N¨¢ufragos

El otro d¨ªa leyendo un texto de Julian Barnes me acord¨¦ de la odisea de los marineros del Francisco y Catalina, que rescataron a un grupo de n¨¢ufragos (un grupo de personas a la deriva en alta mar son n¨¢ufragos, no inmigrantes ilegales) a principios de este verano; el texto hablaba de c¨®mo las tripulaciones de los barcos se hacen cada d¨ªa m¨¢s peque?as, mientras que los barcos se hacen cada vez m¨¢s grandes: antes en cada barco hab¨ªa un vig¨ªa y, si alguien ten¨ªa la mala suerte de caer al agua o quedar a la deriva, probablemente alguien ver¨ªa ondear una camisa o los brazos.

Hoy en d¨ªa esto es pr¨¢cticamente imposible, ya que esos n¨¢ufragos se convierten en peque?os puntos en la pantalla de un ordenador, incapaces de ser detectados y, si se detectan, muchas veces los barcos no paran para ahorrarse las complicaciones con las que se encontraron los pescadores espa?oles.

Creo que es una met¨¢fora de lo que le ocurre al mundo: renunciamos a los vig¨ªas, porque navegamos ciegamente hacia delante confiando en nuestras m¨¢quinas; todo el mundo est¨¢ bajo cubierta tomando una cerveza, o disfrutando del sol en la playa, hasta que la realidad en forma de seres humanos necesitados se nos hace presente: y ante la realidad no cabe la demagogia, s¨®lo la generosidad. Por eso, gracias a los marineros del Francisco y Catalina, en este verano convulso hab¨¦is sido mis h¨¦roes; dicen que quien salva una vida salva al mundo. No s¨¦ si ser¨¢ verdad. Lo que s¨ª es cierto es que estoy orgulloso de vosotros.