Lo que ustedes se pierden
No van a poder ver ustedes Lorca eran todos, el documental esc¨¦nico armado y dirigido por Pepe Rubianes, que deb¨ªa presentarse en el Espa?ol el pr¨®ximo d¨ªa 19, apadrinado por Mario Gas, director del espacio municipal madrile?o, y Alicia Moreno, concejal de Cultura.
No van a poder ver ustedes el espect¨¢culo que Rubianes present¨® en el Capitol barcelon¨¦s el pasado invierno y que permaneci¨® varios meses en cartel, con llenos frecuentes, y sin que se produjera el menor incidente, el menor alboroto, sino todo lo contrario. El ¨²nico alboroto, si se puede llamar as¨ª, lo presenci¨¦ yo la noche en que fui al Capitol: una espectadora, una mujer mayor que, a mi lado, lloraba a chorros, mordi¨¦ndose los labios de rabia sin dejar de aplaudir.
Lorca eran todos, escrib¨ª con motivo de su estreno, es "una funci¨®n que deber¨ªa verse en todas las escuelas: teatro c¨ªvico, honesto y valiente, en el que Rubianes rinde homenaje a toda una generaci¨®n, 'los miles de espa?oles dem¨®cratas -afirma- que sufrieron la misma suerte del poeta', y al esforzado teatro universitario de su primera juventud".
El montaje condensaba, en poco menos de dos horas, la ordal¨ªa de Lorca y su gente, desde la noche del 13 de julio de 1936, calientes todav¨ªa los cad¨¢veres de Calvo Sotelo y el teniente Castillo, cuando el poeta decide pasar su santo en Granada, en la Huerta de San Vicente, hasta la noche fatal del 19 de agosto, cuando, como hab¨ªa profetizado, cay¨®, con media Espa?a, en un pozo profundo.
Rubianes estaba presente todas las noches en el teatro y, antes de cada funci¨®n, sub¨ªa al escenario para apoyar a sus actores y homenajear a su primer profesor, un falangista que le pas¨® bajo mano una antolog¨ªa lorquiana, y al no menos falangista Luis Rosales, "de quien quiero lavar su honor -dec¨ªa- vilipendiado durante a?os, y decir bien claro que se jug¨® el tipo por Lorca", como probablemente ignoren quienes le han acusado de temible rompeEspa?as.
Unas semanas despu¨¦s, con la obra a¨²n en cartel, Rubianes lanz¨® unos cuantos exabruptos en un programa de TV-3. No ser¨¦ yo quien le aplauda por ello, pero tampoco le pedir¨ªa contenci¨®n (o correcci¨®n pol¨ªtica) a Lenny Bruce. Fue una respuesta, excesiva sin duda, a una derecha cavern¨ªcola y a toda una pandilla medi¨¢tica que lleva a?os insultando, calumniando y tergiversando, y que se rasg¨® las vestiduras ante el estallido del c¨®mico. Rubianes se excedi¨®, insult¨®, y luego pidi¨® excusas, dejando muy claro "de qu¨¦ Espa?a estaba hablando". Ellos jam¨¢s han sentido la necesidad de presentar excusas a nadie: es el pan suyo de cada ma?ana.
Pasan los meses, llega el verano, y Lorca eran todos se anuncia en el Espa?ol. Vuelve el siniestro (y previsible) aquelarre de voces pidiendo cabezas: se mezcla el incidente de TV-3 con una obra sobre Lorca, con la unidad de Espa?a, con "los dineros p¨²blicos" y con todo lo mezclable.
Llamo al Espa?ol para hablar con Mario Gas. Lo primero que me dice es que "Gallard¨®n no ha vetado la obra, sino que Pepe ha optado por retirarla de cartel ante el clima irrespirable de amenazas y manipulaci¨®n pol¨ªtica". Hablo con Concha Barral, jefa de prensa del teatro. "Pepe", me ratifica, "decidi¨® no estrenar para no poner en peligro la integridad de sus actores. Comunic¨® su decisi¨®n a Mario y a Alicia Moreno, y en la ma?ana de ayer fue informado Gallard¨®n, que en su comparecencia semanal en el Ayuntamiento hace p¨²blica la noticia antes de recibir el texto que Rubianes estaba preparando. ?Amenazas? Todas, diarias. Y una manifestaci¨®n convocada por el grupo Alternativa Espa?ola para el mismo d¨ªa del estreno. Y la Polic¨ªa Municipal en el teatro, comprobando la veracidad de las amenazas", concluye Concha Barral.
As¨ª las cosas, como dec¨ªa al principio, y a menos que algo cambie en los pr¨®ximos d¨ªas, parece claro que en el Espa?ol no se levantar¨¢ el tel¨®n para Lorca eran todos. No va a poder ver a Alejandra Jim¨¦nez, que daba espl¨¦ndidamente la alegr¨ªa, la pureza esencial del poeta, y la fuerza y convicci¨®n de su compromiso. Ni a Ainhoa Roca, que encarnaba a Emilia Llanos; ni a la formidable bailaora Laura Gal¨¢n, la Muerte que aterroriz¨® y fascin¨® a Lorca desde su ni?ez. No podr¨¢n aplaudir a Marian Bermejo, una actriz con poder¨ªo y densidad, perfecta en el rol de Isabel Garc¨ªa Lorca, ni a todos esos apasionados actores, j¨®venes y casi desconocidos, actuando con 10 sillas y una tela negra por todo decorado, en un espect¨¢culo que no esgrime otras armas que las de la sobriedad expositiva y el coraje teatral. Un espect¨¢culo que, decididamente, se merec¨ªa el aplauso del civilizado y culto p¨²blico madrile?o.El ¨²nico alboroto fue una mujer mayor que lloraba a chorros sin dejar de aplaudir
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