La moral y Kashechkin
Mientras Valverde buscar¨¢ recuperar el ¨¢nimo, Vinok¨²rov da las gracias a su compatriota
?ngela, tan feliz de costumbre, tan acostumbrada a pasear por la meta con el ramo de flores de su marido, de Alejandro Valverde, siempre triunfador, lo recibi¨® ayer en Granada con una mueca de compasi¨®n en el rostro, p¨¢lido, apenas escondida detr¨¢s de unas enormes gafas negras. Y su Alejandro, que llegaba ciego, y no s¨®lo por las gafas negras que tambi¨¦n escond¨ªan su mirada, ni siquiera la vio, segu¨ªa recto, mirando a ninguna parte, hasta que ella casi se le ech¨® encima y le fren¨®, y le dio un ligero achuch¨®n en el brazo, resbaladizo de sudor, de pena. "La moral, la moral", repiten en su equipo. "La moral", dice Eusebio Unzue, su director. "Antes de pensar en recuperar tiempo, antes de saber qu¨¦ podemos hacer para ganar la Vuelta, tenemos que recuperar la moral, tenemos que lograr que Alejandro se recupere del golpe". El golpe f¨ªsico, la p¨¦rdida del maillot amarillo, aunque s¨®lo sea por 9s; el golpe moral, la p¨¦rdida de la sensaci¨®n de invencibilidad, el descubrimiento de la propia vulnerabilidad, el saber que hay d¨ªas en los que todo puede salir mal. Y as¨ª, consciente de todo ello, declara: "No pienso ahora en ganar tiempo en La Pandera, sino en no perderlo".
La Pandera, hoy, en las afueras de Ja¨¦n, entre terrazas geom¨¦tricas de olivos, es el ¨²ltimo puerto de la Vuelta; es tambi¨¦n el lugar donde en 2003 Alejandro Valverde, entonces un pipiolo de 23 a?os, descubri¨® que era muy bueno, mejor incluso de lo que pensaba. Gan¨® la etapa por delante de escaladores consumados como Heras y Sevilla. Se sinti¨® grande. La Pandera es, para Alexander Vinok¨²rov, un enigma, un agujero negro, una altura en la que nunca ha estado. "Pero no me preocupa", dice, "no creo que haya all¨ª grandes diferencias. La Vuelta se decidir¨¢ el s¨¢bado en la contrarreloj". El s¨¢bado, pen¨²ltima etapa, 27,5 kil¨®metros llanos contrarreloj alrededor de Rivas Vaciamadrid, territorio Vinok¨²rov.
?La moral? La moral para los kazajos es otro agujero negro, un concepto desconocido porque se da por descontada. Los kazajos no dudan. Terminan una etapa tan dura como la del martes en Calar Alto, termina Kasheckin asfixiado y empapado; termina Vinok¨²rov harto de atacar, harto de que Valverde le responda a todos los ataques, y s¨®lo transmiten un mensaje: "ma?ana atacaremos m¨¢s. Y seguiremos atacando hasta que Valverde ceda". Hasta ayer mismo. "Se trata de eso", dice Vinok¨²rov minutos despu¨¦s de alcanzar el primer maillot de l¨ªder de una gran ronda en su carrera. "De atacar, de atacar, de atacar, de aislar a Valverde y de hacer la diferencia en los ¨²ltimos kil¨®metros". No hay m¨¢s t¨¢ctica, no m¨¢s interrogantes. Pero s¨ª un poco de teatro.
La noche anterior al recorrido de Granada, Kashechkin hizo llegar a sus rivales el mensaje de que estaba acabado, de que su desfallecimiento en Calar Alto no se hab¨ªa debido ni a la lluvia, ni al fr¨ªo, ni a ninguna circunstancia excepcional, sino simplemente a que estaba agotado, a que una carrera de tres semanas era demasiado para ¨¦l, que no pod¨ªa m¨¢s. A la ma?ana siguiente, ayer mismo, en el puerto de Albond¨®n -oh c¨®mo odian los ciclistas empezar ya la etapa cuesta arriba, desde el mar hacia las Alpujarras, las monta?as que cierran el horizonte-, Kashechkin, recuperado, un chico nuevo, empez¨® su recital de ataques. Valverde supo inmediatamente de qu¨¦ iba a ir el d¨ªa. Y Vinok¨²rov, el ciclista que pone sus piernas, su incre¨ªble fuerza, su tremenda energ¨ªa, su rostro inescrutable, al servicio de los designios de Kashechkin, as¨ª lo reconoci¨® finalmente. "Tengo que dar las gracias al equipo, todo ha salido perfecto gracias a su trabajo", dijo el l¨ªder de la Vuelta, que el s¨¢bado cumplir¨¢ 33 a?os. "Y en especial a Kashechkin".
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