?Aaahhhgggrrr, qu¨¦ subid¨®n!
La adrenalina del vuelo en parapente disipa el v¨¦rtigo para divisar la sierra a vista de p¨¢jaro
El secreto est¨¢ en correr con fuerza y fe ciega. Pero tras la quinta zancada el suelo se aleja cada vez m¨¢s. "?Aaahhhgggrrrr, menudo subid¨®n!". Las tripas han dado su primer vuelco. El parapente se ha desplegado con el viento, se aleja del despe?adero, y va al encuentro de los buitres que vuelan en c¨ªrculo 200 metros m¨¢s arriba.
Las tremendas sensaciones acumuladas al comenzar el primer vuelo en parapente sumergen el bautismo en un halo de irrealidad. Es un gui¨®n no escrito donde todas las referencias documentales sobre parajes monta?osos a vista de p¨¢jaro se confunden con secuencias rodadas de accidentes a¨¦reos. El v¨¦rtigo, sin embargo, se disipa muy pronto. Son sensaciones placenteras, no agridulces.
Tras asimilar que "no hay manera de que el barco se hunda", aparece una calma duradera que permite disfrutar del momento ¨²nico. Porque est¨¢s volando. No hay que dar rodeos para explicarlo. Est¨¢s volando sin nada bajo tus pies, con s¨®lo ligeros cordinos a los lados y un paisaje que siempre nos estuvo prohibido.
Bajo esa aparente calma que s¨®lo rompen peque?as rachas de viento, al introducirse en una corriente t¨¦rmica, el parapente comienza a subir. Es un leve ascenso escalonado que se acerca a los buitres planeadores cuyos dos metros entre ala y ala intimidan. "Al ver los parapentes desde que son pollos, no huyen ni te ven como competidores. Para ellos somos aves", cuenta el instructor Jos¨¦ Ram¨®n P¨¦rez, que acompa?a al novato en su primer vuelo para convencerle de que es una experiencia m¨¢s, s¨®lo que a 500 metros de altura. Antes de guiar las maniobras de este "vuelo tur¨ªstico", P¨¦rez ha enviado con su m¨®vil un breve mensaje con el nombre del aprendiz a la compa?¨ªa aseguradora.
El respeto con que el novato se acerca al parapente no desaparece, pero tras el primer vuelo ¨¦ste comprueba que al bautismo se acercan atrevidos dispares. Ancianos y gordos, ejecutivos y amas de casa. En el aire no hay clases, y la sencillez de este deporte es pasmosa. "Casi nadie busca emociones fuertes; se acercan porque saben que es accesible", dice P¨¦rez. La accesibilidad a este deporte provoc¨® que los accidentes se repitieran durante unos a?os, aunque ahora los vuelos est¨¢n m¨¢s regulados y el n¨²mero de imprudentes ha descendido.
Hay gente que siempre lo tuvo claro. Como David P¨¦rez, de 27 a?os y vecino de Algodonales (C¨¢diz). "Ya de peque?o les ayudaba a aterrizar. Me hice un parapente hinchando una tela de sacos de patatas", relata entre risas.
En la Sierra de L¨ªjar, s¨®lo en torno a Algodonales existen cuatro pistas de despegue, adem¨¢s de otras tantas entre El Bosque y Ronda. Es el enclave que la escuela L¨ªjarsur (www.lijarsur.com) escogi¨® hace unos a?os: la intersecci¨®n entre las provincias de Sevilla, M¨¢laga y C¨¢diz como la mejor plataforma para darle salida a su inquietud por volar. Esa pasi¨®n por el despegue y la a¨²n escasa fama del deporte en la comunidad, ha hecho que colaboren con escuelas de parapente inglesas, que tienen muchas m¨¢s dificultades en Reino Unido debido a las tormentas, y que en Andaluc¨ªa disfrutan de la gastronom¨ªa y de las bondades de un clima que permite vientos suaves en pleno diciembre.
Los fines de semana de septiembre, la Sierra de L¨ªjar es una alfombra de colores en la que el tr¨¢fico a¨¦reo aumenta debido a multitud de parapentes, comandados por extranjeros de todas las nacionalidades que acuden a disfrutar del paisaje. Y de esa sensaci¨®n que cualquiera pens¨® se nos hab¨ªa vetado al nacer sin alas.
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