La tr¨¢gica tiran¨ªa del poeta laureado
Un libro revela la desp¨®tica relaci¨®n de Ted Hughes con las suicidas Sylvia Plath y Assia Wevill
La gran poetisa estadounidense Sylvia Plath, su marido, el tambi¨¦n gran poeta brit¨¢nico Ted Hughes, y la amante de ¨¦ste, Assia Wevill, compusieron un tri¨¢ngulo de muerte. La sombra de Sylvia Plath, que se suicid¨® en febrero de 1963, dos a?os despu¨¦s de que Hughes la abandonara por Assia, nubl¨® la ¨ªntima relaci¨®n de ¨¦sta con el poeta. Y la tragedia volvi¨® a repetirse la noche del 25 de marzo de 1969, cuando la amante de Hughes dej¨® abierta la llave del gas de su piso de Londres y muri¨®, llev¨¢ndose tambi¨¦n la vida de la hija de ambos, Shura. Una reciente biograf¨ªa desempolva detalles de la tormentosa trayectoria de ambos y revela el tir¨¢nico r¨¦gimen de convivencia que le exigi¨® el controvertido poeta laureado brit¨¢nico.
Assia llev¨® una cama a la cocina. Se acost¨® en ella con su hija y abri¨® la llave del gas
El poeta obligaba a su amante a levantarse a una hora determinada y a no andar en bata
Ted Hughes elabor¨® un manual de tiran¨ªa dom¨¦stica que Assia deb¨ªa seguir
Los v¨¦rtices de un tri¨¢ngulo maldito se unieron en 1961, a?o en que se conocieron las dos parejas, la compuesta por Ted Hughes y Sylvia Plath y la que formaban David Wevill, tambi¨¦n poeta, y su mujer Assia. ?sta ten¨ªa 34 a?os y una larga experiencia en cuestiones de amor y de supervivencia. Hab¨ªa huido con su familia de la Alemania nazi para instalarse en Tel Aviv, donde conoci¨® a su primer marido, el sargento brit¨¢nico John Steel. Se casaron en 1946.
De una belleza "salvaje", Assia era una mujer independiente y con fama de salirse siempre con la suya. Licenciada en Literatura por la Universidad de Vancouver, escrib¨ªa poemas y trabajaba en una agencia de publicidad. En una traves¨ªa desde Canad¨¢, en 1960, conoci¨® a David Wevill y reh¨ªzo con ¨¦l su vida en Londres. Hasta tropezar con Hughes.
"Voy a seducir a Ted", anunci¨® a su jefa publicista la v¨ªspera de visitar a Hughes y Plath en su caser¨ªo de Devon. Fue el principio de la cuesta abajo que detallan con precisi¨®n los periodistas israelitas Yehuda Koren y Eilat Negev en A lover of unreason: the life and tragic death of Assia Wevill (Un amante de la sinraz¨®n: la vida y tr¨¢gica muerte de Assia Wevill). Para construir la biograf¨ªa, los coautores entrevistaron a 70 amigos, conocidos y familiares de Assia. Tambi¨¦n hablaron con Hughes un a?o antes de que muriera de c¨¢ncer en 1998. Tuvieron adem¨¢s acceso a los diarios, cartas personales y una nota de suicidio que escribi¨® a su padre, el m¨¦dico Lonya Gutman.
Wevill se sinti¨® atormentada con el suicidio en Londres de Sylvia Plath. Cre¨ªa que los ¨ªntimos de la poetisa le culpaban de destrozar su matrimonio con Hughes. "La hostilidad y el afilado desprecio de los amigos de Ted son a veces insoportables", confes¨® a su hermana Celia Chaikin. La sombra de Plath se entrometi¨® en la relaci¨®n. La poetisa hab¨ªa dejado sin concluir una colecci¨®n de poemas, el aclamado volumen Ariel, que reorden¨® su viudo. Hughes, en cambio, destruy¨® el diario personal para evitar que lo leyeran sus dos hijos, Frieda y Nicholas. Tambi¨¦n "perdi¨® o hizo desaparecer", seg¨²n se afirma en la biograf¨ªa, el manuscrito de una segunda novela que preparaba Plath en 1963. Koren y Negev aseguran que Assia ley¨® ambos manuscritos y que enfureci¨® al verse retratada entre l¨ªneas como "mujer g¨¦lida y ¨¢rida".
"Sylvia est¨¢ creciendo en Ted, enorme y espl¨¦ndidamente. Yo me encojo d¨ªa a d¨ªa, mordisqueada por ambos. Me comen", escribi¨® en su diario. "Llevamos cinco d¨ªas viviendo en paz", a?adi¨® en junio de 1963, "el periodo m¨¢s largo desde que muri¨® Sylvia". La desaparecida poetisa anulaba la autoestima de Assia y le arrastraba hacia el abismo. Y, como antes hab¨ªa experimentado Plath, tambi¨¦n a ella le com¨ªan los celos. Una de las amantes de Hughes, la asistenta social Brendan Hedden, confirma su fama de mujeriego y sus infidelidades: "Nos manten¨ªa a una agradable distancia: Assia, en Londres, Carol Orchard [su futura segunda esposa] en North Tawton, y yo en Welcome.... ?ramos las gallinas en el corral compitiendo por los favores del gallo". Mientras, la relaci¨®n entre Wevill y Hughes estaba a punto de explotar. Para restaurar la armon¨ªa, el poeta propuso un c¨®digo de conducta, englobado en un "borrador de constituci¨®n", que parece un manual de tiran¨ªa dom¨¦stica. De acuerdo con la biograf¨ªa, Hughes exigi¨® a su amante y madre de su hija Shura que jugara con Frieda y Nicholas, fruto de su matrimonio con Plath, que viv¨ªan con la pareja, al menos una vez al d¨ªa. Tambi¨¦n deb¨ªa ense?arles alem¨¢n dos o tres horas a la semana. Y cocinar una nueva receta cada semana e introducir a Frieda en el arte culinario. "?l estaba exento de cocinar", se?alan los coautores.
Adem¨¢s, Assia deb¨ªa levantarse a las ocho de la ma?ana y no pod¨ªa andar en bata por la casa. Ten¨ªa prohibido echarse siesta por la tarde. Tambi¨¦n deb¨ªa mejorar su comportamiento, mostrarse agradable con los amigos del patr¨®n y proyectar su herencia alemana e israel¨ª, olvid¨¢ndose de cualquier sofisticaci¨®n brit¨¢nica. "Una exigencia extraordinaria para quien llevaba 20 a?os viviendo en Inglaterra", observan los coautores.
Poco se sabe de la reacci¨®n de Wevill a la constituci¨®n de su amante. Pero la distancia, f¨ªsica y sentimental, se agrandaba d¨ªa a d¨ªa. "Quiero estar contigo. No lo retrases mucho, querido, porque no me ser¨¢ posible retornar a ti. Me habr¨¦ convertido en una estatua de sal", amenaz¨® la desesperada mujer. Y a su familia le confes¨®: "Me siento suicida". No era la primera vez que la depresi¨®n y desilusi¨®n bloqueaban su esp¨ªritu. El propio Hughes trat¨® de explicar la situaci¨®n en una carta: "Nuestra vida se complic¨® tanto con los viejos fantasmas... Me pon¨ªa a prueba repetidamente, diciendo que deb¨ªamos separarnos... Era una mala costumbre, parte de nuestras viejas dificultades, y cuando me lo repiti¨® por tel¨¦fono ese ¨²ltimo d¨ªa, no me result¨® nada nuevo".
Hughes y Wevill ri?eron la ma?ana del 25 de marzo de 1969. Al anochecer, Assia llev¨® una cama a la cocina. Acost¨® en ella a Shura, de cuatro a?os. Prepar¨® un combinado de alcohol y pastillas de dormir. Encendi¨® el gas del horno. Y se tumb¨® en el colch¨®n junto a la peque?a. La au pair descubri¨® horas despu¨¦s sus cad¨¢veres. En una mesa encontr¨® dos cartas dirigidas al padre y al amante de la suicida.
Seis a?os antes, Sylvia Plath se hab¨ªa suicidado en circunstancias similares. Pero no se llev¨® a sus hijos, que dorm¨ªan en la misma casa. Les dej¨® leche y galletas por si ten¨ªan hambre al despertar.
"La muerte de mi primera mujer fue complicada e inevitable. Llevaba en esa pista la mayor¨ªa de su vida. Pero la de Assia pudo evitarse. Su muerte estaba totalmente bajo su control, y fue el resultado de su reacci¨®n a la acci¨®n de Sylvia", se?al¨® Hughes a los coautores. A Assia y Shura Wevill les dedic¨® su libro Cuervo, de 1971, adem¨¢s de otra docena de poemas. Aquejado de c¨¢ncer, fue desnudando el tormento interior acumulado desde el suicido de Plath en Cartas de cumplea?os, su impactante colecci¨®n de versos publicada en 1998.
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