La cat¨¢strofe democr¨¢tica
El terror espectacular del 11-S en Nueva York, con sus dolorosos cap¨ªtulos posteriores en Madrid y en Londres, vino a escenificar dos tipos de cat¨¢strofes, relacionadas sin duda, pero que conviene no confundir. Por un lado, los televisores del mundo repitieron las im¨¢genes de un golpe cruel, masivo, exponente rotundo de la barbarie, pero muy bien calculado tanto en sus sofisticadas exigencias t¨¦cnicas como en sus efectos medi¨¢ticos. El espanto cient¨ªfico nos confirm¨® que los recursos del progreso ya no estaban s¨®lo en manos de la raz¨®n democr¨¢tica occidental. Por otro lado, sufrimos tambi¨¦n una respuesta catastr¨®fica de la legitimidad democr¨¢tica a las agresiones terroristas. Se juntaron, pues, dos cat¨¢strofes: el terror injustificable y una injustificable respuesta democr¨¢tica al terror. Si los conspiradores de la barbarie utilizaron para sus preparativos c¨¢lculos cient¨ªficos y medios caracter¨ªsticos de una sociedad avanzada, la respuesta de las autoridades olvid¨® de inmediato las ra¨ªces de la democracia y opt¨® por soluciones b¨¢rbaras. Resulta muy poco tranquilizador el territorio fronterizo que forman los fundamentalistas con tecnolog¨ªa moderna y los dem¨®cratas con recursos b¨¢rbaros.
El Gobierno de EE UU acentu¨® todo su poder medi¨¢tico para convencer a sus ciudadanos de que los nuevos tiempos exig¨ªan la renuncia a una parte de sus derechos y la apuesta decidida por las actitudes b¨¦licas, aunque para eso necesitasen violar la legalidad internacional. A trav¨¦s de mentiras y manipulaciones, se acus¨® de poseer armas de destrucci¨®n masiva a un Irak previamente desarmado, se relacion¨® a su presidente con el 11-S y se desat¨® un genocidio escalofriante, con armamentos prohibidos, cr¨ªmenes, torturas y todo tipo de crueldades, que s¨®lo sirvieron para alimentar el infierno y cerrar el paso a cualquier clase de di¨¢logo internacional. As¨ª que la cat¨¢strofe terrorista fue inmediatamente acompa?ada por una verdadera cat¨¢strofe democr¨¢tica, que dejaba sin legitimidad a la raz¨®n occidental. Era dif¨ªcil seguir sosteniendo la decencia de unas autoridades y de unos medios de comunicaci¨®n que hab¨ªan decidido, de acuerdo con sus intereses, sustituir la realidad por un simulacro de amenazas sin matices y de castigos sangrientos.
La doble cat¨¢strofe volvi¨® a repetirse el 11-M en Espa?a. Porque a la hora de analizar la historia y de comprender la actitud del pueblo espa?ol, conviene tambi¨¦n distinguir el terror de los atentados de Atocha y la gesti¨®n interesada de la tragedia que intent¨® hacer el Gobierno del Partido Popular. Pronto se pudo advertir que junto a los 192 cad¨¢veres y a los 1.700 heridos, hab¨ªa que contabilizar el cuerpo de la democracia espa?ola, afectado de una peligros¨ªsima hemorragia. Con una fe ciega en el control partidista de los medios p¨²blicos y en el apoyo de un notable imperio medi¨¢tico, el Gobierno quiso manipular la realidad para no sufrir un descalabro electoral. Una agresi¨®n de los fundamentalistas isl¨¢micos, en castigo de la participaci¨®n de Espa?a en la guerra injusta de Irak, pod¨ªa desde luego indignar a una poblaci¨®n que se hab¨ªa visto involucrada en el conflicto al margen de su voluntad. Pero lo que determin¨® la actitud p¨²blica, m¨¢s que el atentado mismo, fue la cat¨¢strofe democr¨¢tica de un Gobierno que ment¨ªa para hacer responsable a ETA de la cat¨¢strofe terrorista. El Gobierno falsific¨® los datos, ocult¨® informaci¨®n, neg¨® la evidencia y dio ¨®rdenes a las Embajadas y a sus representantes internacionales para que extendiesen la mentira por el mundo.
La jugada no sali¨® en este caso. Algunas informaciones nacionales e internacionales corrieron m¨¢s que las mentiras, y el Gobierno cay¨® en su propia trampa. Pero la dimensi¨®n de la cat¨¢strofe democr¨¢tica, sus peligros pasados y futuros, se revela en el orgullo herido de los encargados de manipular la informaci¨®n. M¨¢s de dos a?os despu¨¦s siguen afirmando que ellos no mintieron, aunque ello suponga acusar de complicidad con el terror no ya al PSOE, sino tambi¨¦n a muchas v¨ªctimas, y a ciudadanos, fiscales, jueces y responsables de la seguridad del Estado. La conspiraci¨®n secreta que imaginan sirve para acallar el fracaso de una conspiraci¨®n p¨²blica que intent¨® falsificar la realidad delante de la mirada at¨®nita de los espa?oles.
El orgullo herido es l¨®gico en los que se consideran con derecho a asumir la representaci¨®n del poder. De forma muy peligrosa se ha impuesto en la democracia espa?ola la inercia de unos medios que, no contentos con informar, reclaman el derecho de dictar la pol¨ªtica de los partidos. Y no est¨¢n dispuestos a admitir que su capacidad de simulacro pueda estrellarse a veces con la realidad. Cuando yo era ni?o, me encantaba el chiste del gitano andaluz que se declaraba culpable de la muerte de Kennedy en un cuartelillo de la Guardia Civil. Con un guantazo m¨¢s, habr¨ªa confesado ser el toro que mat¨® a Manolete. Tengo la impresi¨®n de que ahora estamos en el cuartelillo de una nueva representaci¨®n de la autoridad. Y nos van a estar dando guantazos hasta que confesemos que ETA prepar¨® el 11-M.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.