Movida
En el panorama empresarial valenciano el retorno de vacaciones ha dado lugar a rumores y sobresaltos. No es la primera vez que ocurre ni seguramente ser¨¢ la ¨²ltima. El movimiento estival de 2006 ha tenido como objetivo establecer una serie de posicionamientos con respecto a la Confederaci¨®n Empresarial de la Comunidad Valenciana que tiene previsto celebrar elecciones en la primavera de 2007. Ni los analistas ni la opini¨®n p¨²blica han conseguido entender qu¨¦ ocurre ni por qu¨¦ se produce en este determinado momento. ?No tiene que haber elecciones? ?No es l¨®gico que estas disensiones se diriman a lo largo del proceso electoral? El intento prematuro de mover sillas enrarece el clima de normalidad en el que deber¨ªan desarrollarse los acontecimientos.
Quiz¨¢s, el debate importante en este momento deber¨ªa plantearse en torno a los 25 a?os de historia de Cierval. Hay que tener claro que cuestiones b¨¢sicas como qu¨¦ es la confederaci¨®n auton¨®mica, qu¨¦ papel ha desempe?ado a lo largo de su existencia y cu¨¢l es su horizonte a cinco o diez a?os vista, son aspectos que no han sido canalizados y no existe una idea clara acerca de las posibles respuestas.
La Confederaci¨®n Empresarial de la Comunidad Valenciana se cre¨® en mayo de 1981 a impulsos del proceso de consolidaci¨®n auton¨®mica. La motivaci¨®n era m¨¢s administrativa que de concienciaci¨®n de la necesidad de disponer de una plataforma auton¨®mica de actuaci¨®n. De hecho, durante los primeros cinco a?os de existencia, Cierval, presidida por Vicente Iborra, tuvo apenas una presencia virtual de representaci¨®n e interlocuci¨®n con la Generalitat Valenciana.
Desde el primer momento no se sistematiz¨® ni se dej¨® suficientemente claro el peso espec¨ªfico ni el papel de representaci¨®n institucional que iba a desempe?ar cada demarcaci¨®n provincial, como partes de un todo. Ese debate territorial ha sido una cuesti¨®n pendiente a lo largo del cuarto de siglo de vida que tiene Cierval. En los inicios, su forma de actuar estuvo basada en la marcada personalidad de dos empresarios valencianos que no admit¨ªan cuestionamiento ninguno: Vicente Iborra y Jos¨¦ Mar¨ªa Sim¨® Nogu¨¦s. Ese personalismo incuestionable de estos l¨ªderes empresariales, que ten¨ªan muy claro tanto el papel de Cierval como el del Consejo de C¨¢maras de la Comunidad Valenciana, hizo que se establecieran suficientemente las reglas de juego en el debate territorial y que ha ido posterg¨¢ndose hasta la actualidad.
A partir de 1985, con la dimisi¨®n de Vicente Iborra y el acceso de Pedro Agramunt a la presidencia de Cierval, asistido por su secretario Luis Espinosa, la confederaci¨®n auton¨®mica inici¨® una nueva etapa que coincidi¨® en el tiempo con la presidencia en la Generalitat Valenciana del socialista Joan Lerma Blasco. Acertada o equivocadamente, Cierval comenz¨® a actuar a modo de contrapoder que lider¨® la llamada Cumbre de Orihuela (1989), que fue planteada desde algunos c¨ªrculos como un pulso entre la administraci¨®n auton¨®mica socialista y la c¨²pula patronal de la Comunidad Valenciana. Para otros representantes empresariales, y fundamentalmente desde las C¨¢maras de Comercio, se plante¨® como una reivindicaci¨®n positiva para dar a conocer la situaci¨®n real de los recursos econ¨®micos auton¨®micos y plantear la forma de incrementar los factores de competitividad y productividad para posicionar la Comunidad Valenciana en el contexto espa?ol e internacional.
Despu¨¦s han venido otros presidentes y otros acontecimientos que han marcado la trayectoria de Cierval. En la vida de las instituciones es muy importante el respeto a los principios, a las formas y a los procedimientos. En el panorama empresarial valenciano ha sido usual la actuaci¨®n de camarillas, las zancadillas, las presiones extempor¨¢neas y la falta del suficiente equilibrio entre poder pol¨ªtico y empresarial. A lo largo de su historia reciente se han visto operaciones para desbancar a presidentes de C¨¢maras, confederaciones y federaciones. En el contexto de estas pugnas han hecho aparici¨®n las pulsiones pol¨ªticas y las desacreditaciones que, a menudo, se ha comprobado que eran infundadas y gratuitas. Todo vale para conseguir el fin que se pretende.
Las entidades econ¨®micas y empresariales valencianas, aunque tan s¨®lo fuera a efectos de imagen, deben apartar de su trayectoria la sensaci¨®n de que se desenvuelven desde operaciones opacas y de camarillas. Sus estatutos dicen que su fin es representar los intereses generales y comunes del empresariado. Los empresarios son los que merecen el m¨¢ximo respeto y la mayor consideraci¨®n, a la hora de velar por sus intereses y de hacerlo con la m¨¢xima transparencia. Cualquier sombra de duda acerca de la claridad y de la independencia de estas organizaciones empa?a su imagen y debe ser alejada de su entorno.
Este es quiz¨¢ el momento adecuado de plantearse la actualizaci¨®n de estas organizaciones y la adaptaci¨®n a las nuevas circunstancias. Una refundaci¨®n al fin.
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