Gobierno y oposici¨®n
Como viene siendo costumbre en los comienzos de septiembre, las ejecutivas del PSOE y del PP se reunieron anteayer con el prop¨®sito de pasar revista a las principales cuestiones que vertebrar¨¢n el pr¨®ximo curso pol¨ªtico. La pre- campa?a ya iniciada para los comicios catalanes del 1 de noviembre y los preparativos para las auton¨®micas y municipales de mayo de 2007 hab¨ªan dado ya el d¨ªa anterior un inconfundible aire preelectoral a las intervenciones domingueras de los m¨¢ximos dirigentes de ambos partidos, que se disponen a movilizar a sus votantes hasta el final de la legislatura; el presidente del Gobierno cont¨® con la ventaja a?adida de anunciar la subida de las pensiones m¨ªnimas y el apartado m¨¢s vistoso del programa legislativo en tramitaci¨®n (como los proyectos sobre dependencia e igualdad de la mujer) de su tercer a?o de mandato.
Socialistas y populares coinciden a la hora de establecer el inventario de los problemas pendientes, nacidos durante este verano o procedentes de tiempos anteriores. Ese listado com¨²n abre paso, sin embargo, a una discrepancia absoluta, completa y radical sobre el diagn¨®stico de los conflictos que aguardan respuesta y las recetas que deben ser aplicadas para darles soluci¨®n o al menos alivio. Es cierto que las pautas gen¨¦ricas del sistema democr¨¢tico asignan al Gobierno la responsabilidad de tomar las decisiones y a la oposici¨®n la tarea de controlar al Ejecutivo; ahora bien, existen espacios o coyunturas que aconsejan cierta flexibilizaci¨®n temporal de esa r¨ªgida divisi¨®n del trabajo cuando resulta imprescindible responder de manera conjunta a desaf¨ªos de alcance global y de larga duraci¨®n que afectan a todos los ciudadanos y que no pueden ser resueltos mediante p¨®cimas m¨¢gicas. No se trata de que la oposici¨®n entregue un cheque en blanco al Gobierno en tales ocasiones o baje la guardia de la cr¨ªtica por sus errores; sin embargo, la permanencia hist¨®rica de los problemas, la continuidad institucional de los Estados y la alternancia en el poder de los partidos aconseja prudencia a la hora de proponer soluciones irreales que la oposici¨®n no podr¨¢ aplicar en su d¨ªa desde el Gobierno.
Ese ¨¢mbito donde el control de la mayor¨ªa por la minor¨ªa debe ser manejado con cautela no s¨®lo incluye la lucha contra el terrorismo y las l¨ªneas maestras de la acci¨®n exterior; tambi¨¦n la gesti¨®n estatal de las cat¨¢strofes medioambientales propias de la sociedad del riesgo y las estrategias a largo plazo ante movimientos migratorios que implican a la Uni¨®n Europea en su conjunto y que tienen sus ra¨ªces en la pobreza del continente africano exigen actuaciones sostenidas en el tiempo. Pero los dirigentes populares no parecen dispuestos a desaprovechar las oportunidades que les ha brindado durante las semanas veraniegas una serie encadenada de acontecimientos (desde los incendios en Galicia hasta los miles de inmigrantes africanos llegados a las costas canarias, pasando por las repercusiones del conflicto de L¨ªbano) para continuar haciendo una irresponsable oposici¨®n a cara de perro, olvidando que los mecanismos electorales del sistema pluralista les conducir¨¢n antes o despu¨¦s a encarar desde el poder problemas similares y dificultades an¨¢logas.
Las tres d¨¦cadas de r¨¦gimen constitucional han permitido a los dos grandes partidos de ¨¢mbito estatal -socialistas y populares- no s¨®lo alcanzar el Gobierno, sino tambi¨¦n comprobar las resistencias de la realidad a ser modificada mediante las milagreras f¨®rmulas que sus dirigentes recomendaban mientras estaban en la oposici¨®n. El entusiasmo despertado en las bases militantes del PP por las enmiendas a la totalidad presentadas a todas y cada una de las decisiones del Ejecutivo suscita como reacci¨®n compensatoria la desconfianza de los sectores moderados que saben distinguir entre el control razonado al poder y los chafarrinones demag¨®gicos de la descalificaci¨®n caricaturesca. Porque en esa lucha sin cuartel para derribar al Gobierno por cualquier procedimiento el PP no s¨®lo ha pecado de imprudencia: sus disparatadas acusaciones contra los socialistas -en alianza con el diario El Mundo y la radio de los obispos- por haber promovido o encubierto el atentado del 11-M y por pactar en secreto con ETA la rendici¨®n del Estado de derecho han roto los c¨®digos de lealtad de la oposici¨®n dentro de un sistema democr¨¢tico.
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