Convivir, integrar, codecidir
S¨®lo en una ocasi¨®n en 28 a?os de vigencia se ha modificado la Constituci¨®n de 1978. La peque?a reforma de art¨ªculo 13 (en 1992) afect¨® al derecho de sufragio pasivo de los extranjeros comunitarios, como exigencia del Tratado de Maastricht, admitiendo que pudieran ser candidatos a las elecciones municipales. No ha habido m¨¢s modificaciones constitucionales y mientras no se realicen otras (con el clima pol¨ªtico actual no son propicias), el voto de los extranjeros est¨¢ configurado como una excepci¨®n, no en pie de igualdad, proclam¨¢ndose como principio general: "Solamente los espa?oles ser¨¢n titulares de los derechos reconocidos en el art¨ªculo 23" (participaci¨®n en asuntos p¨²blicos).
Hay que buscar con seriedad un consenso que permita el sufragio a los inmigrantes
Las excepciones tienen unas restricciones evidentes: primero, que se trate de elecciones municipales, excluy¨¦ndose las generales y las auton¨®micas; y segundo, que venga establecida tal posibilidad por tratado o ley y atienda a principios de reciprocidad.
Aunque en 1978 la realidad europea estaba lejos (no ingresar¨ªamos hasta casi ocho a?os despu¨¦s), el art¨ªculo 13 vislumbraba la posibilidad limitada (incluso tras la ligera reforma de 1992) de apertura del sufragio de los europeos. Pero en aquel tiempo, incluso hace pocos a?os, la realidad actual del fen¨®meno emigratorio era ciencia-ficci¨®n. Parece que aunque a nuestras puertas sobreviven millones de personas en penosas condiciones, no nos pod¨ªamos imaginar que vinieran de forma masiva quienes tienen que huir de la miseria y buscar lo que all¨ª no tienen: esperanza. Ya est¨¢n aqu¨ª atra¨ªdos por nuestra prosperidad econ¨®mica, por nuestros procesos de regularizaciones, por nuestra posici¨®n geogr¨¢fica o ling¨¹¨ªstica y otros factores. Y van a seguir viniendo.
Junto a la falta de eficacia para controlar los flujos migratorios, la escasa coordinaci¨®n con las comunidades aut¨®nomas y la clamorosa ausencia de colaboraci¨®n de las instituciones europeas, hay algo esencial para tratar adecuadamente este asunto que tanto preocupa a los espa?oles: el rigor. Esto es contrario a la precipitaci¨®n y frivolidad del Gobierno al abordar este asunto, presentando el grupo socialista una iniciativa parlamentaria para posibilitar el voto en las elecciones dentro de nueve meses y, apenas dos d¨ªas despu¨¦s, frenando p¨²blicamente la vicepresidenta esa propuesta.
Pero ello ha suscitado un debate que es imprescindible hacer para tomar en el futuro una decisi¨®n de calado. Ojal¨¢ se oigan voces (y no gritos) que desde las diferencias aborden reflexivamente y con serenidad las ventajas e inconvenientes. Pero tambi¨¦n creo que actualmente hay abundantes y prioritarios frentes abiertos pendientes de solucionar en el tema migratorio.
El desarrollo de una "sociedad democr¨¢tica avanzada" (Pre¨¢mbulo de la Constituci¨®n de 1978) requiere un permanente impulso de los valores que lo sustentan. Entre ellos, cobra especial valor el de participaci¨®n. Soy decidido partidario de potenciar los cauces que hagan posible una sociedad m¨¢s participativa y m¨¢s abierta. Y en este sentido, est¨¢ el propiciar que los que est¨¢n viviendo y cotizando entre nosotros -y que ya son nosotros- puedan opinar, expresando su criterio sobre qui¨¦nes est¨¢n m¨¢s indicados para resolver los problemas de la sociedad -ellos tambi¨¦n lo son- y dirigir las instituciones. Es necesario que junto a unos derechos asistenciales, llegue una generaci¨®n de derechos pol¨ªticos a los que habiendo venido de lejos forman parte ya de nuestra realidad. Incluso, recientemente se han publicado los datos de la m¨¢s que decisiva aportaci¨®n de los trabajadores extranjeros al crecimiento de la econom¨ªa espa?ola en estos 10 ¨²ltimos a?os. Si contribuyen a ello, ?por qu¨¦ dejarles fuera?
Voces respetables hablan de exigir un grado de integraci¨®n previa para concederles un derecho de sufragio. Sin perjuicio de marcar la exigencia de un plazo de antig¨¹edad de empadronamiento (y efectiva residencia), lo cierto es que la evaluaci¨®n previa de la integraci¨®n puede prestarse a criterios localistas que, en alg¨²n supuesto, acaso escondan planteamientos xen¨®fobos. Pero m¨¢s que la exigencia previa de integraci¨®n, el derecho de sufragio a los inmigrantes ser¨ªa un mecanismo efectivo de integraci¨®n. Dejarles fuera, marginarles en derechos, considerarlos ciudadanos de segunda o tercera categor¨ªa o meros sujetos pasivos de lo que los nativos deciden, es un inequ¨ªvoco instrumento para conseguir que no exista integraci¨®n, es una garant¨ªa de m¨¢s marginaci¨®n y caldo de cultivo para el crecimiento de un futuro planteamiento antisistema, siendo cercanos los ejemplos en Europa.
Si no se decide abordar una reforma de la Constituci¨®n, hay que ser consciente de las limitaciones que ¨¦sta impone, pues no s¨®lo el derecho de sufragio queda limitado a las elecciones locales, sino que mientras que unos inmigrantes podr¨ªan ejercer ese derecho, otros no. As¨ª, emigrantes provenientes de la dictadura cubana, China u otras donde no hay elecciones, no podr¨ªan acogerse a la exigencia de reciprocidad. Por otro lado, hay pa¨ªses con los que existen convenios y por tanto podr¨ªan votar como es el caso de Argentina, Venezuela o Colombia. En cambio, con los dos pa¨ªses desde donde m¨¢s nos llegan inmigrantes, Marruecos y Ecuador, no hay tratado firmado por lo que sus nacionales no podr¨ªan votar. ?Es esto l¨®gico? Por otra parte, no debemos desconocer que en algunos municipios el n¨²mero de inmigrantes no s¨®lo es creciente y decisivo sino ya en algunos casos es similar al potencial de votantes espa?oles.
Soy, pues, a¨²n consciente de las dificultades, decidido partidario de facilitar el sufragio de los inmigrantes, incluso reformando en el futuro la Constituci¨®n para ampliar las posibilidades. Con ello, lograr¨ªamos implicar m¨¢s a los inmigrantes, hacerles m¨¢s miembros de la comunidad y m¨¢s part¨ªcipes de los valores de convivencia democr¨¢ticas. Lograr¨ªamos, en definitiva, que pueda existir una mejor integraci¨®n, no desde la mera tolerancia (que implica superioridad) sino desde la igualdad (art¨ªculo 14).
Pero igualmente soy decidido partidario de que se haga un debate reflexivo, no improvisado ni descalificador, que permita la b¨²squeda de soluciones consensuadas de las que hoy estamos tan carentes como necesitados.
Jes¨²s L¨®pez-Medel es diputado por Madrid (PP). Vocal de la Comisi¨®n Constitucional y la de Asuntos Exteriores del Congreso. Relator de Derechos Humanos, Democracia y Ayuda Humanitaria de la OSCE.
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