Un joven sin miedo
Un cartel en el comienzo del filme nos advierte de que vamos a ver la historia "de un joven (...) que se atrevi¨® a vivir sin miedo", con lo cual ya se est¨¢ vallando un determinado terreno de juego: vamos a ver con ese joven, su historia nos va a ser explicada sin ocultar desde d¨®nde se habla (desde la admiraci¨®n por su arrojo, por su valent¨ªa; tambi¨¦n, aunque eso es menos visible en el filme, desde una cierta velada iron¨ªa hacia los m¨¦todos que el joven, Salvador Puig Antich, uno de los ¨²ltimos ejecutados por la dictadura franquista, y sus amigos pusieron en pr¨¢ctica para oponerse al dictador). O dicho con otras palabras, que estamos ante una cierta hagiograf¨ªa laica de un luchador antifranquista ejecutado, adem¨¢s, en un proceso judicial plagado de irregularidades.
SALVADOR
Direcci¨®n: Manuel Huerga. Int¨¦rpretes: Daniel Br¨¹hl, Trist¨¢n Ulloa, Leonardo Sbaraglia, Leonor Watling, Ingrid Rubio. G¨¦nero: drama hist¨®rico, Espa?a-Reino Unido, 2006. Duraci¨®n: 134 minutos.
De esta manera, Puig Antich (un extraordinario Daniel Br¨¹hl) ser¨¢ el hilo conductor para mostrar, en primer lugar, y qu¨¦ duda cabe, su biograf¨ªa; pero tambi¨¦n ciertos tics generacionales, el ambiente de una ¨¦poca irrepetible, en la que un revolucionario que asaltaba bancos para apoyar financieramente huelgas obreras pod¨ªa acostarse con una hippy amante de la astrolog¨ªa, en la que Pau Riba cantaba en Zeleste Noia de porcellana, o la Suzanne de Leonard Cohen pod¨ªa ser la banda sonora de fondo de un buen coito. Y la lucha armada, claro, sobre la que la pel¨ªcula pasa de puntillas (pero ?acaso no era l¨ªcita contra una dictadura?).
Pero la manera que Huerga y su guionista, Llu¨ªs Arcarazo, tienen de construir la adhesi¨®n hacia su personaje pasa tambi¨¦n por la conversi¨®n de los polic¨ªas en aut¨¦nticas bestias, o en mostrar el rostro inhumano del verdugo (quien, por cierto, se comporta como los verdugos reales entrevistados por Basilio Mart¨ªn Patino en Querid¨ªsimos verdugos); o, en fin, en mostrar un proceso de conversi¨®n de un celador (Leonardo Sbaraglia), de celoso guardi¨¢n de un orden injusto en franco opositor a Franco.
Tal vez sin estos elementos tan descaradamente maniqueos (lo que no debe hacernos olvidar, por otra parte, que la polic¨ªa de la ¨¦poca era as¨ª, o incluso peor; pero hablamos de credibilidad dramat¨²rgica, no de verosimilitud hist¨®rica), la pel¨ªcula se hubiera podido hacer igual. Aunque, qu¨¦ duda cabe, seguramente hubiera sido menos impactante: porque lo que no se le puede negar es que, al margen de alg¨²n detalle de puesta en escena demasiado estridentemente modernete, es que su gui¨®n y su puesta en escena conducen inexorablemente al espectador hacia un final impresionante, angustioso no s¨®lo porque sabemos c¨®mo termin¨® la historia, sino porque cada uno de los detalles de esa conclusi¨®n rezuma realismo y credibilidad, hasta hacer de la visi¨®n del filme un ejercicio casi irrespirable.
Y hay que agradecer a Huerga, en todo caso, que no se esconda detr¨¢s de ninguna coartada facilona: la pel¨ªcula jam¨¢s enga?a sobre d¨®nde est¨¢n sus simpat¨ªas, d¨®nde sus fobias. Y en alguno de sus momentos (como cuando Mer?ona, la hermana peque?a de Salvador, confiesa a su maestra que est¨¢n matando a su hermano, o cuando en la televisi¨®n suena Peret cantando "Alegr¨ªa, si quieres cantar, cantar, alegr¨ªa de vivir", mientras llega a casa de la familia Puig Antich la noticia de la sentencia definitiva contra su hijo) la pel¨ªcula se convierte en algo absoluto, magistralmente insoportable... como la propia historia del joven que no quiso vivir con miedo.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.