'Rickshaws' en Euskadi
Unos meses antes de morir en octubre de 2004, Jacques Derrida concedi¨® una entrevista que es resumen o perfume esencial de su pensamiento. Dijo all¨ª, entre otras muchas cosas dignas de recordarse y transmitirse, que se puede ser "un contempor¨¢neo anacr¨®nico de una generaci¨®n pasada o por venir". Retengo esa pareja, ese t¨¢ndem de palabras porque con ¨¦l convivo conscientemente y/o a flor de piel. Lo que quiero decir es que de pensamiento, obra o sensaci¨®n me sit¨²o entre los contempor¨¢neos anacr¨®nicos, con la impresi¨®n -tan a menudo- de no estar con los tiempos, o de que los tiempos no est¨¢n conmigo; aunque todo es naturalmente m¨¢s complicado, porque lo que en realidad me parece es que los tiempos no est¨¢n donde les corresponder¨ªa estar, que est¨¢n como ca¨ªdos, como enfangados en un charco mayormente pret¨¦rito. Intentar¨¦ aclararlo con un ejemplo.
Como sucede en otras ciudades europeas, circulan ya en San Sebasti¨¢n, y lo har¨¢n pronto en Bilbao y seguro que la moda se extiende enseguida, los taxis-bici, veh¨ªculos con, en la parte delantera, asiento, manillar y pedales para el conductor, y en la trasera, capacidad para dos viajeros sentados. Todo cubierto y con un dise?o aerodin¨¢mico. El lado contempor¨¢neo del asunto resulta evidente. En estos tiempos de precariedad medioambiental su sostenibilidad es m¨¢xima: los taxis-bici circulan por los bidegorris, no polucionan (la tracci¨®n humana se complementa con un motor el¨¦ctrico) y son silenciosos. Mi lado contempor¨¢neo se lo reconoce, como reconoce que las hechuras y la velocidad de los veh¨ªculos permiten el disfrute del paisaje y la convivencia pac¨ªfica con peatones y ciclistas. El presente invita tambi¨¦n a alegrarse de la puesta en marcha de j¨®venes iniciativas y de la creaci¨®n de empresas locales, y naturalmente me alegro.
Pero con la alegr¨ªa se me junta la tristeza, o con la contemporaneidad la anacron¨ªa. Y repito que no s¨¦ si son los tiempos o soy yo, pero hay algo que se rebela en m¨ª cuando veo a turistas (o afines), c¨®modamente instalados en el asiento, charlando o sacando fotos tan contentos, mientras el de adelante pedalea. Ese transporte de tracci¨®n humana (aunque el motor el¨¦ctrico alivie los tramos duros) me remite a lo que siempre he considerado una de las ilustraciones m¨¢s implacablemente exactas de lo que es el mundo, de la divisi¨®n del mundo en los unos y los otros. Me refiero a los rickshaws orientales que tantas veces hemos visto en fotograf¨ªa, pantalla o directo: uno tira a pulso o a pedales del carro, con lluvia o un calor de muerte, y otros van detr¨¢s, sentados y al abrigo de una capota o un parasol de lona. Siempre he visto en los rickshaws uno de los s¨ªmbolos m¨¢s perfectos de la desigualdad mundo-social, un s¨ªmbolo inm¨®vil (a pesar de que se exprese en un medio de transporte) complacido con ese orden de cosas o tal vez s¨®lo resignado. Prefiero lo segundo, porque la resignaci¨®n indica alguna forma de descontento previo y, por ello y a lo mejor, recuperable.
Ya he dicho que no s¨¦ si soy yo o son los tiempos -aunque me temo que los tiempos se est¨¢n hundiendo en arenas retr¨®gradamente movedizas, que ya est¨¢n hasta el cuello-, no s¨¦ si es mi anacron¨ªa o la del mundo, pero veo los taxis-bici y es como si viera rickshaws por las calles de mi ciudad. Y la alegr¨ªa de la sostenibilidad se me nubla y se me rebela frente aesa versi¨®n local, expl¨ªcita, vistosa y celebrada de una l¨®gica dual que pone a unos a pedalear y a otros a sentarse, dicho sea con todas sus met¨¢foras. Se me amarga el dulce del respeto ecol¨®gico y el desarrollo empresarial y lo ¨²nico que se me ocurre para aliviarlo es una imagen mestiza, un h¨ªbrido que se queda con los pedales, el manillar, la cobertura y la capacidad para varios viajeros, pero prescinde del conductor. Nadie tira, o mejor, el viajero tira de s¨ª mismo. La parte empresarial consistir¨ªa en construir, alquilar, mantener o decorar con publicidad los veh¨ªculos. En cuanto a la funci¨®n de orientaci¨®n y gu¨ªa del bici-taxista, podr¨ªa trasladarse al bidegorri mismo, ilustrado con letras, flechas y dibujos altamente simb¨®licos.
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