"Utilizo cascos de tiro al plato para aislarme del ruido"
Comerciantes y vecinos de la zona se quejan de las incomodidades de convivir con las obras
Mientras los cuatro colosos siguen creciendo a m¨¢s de cien metros de altura, a ras de suelo comerciantes y vecinos sufren a diario las incomodidades de convivir con una obra de enormes dimensiones. En el lateral del paseo de la Castellana la acera ha sido tomada por las m¨¢quinas: no se puede circular; la gente sortea a los obreros, traga el polvo y soporta el ruido machac¨®n de las taladradoras.
"Yo me tengo que poner cascos de tiro al plato para aislarme. ?Estoy sitiada!", exclama Natividad Bernal, due?a de un quiosco en la zona que ha quedado atrapado entre las obras. La mujer habla a gritos: es la ¨²nica manera que tiene para hacerse o¨ªr entre el ruido. Este a?o apenas ha podido desplegar los coleccionables alrededor de su negocio. "Me da igual si luego, con los rascacielos funcionando, va a pasar mucha gente por aqu¨ª. Con que me quede como estaba antes me conformo", cuenta la quiosquera. Una vecina se acerca a comprar al quiosco y tambi¨¦n se queja. Y otra y otra. "Yo estoy tan cerca de la obra que saludo desde mi ventana a los obreros", afirma una mujer.
"Si va a pasar tanta gente algo nos beneficiar¨¢. Hasta ahora todo son disgustos"
Al lado del quiosco, y entre las obras, se amontonan las sillas del bar de men¨²s que regenta Manolo Lizarte. Este verano no ha podido poner la terraza en la calle, pero aun as¨ª el Ayuntamiento le envi¨® el pasado julio una factura por la licencia de 4.800 euros. "Se la he mandado de vuelta al Ayuntamiento, junto con mi abogado", afirma indignado.
Este hombre asegura que nadie le ha informado de las obras que sufre a la puerta de su local. "Yo s¨¦ lo que me cuentan los obreros: que justo enfrente de mi bar va a ir una salida de emergencias del t¨²nel", se lamenta. Antonio Ruano, due?o de una tienda de ultramarinos, asegura que sus ventas han descendido "hasta un 80%" por culpa de los trabajos en la antigua Ciudad Deportiva. "Los clientes ya no pueden aparcar en la puerta. El otro d¨ªa uno compr¨® una botella de vino y me dijo que con lo que le hab¨ªa costado llegar y el precio del parking le hab¨ªa salido casi como si se hubiese llevado un Vega Sicilia", se queja.
Los rascacielos tambi¨¦n han obligado a desplazar de sitio a dos puestos callejeros: uno de flores y otro quiosco que hay justo en la entrada del hospital La Paz. "Ya no s¨¦ cu¨¢ntos metros nos han movido. Y es que adem¨¢s hay rumores de que en las torres van a poner tambi¨¦n tiendas. Y si es as¨ª nos van a terminar de hundir", asegura Jes¨²s Sanz, due?o del puesto de flores.
Despu¨¦s del sufrimiento, este hombre espera ver los resultados. "Digo yo que si va a pasar tanta gente pues algo nos beneficiaremos, porque hasta ahora todo han sido disgustos", explica, mientras se?ala el agujero que tiene en el toldo: "Esto me lo ha hecho una chispa que cay¨® la otra noche durante el incendio de uno de los rascacielos ". Sanz tambi¨¦n tiene problemas a diario para poder aparcar su furgoneta, cargada de plantas y flores, ya que por culpa de las gr¨²as ya no saben d¨®nde dejarla.
Los taxistas de la parada del hospital La Paz, a cien metros de los cuatro rascacielos, tambi¨¦n est¨¢n expectantes por la repercusi¨®n de los rascacielos en su negocio. P¨ªo G¨®mez, que lleva 30 a?os como taxista en la misma parada, no lo tiene muy claro. "Los rascacielos tendr¨¢n su propia parada de taxis; y encima aqu¨ª habr¨¢ much¨ªsimo l¨ªo de tr¨¢fico. La verdad, no creo que vayamos a beneficiarnos mucho", concluye.
Las cuatro torres de Babel
En las obras de los cuatro rascacielos de la antigua Ciudad Deportiva se habla espa?ol, pero tambi¨¦n ingl¨¦s, franc¨¦s, italiano, ¨¢rabe, rumano, polaco... Obreros de m¨¢s de diez nacionalidades se reparten por las distintas torres. Son alba?iles, ferrallistas, carpinteros. A algunos les ha tocado trabajar en los pisos m¨¢s altos.
En la torre de Repsol, por ejemplo, trabajan operarios de Marruecos, Mal¨ª, Senegal, Guinea-Bissau, Ecuador, Chile, Bolivia, Per¨², Rumania, Polonia, Portugal e Italia. "Pero los espa?oles seguimos siendo mayoritarios", explica uno de ellos, que asegura que los idiomas no son un problema para coordinarse. Los responsables de las obras dan los cursos de seguridad en espa?ol, ingl¨¦s, franc¨¦s y alem¨¢n.
En el rascacielos que construye la Mutua Madrile?a de Automovilismo, conocida como la Torre de Cristal, trabajan "portugueses, polacos, rusos, africanos y latinoamericanos", seg¨²n fuentes de la empresa. El ecuatoriano C¨¦sar Serrano se encarga, de ocho de la ma?ana a ocho de la tarde, de subir y bajar en el montacargas que recorre de arriba abajo el rascacielos de Repsol. Es su ¨²nica misi¨®n desde hace tres meses y tiene su importancia: el ascensor llega hasta los 100 metros de altura y est¨¢ continuamente subiendo y bajando, lleno de obreros. "De momento no me he quedado nunca encerrado", concluye.
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