Caros consejos
Vitoria no es Marbella, lo sabemos, lo s¨¦. Lakua no es Incosol. Aqu¨ª hace fr¨ªo. Euskadi es otra cosa, es diferente; no hay amarrados yates imposibles frente a millas de oro. Ni Bilbao, ni Vitoria, ni Donostia han tenido de asesor de urbanismo a Juan Antonio Roca, el hombre del Mir¨® en el inodoro, el le¨®n en la cocina, la jirafa en la sala de estar. Eso que hemos ganado. Eso que hemos dejado de perder. Todo lo cual no impide que el gobierno leg¨ªtimo de este sufrido pueblo milenario disfrute, alegremente, de un centuri¨®n de caros asesores que no son Roca, que ni se le parecer¨¢n en lo blanco del ojo, ni habr¨¢n nunca so?ado con tener un Mir¨® en la cocina o un le¨®n disecado en el v¨¢ter, dios m¨ªo, pero cuyo perfil laboral-profesional (difuso, confuso, borroso) coincide con el suyo de asesor, asesores, personal designado libremente, es decir, con el dedo del cargo pol¨ªtico que decide poner su confianza en ¨¦l, en ellos, y seguir sus consejos, y pagarlos con el dinero p¨²blico que usted y yo ponemos en la caja de mejor o peor grado.
Gente fuera de toda sospecha. Amigos de sus amigos. Gente buena, supongo. Gente sana y prudente y laboriosa, seguro. Habr¨¢, tiene que haber entre los asesores que son tantos, de todo un poco: inteligentes y tontilocuentes, mudos y lenguaraces, melenudos y calvos, en fin, altos y bajos y, supongo (y espero) mujeres y hombres. Cr¨¢neos privilegiados (en tanto que elegidos por el dedo de dios) que dan seguridad al tripartito y afianzan cada una de sus patas (EA, PNV, EB). Ellos despejan dudas, dan respuestas, consejo al consejero, camino al caminante, se?ales al confuso, br¨²jula al desnortado. Trabajan con se?ales, signos, cifras. Pero de ellos apenas sabemos. Hay escasas noticias sobre su actividad concreta. Conocemos ahora sus opacos contratos millonarios y su creciente n¨²mero.
Sabemos que ya suman 115. Ciento quince asesores en n¨®mina despu¨¦s del estir¨®n (o del engrosamiento de efectivos) del ¨²ltimo ejercicio. Manejo la excelente informaci¨®n de Isabel C. Mart¨ªnez (EL PA?S, 12/09/06). Gracias al tripartito, los vascos (se supone) estamos hoy un 42 % m¨¢s (?mejor?) asesorados que el a?o 2004. En 2005, el Departamento que dirige Javier Madrazo (Vivienda y Asuntos Sociales) pr¨¢cticamente duplic¨® su cifra de asesores. Pero la trinidad (PNV, EA, EB) jala parejo a la hora de sumar personal de confianza. En el centro de salud de mi barrio hay menos m¨¦dicos que el a?o pasado, pero Gabriel Incl¨¢n, consejero del ramo, tiene siete asesores en lugar de los cuatro que ten¨ªa (quiz¨¢s alguno de ellos contribuya a curar mi bronquitis o me d¨¦ un buen consejo gratuito, es dif¨ªcil, lo s¨¦).
Los consejos son caros. Miente el refr¨¢n que dice que no tienen precio. Lo tienen, s¨ª. No son baratos. El sueldo medio de los asesores, o de gran parte de ellos, ronda la nada desde?able cifra de 65.000 euros. Claro que en este mundo hay tambi¨¦n diferencias. Asesores que cobran 30.000 euros y asesores que cobran 100.000, de lo cual uno infiere que el asesor podr¨¢ ser muchas cosas; sabio, brillante, agudo, pero no desprendido ni desinteresado a la hora de vender sus consejos. El asesor debe tener muy claros los l¨ªmites del servicio p¨²blico. La n¨®mina es la n¨®mina. El amor a la patria y el deseo de servicio a la sociedad son dos hermosas prendas. En cambio, 100.000 euros al a?o son 16 millones de vetustas pesetas al a?o. Cuesti¨®n de magnitudes.
Entre junio y finales de agosto de 2005, una persona contratada como asesor de prensa (no sabemos si antes o despu¨¦s Premio Pulitzer, porque m¨¦ritos deben sobrarle) cobr¨® 42.930 euros no sabemos por qu¨¦, pero ser¨ªa sin duda por algo importante. Dos meses de trabajo no se puede decir que mal pagados (pagados a niveles de Marbella). A muchos ciudadanos nos gustar¨ªa saber qu¨¦ clase de consejos o de asesoramientos prodigados en un par de meses pueden justipreciarse en esos 42.930 euros que el gobierno de Vitoria, el gobierno de Euskadi, ha decidido que debemos pagarle a un asesor de prensa que, desde hoy, propongo para el Pulitzer, el Pr¨ªncipe de Asturias y el Nobel (los navarros deber¨ªan otorgarle el Pr¨ªncipe de Viana). Parece, en fin, urgente una regulaci¨®n y una ley clara que dibuje el perfil, tan dudoso y borroso, de estos proveedores de servicios y caros consejos que ni siquiera o¨ªmos ni sabemos si son escuchados.
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