Plut¨®n desde Euskadi
Instalados de nuevo en la vor¨¢gine y en los buenos prop¨®sitos. Agosto caduc¨®. Todo lo malo -ladran los crispadores oficiales de regreso en sus puestos, es decir, en sus p¨²lpitos- ha pasado en agosto en el solar dejado de su mano. Menos mal que regresan. El cuerpo necesita, al parecer, su dosis de ¨¢cido, su proporci¨®n de bilis y de humores siniestros. A muchos ciudadanos, seg¨²n rezan los estudios de audiencia de radios y peri¨®dicos, el cuerpo se lo pide, necesitan los vapores mef¨ªticos que desprenden algunas tertulias, determinadas cabeceras de prensa. La biolog¨ªa manda. Manda el libre mercado y su metabolismo, de manera que nada hay que objetar, la oferta y la demanda seguir¨¢n ordenando nuestras vidas que van hacia la mar de don Jorge Manrique, la mar que ya es el caos y el finisterre, ese extra?o horizonte de sucesos donde nada sucede y todo pasa. Porque han pasado cosas. Agost¨® ya pas¨®. ?Para qu¨¦ sirvi¨® agosto?
No me quiero olvidar en septiembre de que este ¨²ltimo agosto nos sirvi¨® para hablar de Plut¨®n, tan fr¨ªo y tan lejano y tan min¨²sculo y tan poco pensable. La ¨²ltima asamblea general de la Uni¨®n Astron¨®mica Internacional, celebrada en Praga, como ya todos saben, decidi¨® que el sistema solar se quede ¨²nicamente con ocho planetas cl¨¢sicos y de pleno derecho, degradando a Plut¨®n a la categor¨ªa de "enano". Algo nuevo bajo el sol y un nuevo cambio en las enciclopedias y los libros de texto. Nada del otro mundo, o quiz¨¢s s¨ª. Se admite que hubo error cuando se decidi¨®, tras su descubrimiento en 1930, convertir a Plut¨®n en planeta con todos los honores. El pasado, por tanto, resulta imprevisible, como todos deb¨ªamos saber y m¨¢s en este pueblo milenario, planeta descubierto por un grupo de astr¨®nomos rom¨¢nticos a finales del siglo XIX.
A Plut¨®n lo bautiz¨® una ni?a de apenas once a?os llamada Venetia Phair, una ni?a que hubiese encandilado a Lewis Carroll si no llega a cruzarse en su camino bastantes a?os antes la inquieta Alicia Liddle. Al pueblo milenario que usted y yo habitamos, mi querido lector, lo bautiz¨® un carlista melanc¨®lico, barbudo y cejijunto. Gracias a su descubrimiento disponemos de nombre y bandera y una etimolog¨ªa plutoniana. Por desgracia, el d¨ªa de este pueblo milenario es un d¨ªa cualquiera, exactamente igual que un d¨ªa portugu¨¦s, espa?ol o franc¨¦s. El d¨ªa plutoniano, sin embargo, cunde bastante m¨¢s, dado que el tiempo que tarda ese planeta enano en girar sobre su propio eje es de unas 153 horas, mientras que un a?o (el tiempo que tarda en girar alrededor del sol) equivaldr¨ªa a 249 a?os terrestres. As¨ª es sencillo acumular milenios y tomarse el tiempo necesario para reflexionar sobre la propia esencia y existencia.
Lo importante es que existe Plut¨®n, suponemos. ?Qu¨¦ relevancia tiene este cambio de estatus o de categor¨ªa? La provisionalidad gal¨¢ctica aparece en todo su esplendor. Uno piensa o intenta pensar en Plut¨®n y en su mente aparecen hip¨®tesis, teor¨ªas, puntos de referencia, variables infinitas, pocas seguridades, ninguna claridad. El universo, burrunta uno debajo de la luna de septiembre, debe ser algo parecido a un alud de acontecimientos simult¨¢neos, combinaciones y permutaciones y cadenas de consecuencias imprevisibles. Todo resulta demasiado grande. Pero en nuestra infinita peque?ez tambi¨¦n podemos contemplar el fen¨®meno. Las ¨®rbitas trazadas en el transcurso de nuestra propia vida no son tan diferentes.
Pero Plut¨®n existe. Aunque tal vez no sea suficiente y por eso hay nost¨¢lgicos que reclaman su rehabilitaci¨®n. Y, sin embargo, lo dicen los expertos, a Plut¨®n lo que le falta para ser y existir plenamente es cat¨¢strofes, movimientos tect¨®nicos, huracanes, galernas. Todo lo que nos sobra por aqu¨ª. Y procesos en marcha que nadie sabe bien en qu¨¦ dar¨¢n (retroacciones en cadena quiz¨¢s). Igual que aqu¨ª. De manera que existir no es bastante. Hacen falta m¨¢s cosas. Vida y muerte. Emisoras de radio deleznables y prensa amarilla. Es el precio del ser. Y al final y en el centro la palabra, la morada del ser del filonazi Heidegger. Cuestiones nominales. ?Cu¨¢ntas categor¨ªas de planetas queremos o podemos describir? No tendremos m¨¢s remedio que hablar, eso me temo bajo la luna blanda de septiembre, mientras alguna supernova est¨¢ explotando en medio del espacio, en este instante, o sea, hace un mill¨®n de a?os.
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