria y excitante. Imaginando que conoci¨® a una enfermera con la que se cas¨® y comparti¨® su vida durante unos a?os en Estados Unidos. Lo contrario, obviamente, tambi¨¦n puede aplicarse: "Si no hubiese escogido biolog¨ªa, no habr¨ªa ido a estudiar a tal ciudad y no habr¨ªa conocido a tal amiga, que fue quien me present¨® a mi actual mujer. Y entonces mis hijos no estar¨ªan vivos? ?D¨®nde estar¨ªan? ?D¨®nde estar¨ªa yo si mis padres no se hubiesen conocido? ?Y si el espermatozoide que portaba mi identidad se hubiese quedado un mil¨ªmetro atr¨¢s, junto a los millones que no llegaron al ¨®vulo de mi madre? ?Qu¨¦ soy? ?Una casualidad? ?Qu¨¦ es mi vida? ?Qui¨¦n decide, en realidad?".
"Que decidan por m¨ª". A uno le entran ganas de no tomar ninguna decisi¨®n (de ah¨ª el "que decidan por m¨ª"). Porque no s¨®lo es enorme la responsabilidad sobre nuestras vidas. Tambi¨¦n porque la tristeza de los miles de personas que abandonamos a cada instante es apabullante. Toda nuestra existencia est¨¢ llena de momentos cumbre y esenciales. Un instante estelar de nuestras vidas condiciona lo que experimentaremos o dejaremos de hacer durante muchos a?os.
Esta realidad es abordada con maestr¨ªa por el genial Stefan Zweig en Momentos estelares de la humanidad, donde el escritor austriaco hace una cr¨®nica de 14 momentos cumbre de la historia que condicionaron el rumbo de la misma. En el pr¨®logo, Zweig escribe: "? cada uno de estos momentos estelares marca un rumbo durante d¨¦cadas y siglos. As¨ª como en la punta de un pararrayos se concentra la electricidad de toda la atm¨®sfera, en esos instantes y en el m¨¢s corto espacio se acumula una enorme abundancia de acontecimientos".
El debate surge, a menudo, en torno a la fragilidad o consistencia de esos momentos estelares. Hay quienes sostienen que de no haber ocurrido algo en un instante, suceder¨ªa en el siguiente: "De no haber descubierto Einstein la teor¨ªa de la relatividad, otra persona la hubiese formulado". (De hecho, Poincar¨¦ y Lorentz estaban en ello con anterioridad). Es conocido que el economista polaco Kalecki escribi¨® una teor¨ªa econ¨®mica similar casi de forma sincr¨®nica a la de Keynes (la de Kalecki es anterior, pero s¨®lo se public¨® en Polonia y nadie se enter¨®). La corriente contraria afirma que no, que los momentos estelares de nuestras vidas y de la historia, los momentos en que tomamos las grandes decisiones que condicionar¨¢n nuestro futuro, dependen de peque?os e intrascendentes sucesos.
Un instante lo cambia todo. La pel¨ªcula de Peter Howitt Dos vidas en un instante (Slidding doors) desarrolla este formidable hecho. En ella se narra la vida de una mujer, observada desde dos puntos de vista: en la eventualidad de que hubiese perdido el metro un d¨ªa cualquiera o que lo hubiese cogido a tiempo. El filme alterna en paralelo las dos consecuencias de ese trivial y aleatorio suceso. En un caso la lleva a descubrir que su novio ten¨ªa una amante, y en el otro, no. En ambas vidas, la protagonista acaba perdiendo al beb¨¦ que lleva dentro. Pero en una, ella muere, y en la otra, no. Esta pel¨ªcula muestra al espectador que un simple suceso como una puerta de metro que se cierra delante de nosotros puede abrir otras puertas del destino (de ah¨ª el t¨ªtulo original en ingl¨¦s, Puertas correderas).
Fernando Parrado, superviviente de la tragedia a¨¦rea de los Andes que inspir¨® el libro y el filme ?Viven!, explica en sus charlas que en el momento de entrar en el avi¨®n decidi¨®, en el ¨²ltimo instante, cambiar de asiento. La persona que viajaba en el lugar donde ¨¦l desech¨® viajar muri¨®. Parrado sobrevivi¨®. "Es as¨ª de simple", dice, "si yo hubiera escogido el otro asiento, ahora no estar¨ªa aqu¨ª".
Al ingresar en el ej¨¦rcito, Adolf Hitler quiso ser pintor. Hay un momento de su juventud en el que, arruinado, viviendo en la calle como un indigente, casi muri¨® de fr¨ªo en pleno invierno alem¨¢n. Un vagabundo le salv¨® la vida por l¨¢stima. ?C¨®mo habr¨ªa cambiado la historia si aquella persona le hubiera dejado morir? Muchos historiadores piensan que, de no haber sido Hitler, otro l¨ªder habr¨ªa provocado una cat¨¢strofe similar. Que las condiciones sociales, pol¨ªticas y econ¨®micas de Alemania fueron las determinantes. La persona, en este caso Hitler, se convierte en an¨¦cdota de algo que, igualmente, ten¨ªa que suceder.
En un debate, Umberto Eco y el semi¨®logo ruso Iuri Lotman hablaban en estos t¨¦rminos. Dice el italiano: "Si la persona que invent¨® el molino de viento no hubiera nacido, otra persona lo habr¨ªa inventado. Si Einstein no hubiese nacido, alguien habr¨ªa inventado una f¨®rmula de la relatividad muy parecida a la suya". A lo que Lotman responde: "Exacto. Incluso la historia pol¨ªtica habr¨ªa sido distinta. Quisiera subrayar, en este sentido, un punto clave para el historiador". Lotman est¨¢ totalmente en consonancia con la definici¨®n de Schlegel de "historiador", que no tiene desperdicio: "Profeta que prev¨¦ el pasado".
En cualquier caso, ¨¦sa es la grandeza y tambi¨¦n la miseria de la libertad de elecci¨®n como rasgo inherente a la condici¨®n humana. Si no tuvi¨¦ramos diferentes posibilidades ante nosotros, ser¨ªamos robots teledirigidos. Y no nos har¨ªan falta ni la conciencia ni la inteligencia.
Universos m¨²ltiples
Tranquilos, la soluci¨®n est¨¢ aqu¨ª: es la teor¨ªa de los universos m¨²ltiples, que dice que existen m¨²ltiples universos, paralelos, en cada segundo. En uno de ellos podemos estar casados, y en el otro, no. Estos universos pueden ser infinitos, lo que permitir¨ªa que vivi¨¦semos nuestras vidas con todas las ramificaciones posibles en funci¨®n de lo que en cada segundo estemos decidiendo. ?Qu¨¦ buena noticia!
Fernando Tr¨ªas de Bes es profesor de Esade, conferenciante y escritor.
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