G¨¹nter Grass, en la picota
No entiendo las proporciones desmesuradas que ha tomado en el mundo la revelaci¨®n, hecha por ¨¦l mismo, de que G¨¹nter Grass sirvi¨® unos meses, a los 17 a?os, en la Waffen-SS y de que ocult¨® 60 a?os la noticia, haciendo creer que hab¨ªa sido soldado en una bater¨ªa antia¨¦rea del Ej¨¦rcito regular alem¨¢n. Aqu¨ª, en Salzburgo, donde paso unos d¨ªas, no se habla de otra cosa y los periodistas que la editorial Suhrkamp env¨ªa a entrevistarme apenas si me preguntan sobre mi ¨²ltima novela, reci¨¦n publicada en Alemania, porque lo que les interesa es que comente "el esc¨¢ndalo Grass".
No ten¨ªa la menor intenci¨®n de hacerlo, pero como ya circulan supuestas declaraciones m¨ªas sobre el tema en las que no siempre me reconozco, prefiero hacerlo por escrito y con mi firma. No me sorprende en absoluto que Grass ocultara su pertenencia a una tropa de ¨¦lite visceralmente identificada con el nazismo y que tuvo tan siniestra participaci¨®n en tareas de represi¨®n pol¨ªtica, torturas y exterminaci¨®n de disidentes y jud¨ªos, aunque, como ha dicho, ¨¦l no llegara a disparar un solo tiro antes de ser herido y capturado por los norteamericanos. ?Por qu¨¦ call¨®? Simplemente porque ten¨ªa verg¨¹enza y acaso remordimientos de haber vestido aquel uniforme y, tambi¨¦n, porque semejante credencial hubiera sido aprovechada por sus adversarios pol¨ªticos y literarios para descalificarlo en la batalla c¨ªvica y pol¨ªtica que, desde los comienzos de su vida de escritor, G¨¹nter Grass identific¨® con su vocaci¨®n literaria.
?Por qu¨¦ decidi¨® hablar ahora? Seguramente para limpiar su conciencia de algo que deb¨ªa atormentarlo y tambi¨¦n, sin duda, porque sab¨ªa que tarde o temprano aquel remoto episodio de su juventud llegar¨ªa a conocerse y su silencio echar¨ªa alguna sombra sobre su nombre y su reputaci¨®n de escritor comprometido, y, como suele llam¨¢rsele, de conciencia moral y c¨ªvica de Alemania. En todo esto no hay ni grandeza ni peque?ez, sino, me atrevo a decir, una conducta impregnada de humanidad, es decir, de las debilidades connaturales a cualquier persona com¨²n y corriente que no es, ni pretende ser, un h¨¦roe ni un santo.
?Afecta lo ocurrido a la obra literaria de G¨¹nter Grass? En absoluto. En la civilizaci¨®n del espect¨¢culo que nos ha tocado vivir, este esc¨¢ndalo que parece ahora tan descomunal ser¨¢ pronto reemplazado por otro y olvidado. Dentro de pocos a?os, o incluso meses, ya nadie recordar¨¢ el paso del escritor por la Waffen-SS y, en cambio, su trilog¨ªa novelesca de Danzig, en especial El tambor de hojalata, seguir¨¢ siendo le¨ªda y reconocida como una de las obras maestras de la literatura contempor¨¢nea.
?Y sus pronunciamientos pol¨ªticos y c¨ªvicos que ocupan una buena parte de su obra ensay¨ªstica y period¨ªstica? Perder¨¢n algo de su pugnacidad, sin duda, sus fulminaciones contra los alemanes que no se atrev¨ªan a encararse con su propio pasado ni reconoc¨ªan sus culpas en las devastaciones y horrores que produjeron Hitler y el nazismo, y se refugiaban en la amnesia y el silencio hip¨®crita en vez de redimirse con una genuina autocr¨ªtica. Pero, que quien estas ideas predicaba con tanta energ¨ªa tuviera rabo de paja, pues ¨¦l escond¨ªa tambi¨¦n alg¨²n muerto en el armario, no significa en modo alguno que aquellas ideas fueran equivocadas ni injustas.
La verdad es que muchas de las tomas de posici¨®n de G¨¹nter Grass han sido valientes y respetables, y lo siguen siendo hoy d¨ªa, pese al esc¨¢ndalo. Lo dice alguien que discrepa en muchas cosas con ¨¦l y ha sostenido con G¨¹nter Grass hace algunos a?os una pol¨¦mica bastante ¨¢cida. No me refiero a su antinorteamericanismo estent¨®reo y sistem¨¢tico, que lo ha llevado a veces, obsedido por lo que anda mal en los Estados Unidos, a negar lo que s¨ª anda bien all¨¢, sino a que, durante los a?os de la Guerra Fr¨ªa, una ¨¦poca en la que la moda intelectual en Europa consist¨ªa en tomar partido a favor del comunismo contra la democracia, G¨¹nter Grass fueuno de los pocos en ir contra la corriente y defender a esta ¨²ltima, con todas sus imperfecciones, como una alternativa m¨¢s humana y m¨¢s libre que la representada por los totalitarismos sovi¨¦tico o chino. Tampoco se vio nunca a G¨¹nter Grass, como a Sartre, defendiendo a Mao y a la revoluci¨®n cultural china, ni buscando coartadas morales para los terroristas, como hicieron tantos deconstruccionistas fr¨ªvolos en las ¨¦pocas de Tel Quel. Pese a sus destemplados anatemas contra los gobiernos y la pol¨ªtica de Alemania Federal, G¨¹nter Grass hizo campa?a a favor de la socialdemocracia y prest¨® un apoyo cr¨ªtico al gobierno de Willy Brandt en lo que demostr¨®, ciertamente, mucha m¨¢s lucidez y coraje pol¨ªtico que tantos de sus colegas que irresponsablemente tomaban, sin arriesgar un cabello, eso s¨ª, el partido del Apocalipsis revolucionario.
Mi pol¨¦mica con ¨¦l se debi¨® justamente a que me pareci¨® incoherente con su muy respetable posici¨®n en la vida pol¨ªtica de su pa¨ªs que nos propusiera a los latinoamericanos "seguir el ejemplo de Cuba". Porque si el comunismo no era, a su juicio, una opci¨®n aceptable para Alemania y Europa, ?por qu¨¦ deb¨ªa serlo para Am¨¦rica Latina? Es verdad que, para muchos intelectuales europeos, Am¨¦rica Latina era en aquellos a?os -lo sigue siendo para algunos retardados todav¨ªa- el mundo donde pod¨ªan volcar las utop¨ªas y nostalgias revolucionarias que la realidad de sus propios pa¨ªses hab¨ªa hecho a?icos, oblig¨¢ndolos a resignarse a la aburrida y mediocre democracia.
Grass ha sido uno de los ¨²ltimos grandes intelectuales que asumi¨® lo que se llamaba "el compromiso" en los a?os cincuenta con una resoluci¨®n y un talento que le ganaron siempre la atenci¨®n de un vasto p¨²blico, que desbordaba largamente el medio intelectual. Es dif¨ªcil saber hasta qu¨¦ punto sus manifiestos, pronunciamientos, diatribas, pol¨¦micas, influyeron en la vida pol¨ªtica y tuvieron efectos sociales, pero no hay duda de que en el ¨²ltimo medio siglo de vida europea, y sobre todo alemana, las ideas de G¨¹nter Grass enriquecieron el debate c¨ªvico y contribuyeron a llamar la atenci¨®n sobre problemas y asuntos que de otra manera hubieran pasado inadvertidos, sin el menor an¨¢lisis cr¨ªtico. A mi juicio, se equivoc¨® oponi¨¦ndose a la reunificaci¨®n de Alemania y, tambi¨¦n, poniendo en tela de juicio la democratizaci¨®n de su pa¨ªs, pero, aun as¨ª, no hay duda de que esa vigilancia y permanente cuestionamiento que ha ejercido sobre el funcionamiento de las instituciones y las acciones del gobierno es imprescindible en una democracia para que ¨¦sta no se corrompa y se vaya empobreciendo en la rutina.
Tal vez el formidable esc¨¢ndalo que ahora rodea su figura tenga mucho que ver con esa funci¨®n de "conciencia moral" de la sociedad que ¨¦l se impuso y que ha mantenido a lo largo de toda su vida, a la vez que desarrollaba su actividad literaria. No me cabe duda de que G¨¹nter Grass es el ¨²ltimo de esa estirpe, a la que pertenecieron un Victor Hugo, un Thomas Mann, un Albert Camus, un Jean-Paul Sartre. Cre¨ªan que ser escritor era, al mismo tiempo que fantasear ficciones, dramas o poemas, agitar las conciencias de sus contempor¨¢neos, anim¨¢ndolos a actuar, defendiendo ciertas opciones y rechazando otras, convencidos de que el escritor pod¨ªa servir tambi¨¦n como gu¨ªa, consejero, animador o dinamitero ideol¨®gico sobre los grandes temas sociales, pol¨ªticos, culturales y morales, y que, gracias a su intervenci¨®n, la vida pol¨ªtica superaba el mero pragmatismo y se volv¨ªa gesta intelectual, debate de ideas, creaci¨®n.
Ning¨²n joven intelectual de nuestro tiempo cree que ¨¦sa sea tambi¨¦n la funci¨®n de un escritor y la sola idea de asumir el rol de "conciencia de una sociedad" le parece pretenciosa y rid¨ªcula. M¨¢s modestos, acaso m¨¢s realistas, los escritores de las nuevas generaciones parecen aceptar que la literatura no es nada m¨¢s -no es nada menos- que una forma elevada del entretenimiento, algo respetabil¨ªsimo desde luego, pues divertir, hacer so?ar, arrancar de la sordidez y la mediocridad en que est¨¢ sumido la mayor parte del tiempo el ser humano, ?no es acaso imprescindible para hacer la vida mejor, o por lo menos m¨¢s vivible? Por otra parte, esos escritores que se cre¨ªan videntes, sabios, profetas, que daban lecciones, ?no se equivocaron tanto y a veces de manera tan espantosa, contribuyendo a embellecer el horror y buscando justificaciones para los peores cr¨ªmenes? Mejor aceptar que los escritores, por el simple hecho de serlo, no tienen que ser ni m¨¢s l¨²cidos ni m¨¢s puros ni m¨¢s nobles que cualquiera de los otros b¨ªpedos, esos que viven en el anonimato y jam¨¢s llegan a los titulares de los peri¨®dicos.
Tal vez sea ¨¦sa la raz¨®n por la que, con motivo de la revelaci¨®n de su paso fugaz por la Waffen-SS cuando era un adolescente, haya sido llevado G¨¹nter Grass a la picota y tantos se encarnicen estos d¨ªas con ¨¦l. No es con ¨¦l. Es contra esa idea del escritor que ¨¦l ha tratado de encarnar, con desesperaci¨®n, a lo largo de toda su vida: la del que opina y polemiza sobre todo, la del que quiere que la vida se amolde a los sue?os y a las ideas como lo hacen las ficciones que fantasea, la del que cree que la del escritor es la m¨¢s formidable de las funciones porque, adem¨¢s de entretener, tambi¨¦n educa, ense?a, gu¨ªa, orienta y da lecciones. Esa era otra ficci¨®n con la que nos hemos estado embelesando mucho tiempo, amigo G¨¹nter Grass. Pero ya se acab¨®.
? Mario Vargas Llosa, 2006. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El Pa¨ªs, SL, 2006.
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