Diario de lluvia
El tipo de lluvia que estos d¨ªas ha ca¨ªdo sobre Barcelona obligaba a tomar medidas. A diferencia de lo que ocurre en otros momentos del a?o, si cog¨ªas el paraguas era para utilizarlo y no para comprobar que cada vez que prev¨¦s usarlo sale el sol. El martes por la ma?ana, incluso el alcalde Hereu vio como un elemento meteorol¨®gico puede dar al traste con los buenos prop¨®sitos de circulaci¨®n fluida. Por la noche, la tromba dej¨® inutilizados algunos sem¨¢foros y puso a prueba los dep¨®sitos de aguas pluviales, que a primera vista funcionaron mejor que cuando las cloacas se reventaban y sal¨ªan a la superficie los restos de muchos naufragios. El buen drenaje no impidi¨® que cientos de espectadores que sal¨ªan de ver el Bar?a-Levski blasfemaran a coro para lamentar la inoportunidad de unos chaparrones que estuvieron a punto de cargarse el espect¨¢culo futbol¨ªstico.
El mi¨¦rcoles por la ma?ana, los que aprovechamos las pausas de tiempo estable para resolver unos cuantos recados (alg¨²n soci¨®logo deber¨ªa estudiar la dimensi¨®n del recado) pudimos comprobar que las obras y la vulnerabilidad de la red de sem¨¢foros no agilizaban los desplazamientos. Pese a los rumores de que se hab¨ªa estropeado, el metro funcionaba y, si lograbas sortear los charcos de los vest¨ªbulos, resolv¨ªa buena parte de la movilidad masiva. Primera comprobaci¨®n: hay que ver la cantidad de gente que anda por la ciudad haciendo recados en horas de trabajo.
En el paseo de Gr¨¤cia, volvimos a ser sorprendidos por una pesada cortina de agua. Tuvimos que recurrir al ancestral sistema de buscar un refugio a mano y, en la medida de lo posible, gratuito. La metodolog¨ªa a imitar, observ¨¦, es la que practican los turistas. Si se huelen que el chaparr¨®n es moment¨¢neo, se arriman a la pared o buscan refugios estrat¨¦gicos no demasiado alejados de la Casa Batll¨® o La Pedrera. Si la intensidad amenaza con durar m¨¢s de lo estrictamente necesario, recurren a refugios de mayor aforo, como la marquesina del Banco Pastor (Arag¨®-paseo de Gr¨¤cia), el acceso al Boulevard Rosa y, un poco m¨¢s al sur, el vest¨ªbulo del Novedades, ideal para contemplar c¨®mo cae la lluvia. Fuimos varios los que, desde all¨ª, miramos caer la lluvia, ese gran espect¨¢culo. Nadie dec¨ªa nada y record¨¦ un pasaje de Industrias y andanzas de Alfanhu¨ª, de Rafael S¨¢nchez Ferlosio: "Las mismas cosas tienen, en distintos d¨ªas, distintos modos de acontecer, y lo que ocurri¨® bajo la lluvia, s¨®lo bajo la lluvia puede ser contado". Desde aquel privilegiado observatorio, comprobamos que hay superhombres que ni se inmutan y siguen andando como si la lluvia no fuera con ellos y tuvieran alguna virtud anfibia o alma de neopreno. Otras personas corr¨ªan dando saltos y con cara de fastidio (es duro comprobar que las chancletas no son el calzado adecuado para este inminente oto?o) o pon¨ªan en pr¨¢ctica el recurso de protegerse con un peri¨®dico, mayoritariamente gratuito (no vi a nadie con una bolsa de celof¨¢n en la cabeza, ?se habr¨¢ perdido esta costumbre?).
El vest¨ªbulo de la cadena SER (calle de Casp) tambi¨¦n acogi¨® a alg¨²n peat¨®n empapado. Gracias a ciertas influencias, consegu¨ª cruzar la calle, sortear los servicios de seguridad de la emisora y refugiarme en los s¨®tanos, all¨ª donde palpita una hiperactiva infraestructura radiof¨®nica. Me cruc¨¦ con Andreu Mart¨ªn, del que siempre me sorprende que tenga tan buen car¨¢cter y escriba esas historias sanguinarias y perversas de asesinos y psic¨®patas. En una especie de sala de espera, el gran Llu¨ªs Permanyer charlaba con unas compa?eras. Hablaban del tr¨¢fico en Roma y Permanyer, que siempre tiene a mano un dato verificable o una an¨¦cdota sabrosa (o ambas cosas), les contaba que los romanos consideran que los sem¨¢foros no son una orden, sino una sugerencia. En Barcelona, en cambio, cuando llueve demasiado, los sem¨¢foros son una loter¨ªa. No hay una l¨®gica de la aver¨ªa, aunque, a juzgar por el caos circulatorio, tienden a estropearse los m¨¢s importantes a la hora de ordenar la movilidad rodada (a las 18,30 de la tarde, y despu¨¦s de varias horas sin lluvia, los de la Meridiana segu¨ªan sin reaccionar).
Al salir de Radio Barcelona, segu¨ª protegi¨¦ndome de esas gotas gigantes que caracterizan el paseo de Gr¨¤cia en d¨ªas de lluvia. Observ¨¦ que las personas que parecen m¨¢s inmunes a la imprevisibilidad meteorol¨®gica ni se resguardaban ni miraban al cielo: entraban directamente en las tiendas y se lo tomaban con una calma tropical, de persona que a las doce de la ma?ana o a las cinco de la tarde puede perfectamente perder una hora o dos merodeando por tiendas, librer¨ªas, cafeter¨ªas o salas de exposiciones. Llov¨ªa a c¨¢ntaros y, como ten¨ªa prisa, abr¨ª el paraguas y me puse a andar, acord¨¢ndome de la certera descripci¨®n que incluye Josep Maria Espin¨¤s en Els nostres objectes de cada dia: "El paraigua mascul¨ª, tradicionalment negre, en obrir-se t¨¦ alguna cosa de bandera funer¨¤ria, i si caminem tots sols al seu dessota sembla que ens h¨¤gim posat a presidir el nostre propi enterrament".
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