El mago del rock
Infalible productor de ¨¦xito, Rick Rubin es el visionario de la m¨²sica que fund¨® el sello de 'rap' m¨¢s importante de la historia, ayud¨® a reinventar las leyendas de Johnny Cash y Neil Diamond, y est¨¢ a punto de relanzar la carrera del ex ¨ªdolo adolescente Justin Timberlake
El mago del rock
Infalible productor de ¨¦xito, Rick Rubin es el visionario de la m¨²sica que fund¨® el sello de 'rap' m¨¢s importante de la historia, ayud¨® a reinventar las leyendas de Johnny Cash y Neil Diamond, y est¨¢ a punto de relanzar la carrera del ex ¨ªdolo adolescente Justin Timberlake. Por Johnny Davis. Fotograf¨ªa de Barry J. Holmes.
Al d¨ªa siguiente de la muerte de June Carter Cash -su esposa y compa?era inseparable durante 35 a?os-, Johnny Cash llam¨® al productor Rick Rubin. Era el 16 de mayo de 2003. Juntos, Rubin y Cash hab¨ªan pasado la d¨¦cada anterior produciendo una extraordinaria serie de ¨¢lbumes, todos ellos ganadores del Grammy y aclamados como los mejores de la carrera de la leyenda del country. Esos discos hab¨ªan borrado el recuerdo de 20 a?os de resultados humillantes como Look at them beans y canciones autopar¨®dicas "intencionalmente atroces" como Chicken in black (El pollo vestido de negro, una subversi¨®n del famoso apodo de Cash, El Hombre de Negro). Lo lanzaron para la generaci¨®n MTV y le devolvieron su dignidad. Pero Cash se estaba muriendo. Se esperaba que American IV: The man comes around fuera el ¨²ltimo de la serie. Ahora, casi ciego a causa de un glaucoma derivado de la diabetes, confinado a una silla de ruedas y atormentado por una tristeza inimaginable, Cash quer¨ªa grabar otro. "Tengo que ponerme a trabajar", explicaba. "Si no me dais algo que hacer todos los d¨ªas, me voy a morir".
"Dej¨¦ de concebirlo como m¨²sica y lo consideraba m¨¢s una terapia", dice Rubin. "Es lo que realmente era para ¨¦l. Probablemente lo fuera para todos nosotros". Durante esos ¨²ltimos meses de la vida de Cash, Rubin le acompa?¨® en la sagrada eucarist¨ªa diaria. Incluso cuando no estaban f¨ªsicamente juntos, el cantante llamaba a Rubin desde su casa de Tennessee y oficiaba, pidi¨¦ndole que se imaginara la hostia y el vino. Mientras tanto, Rubin, muy le¨ªdo en cuestiones de espiritualidad, salud y revelaci¨®n, hab¨ªa descubierto la obra de Phil Maffetone, un m¨¦dico especializado en nutrici¨®n para deportistas extremos. Despu¨¦s de convencerle para que volviera de su retiro para tratar a Cash, Maffetone logr¨® que el cantante se levantara y caminara en cuesti¨®n de semanas. Cuando otra complicaci¨®n diab¨¦tica oblig¨® a ingresar a Cash antes de morir a los 71 a?os, el 12 de septiembre de 2003, sus hijos declararon que Rubin hab¨ªa quedado m¨¢s pasmado que ellos. "Me impact¨® mucho", afirma Rubin. "Se hab¨ªa recuperado muy a menudo".
Cash se hab¨ªa pasado toda una vida mitificando al Hombre de Negro. Pero American V: A hundred highways (que se ha publicado este a?o, de modo p¨®stumo) es asombroso incluso seg¨²n sus criterios. En The evening train, una versi¨®n de Hank Williams, Cash contempla c¨®mo trasladan el ata¨²d de su esposa. En Like the 309, el ¨²ltimo tema que compuso, Cash canta: "Mirad, estoy bien. / Cargad mi caja en el 309". "Me parece realmente hermoso", comenta Rubin. "Es muy triste y conmovedor. Es brutal".
Que Rick Rubin, de 43 a?os, es el productor m¨¢s importante y con m¨¢s ¨¦xito de la m¨²sica moderna es un hecho. Pero no le hace justicia. Es evidente que Rubin es bastante m¨¢s que eso. Normalmente se contrata a los productores para que inyecten unas cualidades concretas y reconocibles a los discos que ayudan a esculpir. Por ejemplo, Trevor Horn (Pet Shop Boys, Seal) prefiere una ampulosidad sintetizada que evoca el sonido de los a?os ochenta. Timbaland (Missy Elliot, Nelly Furtado) crea canciones r&b que son a la vez extraterrenales y aptas para la radio. Phil Spector ten¨ªa su estratificado y orquestado muro de sonido. Pero no existe un sonido Rick Rubin. Carece de formaci¨®n musical. No sabe manejar las teclas y controles de volumen que se asocian con un estudio de grabaci¨®n. Rubin conf¨ªa en algo aparentemente m¨¢s prosaico.
"Es s¨®lo una cuesti¨®n de gusto", dice. "Trabajar desde una perspectiva muy ingenua es una ventaja para m¨ª. Es completamente emocional. Lo que hago no implica ninguna habilidad t¨¦cnica". Rubin trabaja como mentor: insiste en que el grupo haga todos los "deberes" (la composici¨®n) antes de poner siquiera un pie en el estudio, y les convence para que prueben cosas a las que no est¨¦n acostumbrados y las desnuden hasta llegar a lo que ¨¦l considera su ADN esencial. "?C¨®mo te gustar¨ªa crear tu mejor disco?", fue su t¨¢ctica para iniciar una conversaci¨®n con Neil Diamond. (Esa colaboraci¨®n, el ¨¢lbum 12 songs, revitaliz¨® la carrera del cantante).
En los a?os ochenta fue Rubin quien convenci¨® a Run-DMC para que grabaran Walk this way con Aerosmith, la canci¨®n que hizo llegar la m¨²sica rap a todo el mundo. En los noventa fue Rubin quien sugiri¨® a Red Hot Chili Peppers que pusieran m¨²sica a las reflexiones sobre la adicci¨®n a la hero¨ªna de Anthony Kiedis que hab¨ªa descubierto en el diario del cantante. Under the bridge, el resultado, elev¨® a una banda de envergadura media de Los ?ngeles al superestrellato. Fue Rubin quien compr¨® canciones como Hurt, de Nine Inch Nails; Personal Jesus, de Depeche Mode, y Rusty Cage, de Soundgarden, para Cash. Y fue Rubin quien insisti¨® -no con poca oposici¨®n- en que el mejor modo para que Neil Diamond encontrara su encanto era tocar la guitarra en el estudio, la primera vez en m¨¢s de 25 a?os.
En el ¨²ltimo a?o, las palabras "producido por Rick Rubin" han adornado las contraportadas de discos tan dispares como Taking the long way, de Dixie Chicks, Oral fixation Vol. 2, de Shakira, Stadium Arcadium, de Red Hot Chili Peppers (todos, n¨²mero 1 en Estados Unidos) y 12 songs, de Neil Diamond (n¨²mero 4, el mejor puesto de Diamond en 40 a?os de carrera). "Vi a Chris Rock una noche", comentaba recientemente Justin Timberlake. "Me dijo: '?Sabes con qui¨¦n deber¨ªas trabajar? Con Rick Rubin. Nunca hace nada mal'. Y yo respond¨ª: 'Tienes raz¨®n".
Rick Rubin tiene dos casas. Una mansi¨®n restaurada de 1923 en Hollywood que comparte con un enorme Buda de piedra, una estatua de Vishn¨², una serie de ventanas de vidrios de color con pinturas de Jes¨²s, un oso polar disecado de dos metros y medio y una amplia biblioteca de libros de magia y ocultismo. Su casa de Malib¨², que ha ocupado durante menos de un a?o, tiene bastantes menos toques personales. Uno est¨¢ obligado a dejar los zapatos y los calcetines en la puerta.
"Tendr¨¢s que disculparme un momento", dice Rubin con su voz suave y serena. "Tengo que grabar m¨²sica". Va vestido de blanco y regresa a un vasto sof¨¢ -tambi¨¦n blanco- en el que ¨¦l y un compa?ero miran hacia el centro de la sala: el equipo de alta fidelidad de Rubin. Dos altavoces, revestidos de madera maciza, se alzan m¨¢s de un metro y medio. El cable del altavoz tiene el grosor de una manguera de gas¨®leo. Rubin toquetea un MacBook y env¨ªa un MP3 al equipo. El compa?ero de Rubin, un ingeniero, est¨¢ all¨ª para tomar notas con su Blackberry. Rubin cruza los pies descalzos bajo una barriga considerable, cierra los ojos y escucha. La voz de Justin Timberlake llena la habitaci¨®n. "No soy un santo", canta. "Soy s¨®lo un hombre que tuvo el cielo y la tierra en la palma de la mano". Es una canci¨®n del esperado disco de la estrella, Future sex / Love sounds, previsto para el 12 de septiembre y que Rubin est¨¢ produciendo. Lo pone cuatro veces, en distintas tomas. Rubin se mesa la barba. "Sin duda, suena m¨¢s manso", concluye. "Antes ten¨ªa m¨¢s vida que ahora". Manda al ingeniero que realice los cambios necesarios y pasea por el jard¨ªn delantero. Las olas rompen m¨¢s abajo, en la playa.
"Cuando escucho m¨²sica en casa me encuentro en un buen estado mental", explica Rubin. "Me siento c¨®modo y relajado, y escucho el oc¨¦ano? Mi equipo de m¨²sica es mejor que el 99% de los estudios de grabaci¨®n. Me llevo el trabajo a casa para poder escucharlo, me acerca m¨¢s a la m¨²sica".
Frederick Jay Rubin se ha pasado la vida arrim¨¢ndose a la m¨²sica. Se cri¨® en Lido Beach, un suburbio neoyorquino de clase media-alta. Sus padres imaginaban que su ¨²nico hijo ser¨ªa m¨¦dico o abogado. Pero, desde los nueve a?os, Rubin estuvo obsesionado con la magia. "Actuaba en fiestas por toda Nueva York", explica. "Le dedicaba todo mi tiempo".
M¨¢s tarde se interes¨® por el punk rock, iba con gafas de sol al colegio y fund¨® un grupo, The Pricks. En la Universidad de Nueva York form¨® otro grupo, Hose, que ten¨ªa una versi¨®n punk de You sexy thing, de Hot Chocolate. Empez¨® a frecuentar clubes de rap en el Bronx y Harlem, algo excepcional en la ¨¦poca, teniendo en cuenta sus or¨ªgenes y color. Aunque Rubin consideraba que el rap era "el punk rock negro", le decepcionaba que la crudeza del sonido de los pinchadiscos nunca quedara reflejada en disco. A los 20 a?os pidi¨® prestados 4.000 euros a sus padres y produjo su primer single, It's yours, de T La Rock & Jazzy Jay, que mostraba el estilo extremadamente minimalista de Rubin: una monol¨ªtica caja de ritmos y poco m¨¢s.
"Realmente lo hice como aficionado", afirma. "Compraba todos los 12 pulgadas y ninguno de ellos era la misma experiencia que ir a un club". Cuando el promotor Russell Simmons lo escuch¨®, localiz¨® a Rubin. Desde el dormitorio de ¨¦ste, ambos fundaron Def Jam, que todav¨ªa es el sello de rap m¨¢s exitoso del mundo. Rubin produjo Licensed to Ill, de Beastie Boys (primer disco de rap en llegar al n¨²mero 1), fich¨® a Public Enemy y edit¨® discos de LL Cool J, la mayor estrella en solitario del rap de los ochenta. En cuesti¨®n de un a?o, Def Jam estaba haciendo tanto ruido que Columbia Records firm¨® un acuerdo de distribuci¨®n multimillonario.
A finales de la d¨¦cada, Rubin hab¨ªa ampliado su red para producir ¨¢lbumes de bandas de rock y metal como The Cult, Slayer y Danzig. Sin embargo, por aquel entonces Simmons consideraba que Def Jam deb¨ªa seguir siendo un sello de rap y r&b, y la pareja se separ¨®. Rubin se mud¨® a Los ?ngeles y cre¨® una nueva discogr¨¢fica, Def American (m¨¢s tarde suprimir¨ªa el Def). En 1991 volvi¨® a triunfar con Blood sugar sex magik, de Red Hot Chili Peppers. "Rick es uno de esos tipos raros que no dejan de mejorar", afirma Anthony Kiedis. "No le preocupa lo que ha hecho, en el sentido de que eso identifique qui¨¦n es ¨¦l; sencillamente, est¨¢ enamorado de la m¨²sica. Es ese chico universitario que descubri¨® su vocaci¨®n en la vida".
Actualmente, Rubin, un adicto al trabajo confeso, divide su tiempo entre ser director de un sello (para proyectos de American como los discos de Cash) y productor (todo lo dem¨¢s). American ha editado un ¨¢lbum del obsceno c¨®mico de derechas Andrew Dice Clay y la banda sonora de South Park. Tambi¨¦n en el curr¨ªculo de Rubin, Slayer grab¨® una canci¨®n "inspirada" en el m¨¦dico nazi Josef Mengele, Danzig se interes¨® en el culto a Sat¨¢n y Public Enemy ensalzaban el black power.
Rubin, que, por cierto, es jud¨ªo, reconoce que le atraen "las cosas inquietantes", est¨¢ en contra de la censura y cree firmemente en la libertad de expresi¨®n. "Pero inquietante podr¨ªa significar muchas cosas. Algo muy tranquilo y lento podr¨ªa resultar inquietante. Cuando estaba involucrado en el hip-hop parec¨ªa muy revolucionario. Ahora no lo parece tanto. Supongo que suelen gustarme los artistas singulares que est¨¢n apartados de lo que impera". En esta fase de su carrera, eso podr¨ªa significar trabajar con Dixie Chicks y Justin Timberlake. "Exacto", sonr¨ªe Rubin. "Eso es la izquierda".
Cuando Rubin se traslad¨® a California, dice que se volvi¨® "muy californiano". Fue vegetariano durante 14 a?os (recientemente ha vuelto a comer pescado y algunos productos l¨¢cteos, por consejo del m¨¦dico), evita la cafe¨ªna y practica la meditaci¨®n. A pesar de un aspecto f¨ªsico que indica lo contrario, dice que nunca ha probado las drogas y que s¨®lo se ha emborrachado una vez (en la universidad), cosa que odi¨®. Mike D, de los Beastie Boys, dice que cuando trabajaron juntos, los intereses de Rubin eran "la lucha, el porno y la m¨²sica". En su d¨ªa sali¨® con una actriz porno y era propietario de parte de una liga de lucha. ?Ser¨ªa justa la descripci¨®n de Mike D? "Probablemente s¨ª", responde Rubin. "Yo dir¨ªa que la lucha todav¨ªa ocupa un lugar en mi vida. El porno, probablemente no tanto".
En el rato que pas¨¦ con Rubin se presentaron Amanda, su novia desde hace tiempo, y Champa y Blue, dos perros puli. (Tambi¨¦n tiene varios ayudantes. En un momento dado, Rubin env¨ªa un texto y alguien va disparado a la cocina para preparar un batido prote¨ªnico de chocolate). La otra cosa que ocupa a Rubin es una b¨²squeda de la mejora espiritual. De los cuatro libros que actualmente est¨¢ leyendo, uno de ellos es una nueva traducci¨®n del Evangelio de Tom¨¢s, uno de los evangelios gn¨®sticos, que se anim¨® a desempolvar despu¨¦s de disfrutar de un libro del iluminado autor Gary R. Renard. Tambi¨¦n recomienda Autobiography of a yoghi, de Paramahansa Yogananda.
"Me interesa el mundo espiritual y cualquier m¨¦todo que nos una m¨¢s", afirma. "Es lo mismo que trabajar en la m¨²sica; me gusta la idea de hacer que todo sea lo mejor posible". Entonces, ?cree en la reencarnaci¨®n? "No estoy seguro. Yo dir¨ªa que me siento como un viejo esp¨ªritu. En realidad, nunca he intentado mirar mis vidas anteriores".
Despu¨¦s de un par de horas en compa?¨ªa del amable Rubin, es m¨¢s f¨¢cil comprender c¨®mo saca lo mejor de todo el mundo: rockeros podridos por las drogas, raperos militantes, reacios cantantes incendiarios, iconos del pop adolescente, sat¨¢nicos y un renqueante, deprimido y septuagenario Johnny Cash. Rubin rezuma la sensaci¨®n m¨¢s maravillosa de sosiego zen. Mientras se prepara para una tarde con la banda de rap-metal Linkin Park -"Escuchar algunas canciones nuevas, ver si podemos exprimirlas un poco m¨¢s, convertirlas en todo lo que pueden ser"-, le dejamos sentado tranquilamente en lo alto de su refugio de Malib¨², batido de chocolate en mano y otro futuro ¨¦xito en el est¨¦reo. El Gandalf del pop. El yogui de la m¨²sica.
? The Times Magazine.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.