Vasili Grossman y su despiadado tiempo
Antony Beevor edita los cuadernos de la II Guerra Mundial del escritor ruso
"En los campos de trabajo de Polonia, las SS actuaban como si se tratara de cultivar coliflores o patatas", escribi¨® Vasili Grossman (Berdichev, 1905-Mosc¨², 1964) en su art¨ªculo El infierno de Treblinka, publicado en noviembre de 1944 y que luego fue citado en el Tribunal de N¨²remberg. Poco antes hab¨ªa anotado que "sobriedad, tes¨®n y una limpieza extremada son buenas cualidades t¨ªpicas de muchos alemanes". Lo que ven¨ªa despu¨¦s era una descripci¨®n exacta, que pone los pelos de punta, de c¨®mo funcion¨® la maquinaria de destrucci¨®n del campo de Treblinka.
Vasili Grossman hab¨ªa llegado all¨ª junto a las tropas sovi¨¦ticas en julio de ese mismo a?o. "Su reconstrucci¨®n fue tan precisa, con tal lujo de detalles y tan minuciosa porque pudo estar presente en los interrogatorios que hicieron los oficiales rusos a cuantos hab¨ªan sobrevivido, fueran v¨ªctimas o verdugos; con todo ese material pudo elaborar una descripci¨®n de primera mano de lo fue el horror", explica Antony Beevor, que acaba de publicar, junto a Luba Vinogradova, Un escritor en guerra. Vasili Grossman en el Ej¨¦rcito Rojo, 1941-1945 (Cr¨ªtica), la edici¨®n de los cuadernos de notas que el escritor ruso redact¨® durante la II Guerra Mundial mientras acompa?aba al Ej¨¦rcito sovi¨¦tico. Beevor los descubri¨® cuando preparaba su libro sobre la batalla de Stalingrado en el Archivo Estatal Ruso de Literatura y Artes. "Nadie sab¨ªa que se hab¨ªan conservado, ni c¨®mo llegaron all¨ª, ni c¨®mo sobrevivieron a las pesquisas de la eficaz investigaci¨®n de los servicios secretos de Stalin".
Beevor: "Grossman era capaz de contar un sinf¨ªn de detalles de los individuos"
Hay similitudes entre los que cubr¨ªan la guerra entonces y los que lo hacen ahora
El texto sobre Treblinka lo elabor¨® Grossman a partir de las notas de sus cuadernos. Los empez¨® el 5 de agosto de 1941 cuando parti¨® hacia el frente por orden del general David Ortenberg, director de Estrella Roja, el peri¨®dico oficial del Ej¨¦rcito Rojo que era tambi¨¦n le¨ªdo con avidez por la poblaci¨®n civil. No tarda en contar de la fiereza de los alemanes cuando atacan borrachos, de las bombas que lanzan los Junkers, del pavor que se desencadena cuando se escucha la presencia de los Messerschmidts. Apunta: "La imagen de Gomel ardiendo en los ojos de una vaca herida" y tambi¨¦n que "un piloto escap¨® atravesando las l¨ªneas enemigas en ropa interior, sin soltar su rev¨®lver", o que el cohete que se le escap¨® a un joven recluta "alcanz¨® al jefe del Estado Mayor en el trasero". Su balance pocos d¨ªas despu¨¦s de ver lo que ocurre en primera l¨ªnea es rotundo: "?S¨ª, ha comenzado un tiempo despiadado, un tiempo de plomo!".
"Lo m¨¢s interesante de las notas de Grossman es su capacidad para contar un sinf¨ªn de detalles relacionados con los individuos", explica Beevor. "No sab¨ªa gran cosa de ciencia militar y tuvo que ponerse a estudiar sobre estrategia y sobre armamento y tecnolog¨ªa, pero lo m¨¢s revelador es siempre su capacidad de reflejar la vida del frente. No era uno de esos periodistas que cubren la guerra desde un hotel y transmiten las notas oficiales de los comisarios. Iba con las tropas y supo crear un clima de confianza tal que tanto soldados como oficiales le contaban lo que padec¨ªan con todo detalle. ?l no tomaba notas cuando le hablaban, lo que suele intimidar. Escuchaba y luego escrib¨ªa en sus cuadernos. Lo que cuenta es verdad, pero seguramente no se corresponde palabra a palabra con lo que le dijeron".
Cuando la temible Wehrmacht, el Ej¨¦rcito de Hitler, invadi¨® Rusia el 22 de junio de 1941, Vasili Grossman se present¨® inmediatamente para alistarse como voluntario en las tropas sovi¨¦ticas. Ten¨ªa 35 a?os, pero lo consideraron in¨²til para cualquier tarea militar. Hab¨ªa nacido en la ciudad ucrania de Berdichev, en el seno de una familia jud¨ªa. Sus padres se separaron, as¨ª que vivi¨® una infancia que lo llev¨® de un lado a otro. Estudi¨® qu¨ªmica, se cas¨® y tuvo una hija, se separ¨®. Trabaj¨® como ingeniero en una mina. Lo dej¨® pronto para dedicarse a escribir. Public¨® dos novelas siguiendo los patrones del realismo socialista y uno de sus cuentos fue elogiado por Bulgakov y Gorki, dos de los grandes referentes de la literatura rusa de entonces.
La posibilidad de cubrir lo que ocurr¨ªa en el Ej¨¦rcito Rojo para publicarlo en su peri¨®dico oficial lo salv¨® de la crisis en que la que cay¨® cuando lo rechazaron como combatiente. As¨ª que sali¨® para el Frente Central. Vivi¨® el bombardeo de Gomel, la larga huida de Orel cuando se acercaron las tropas alemanas, el cerco de Kiev, el frente de Briansk. Estuvo con el 50? Ej¨¦rcito, que mandaba un general que hab¨ªa estado en la Guerra Civil espa?ola: "Petrov grita palabras espa?olas que suenan fuera de lugar aqu¨ª, bajo este cielo de oto?o, sobre este suelo h¨²medo", anot¨® en sus cuadernos.
"Son muy peque?os", dice Antony Beevor, "llenos de apuntes escritos con una letra menuda. Cuando Luba y yo los descubrimos, quedamos fascinados por la cantidad de informaci¨®n que contienen sobre lo que ocurri¨® en el frente, sobre c¨®mo vivieron la guerra quienes la hicieron y quienes la padecieron. A las autoridades sovi¨¦ticas les interesaba que fueran escritores, y no s¨®lo periodistas, los que informaran sobre lo que ocurr¨ªa en los campos de batalla. Enviaron a Grossman, a Ehrenburg, a Simonov... Hay muchas similitudes entre los que cubr¨ªan la guerra entonces y los que lo hacen ahora. Hay tambi¨¦n diferencias: hoy es m¨¢s f¨¢cil escabullirse de la censura gracias a las nuevas tecnolog¨ªas. Entonces la informaci¨®n no era instant¨¢nea, tardaban unas semanas en aparecer los textos, hab¨ªa m¨¢s tiempo para elaborarlos".
"Stalingrado ha ardido. Tendr¨ªa que escribir mucho para describirlo. Stalingrado ha sido incendiada. Stalingrado est¨¢ en cenizas. Est¨¢ muerta. La gente est¨¢ en los s¨®tanos. Todo ha ardido", escribi¨® Grossman cuando le toc¨® contar que "la guerra ha llegado al Volga". Corr¨ªa el a?o 1942 y muchas de las notas que tom¨® entonces le sirvieron para construir sus novelas, como la c¨¦lebre Vida y destino, que pasa por ser una de las piezas m¨¢s brillantes sobre el estalinismo.
"Con el paso del tiempo, aquel hombre desgarbado que hab¨ªa sido rechazado como soldado se convirti¨® en un tipo fornido, que aguant¨® todas las penalidades de la guerra y en el que coincid¨ªan, cosa muy rara, la valent¨ªa f¨ªsica con la valent¨ªa moral", comenta Beevor. "Cont¨® cuanto hab¨ªa visto, incluso la violencia y la brutalidad con la que trataron los soldados sovi¨¦ticos a las mujeres alemanas en su avance hacia Berl¨ªn. Fueron tan salvajes algunas violaciones que algunas notas, que finalmente no se han incluido, eran pura pornograf¨ªa y ofensivas para cualquier mujer".
El observador meticuloso e implacable
Fragmentos de los apuntes de Vasili Grossman, que Antony Beevor y Luba Vinogradova han editado en Un escritor en guerra (Cr¨ªtica).
- En el frente de Briansk (1941). "El interrogatorio de un traidor en un peque?o prado, un d¨ªa de oto?o tranquilo y claro, con un sol suave y agradable. Lleva barba crecida y viste un abrigo ra¨ªdo marr¨®n rojizo y una gran gorra de campesino. Desert¨® hace varios d¨ªas y fue capturado la noche pasada en la primera l¨ªnea, cuando trataba de regresar a nuestra retaguardia vistiendo esa ropa campesina que parece sacada del vestuario de una ¨®pera. Los alemanes lo hab¨ªan comprado por 100 marcos. Volv¨ªa para localizar cuarteles generales y aer¨®dromos. 'Pero si s¨®lo fueron 100 marcos', dice arrastrando las palabras. Piensa que la modestia de esa suma podr¨ªa hacer que lo perdonaran".
- En Stalingrado (1942). Testimonio del francotirador Anatoli Ivanovich Chejov: "Cuando recib¨ª el fusil no pod¨ªa ni pensar en matar a un ser humano: un alem¨¢n estuvo all¨ª durante unos cuatro minutos, hablando, y le dej¨¦ ir. Cuando mat¨¦ al primero, cay¨® inmediatamente. Otro corri¨® y se inclin¨® sobre el muerto, y lo tumb¨¦ tambi¨¦n... Cuando mat¨¦ por primera vez me ech¨¦ a temblar: ?Aquel hombre s¨®lo iba a conseguir algo de agua! Sent¨ª miedo: ?Hab¨ªa matado a una persona! Entonces record¨¦ a nuestro pueblo y comenc¨¦ a matarlos sin piedad".
"Cuando uno entra en un b¨²nker y en las oficinas subterr¨¢neas de los oficiales y soldados, siente de nuevo un ardiente deseo de retener en la memoria los notables rasgos de esa vida tan peculiar. Las l¨¢mparas y la chimenea hechas a partir de vainas de artiller¨ªa, tazas hechas con sus culotes junto a los vasos de cristal sobre las mesas. Y un volumen de Shakespeare en la oficina subterr¨¢nea del general Gurov... Toda esa vida cotidiana son apacibles cosas hogare?as rescatadas de los edificios incendiados".
- El campo de concentraci¨®n de Treblinka (1944). "Sabemos de la muerte por hambre, de la gente hinchada a la que llevaban en carretillas al otro lado del alambre de espino y la fusilaban. Conocemos las incre¨ªbles org¨ªas de los alemanes, c¨®mo violaban a las chicas y las mataban inmediatamente despu¨¦s, c¨®mo un alem¨¢n borracho le cort¨® los pechos a una mujer con un cuchillo, c¨®mo arrojaban a la gente desde una ventana a seis metros del suelo, c¨®mo una compa?¨ªa borracha sacaba por la noche de los barracones entre 10 y 15 prisioneros para practicar diferentes formas de asesinato, sin prisa, disparando a los hombres condenados en el coraz¨®n, en la nuca, en un ojo, en la boca, en la sien...".
- Camino de Berl¨ªn (1945). "A las mujeres alemanas les est¨¢n sucediendo cosas horrorosas. Un alem¨¢n educado cuya mujer ha recibido 'nuevos visitantes' [soldados del Ej¨¦rcito Rojo] explica con gestos expresivos y palabras rusas entrecortadas que ha sido violada hoy por 10 hombres. La se?ora est¨¢ presente".
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