"El poder¨ªo t¨¦cnico suele magnificar la crueldad"
La novela vuelve a encontrarse con la conquista de las Indias. Con "ese vistoso tropel de guerreros entre cuyas estampas de filigrana y armaduras de acero se mov¨ªa fino y alegre Pedro de Urs¨²a; algo que con los a?os lleg¨® a ser el mayor surtidor de discordias y la semilla de unas guerras salvajes al otro lado del oc¨¦ano". Una descripci¨®n que condensa lo que habr¨¢ de vivir Am¨¦rica y que el colombiano William Ospina (Tolima, 1954) recrea en Urs¨²a (Alfaguara).
Hasta aquellos a?os del siglo XVI se ha remontado este reconocido poeta y ensayista para debutar en la novela. Un proyecto ambicioso que le ha llevado, por ahora, seis a?os de investigaci¨®n y escritura. Y ser¨¢ una trilog¨ªa. Novela-cr¨®nica y memoria de m¨²ltiples sucesos reales, investigados e intuidos hace 500 a?os y contados a trav¨¦s de la vida del navarro Pedro de Urs¨²a. Aquel muchacho que, con 16 a?os, cruz¨® el Atl¨¢ntico sin saber el poder y la desdicha que le esperaba en tierras que habr¨ªan de llamarse Colombia. All¨ª, donde se enamor¨® de una nativa cuya belleza hizo palidecer a un ej¨¦rcito. Donde vivi¨® enfebrecido por hallar Eldorado, cuya b¨²squeda lo conducir¨ªa a morir atravesado por diez espadas como consecuencia de una traici¨®n encabezada por Lope de Aguirre. Ospina revive el drama y la crueldad de un periodo para reflexionar sobre el asombro, el poder, la ambici¨®n y la coexistencia de la belleza y el horror.
"La novela hist¨®rica anhela la verosimilitud"
PREGUNTA. ?Por qu¨¦ y para qu¨¦ una novela sobre la conquista de Am¨¦rica hoy?
RESPUESTA. Dicen que le preguntaron a Den Xiao Ping si pensaba que la conquista de Am¨¦rica era un hecho muy importante para la historia del mundo, y ¨¦l, como buen chino, contest¨®: "No me atrevo a responder nada sobre las consecuencias de un hecho tan reciente". Pero la verdad es que cinco siglos ya empiezan a darnos una perspectiva razonable para entender y valorar lo que pas¨®.
P. Urs¨²a muestra un narrador asombrado, perplejo ante lo que ve y oye. Entre la mirada de un cronista de Indias y alguien de ojos nuevos, pero tambi¨¦n recuerda tonos y estilos como el de Garc¨ªa M¨¢rquez.
R. Mi desaf¨ªo era el de alcanzar un doble asombro: el de los jinetes sobre sus bestias de hierro avanzando por un mundo desmesurado, irreconocible, tan bello como peligroso, y el de los hombres y las selvas del nuevo mundo viendo llegar ese tropel de espadas y de leyendas. Un escritor de Am¨¦rica Latina hoy no puede ignorar que est¨¢ escribiendo despu¨¦s de Borges y de Rulfo, de Neruda y de Garc¨ªa M¨¢rquez, y en la lengua riqu¨ªsima que tenemos despu¨¦s de ellos para interrogar nuestro pasado y nuestro futuro.
P. Es un rosario de historias que avanza como un torrente narrativo que encadena fulgores y hallazgos literarios y po¨¦ticos.
R. S¨ª, yo s¨¦ que esta novela es un mar agitado. Despu¨¦s de Joyce es m¨¢s dif¨ªcil creer en una historia lineal. Aproximarse a lo real es ver la simultaneidad de miles de hechos, de historias que se cruzan, armar el mosaico no s¨®lo ensamblado en el espacio, sino yuxtapuesto en el tiempo. No hay recurso literario desde?able cuando el escenario es tan vasto y el tema tan tumultuoso. Y yo le creo a Novalis cuando dice que una novela debe estar hecha de poes¨ªa.
P. Narra la historia dram¨¢tica de la irrupci¨®n de los conquistadores en el nuevo mundo y de una lucha desigual. ?Se ha aprendido algo?
R. Alguien dijo que la ¨²nica lecci¨®n que hemos aprendido de la historia es que la humanidad no aprende las lecciones de la historia. Pero yo quiero creer que eso es mentira. Hoy en Colombia muchos acontecimientos se parecen a los hechos terribles del siglo XVI, pero bueno, la mayor¨ªa de los humanos ya no pensamos que el mundo sea del Papa y del emperador, y no estamos sometidos al Tribunal de la Santa Inquisici¨®n. Los genocidios de los primeros conquistadores inspiraron, ya en la Espa?a de su ¨¦poca, el nacimiento del Derecho Humanitario, pero no hay que negar que al mundo lo mueven todav¨ªa la codicia y la guerra, que a¨²n no se han borrado de la historia los delirios de la arrogancia imperial.
P. La novela es un alegato y pone de manifiesto los excesos de la ambici¨®n y el poder de hombres blindados a la piedad.
R. Nunca tuve la intenci¨®n de escribir un alegato, pero puede ocurrir que una mirada sobre hechos hist¨®ricos demasiado traum¨¢ticos parezca una denuncia. No qued¨® una cr¨®nica de la conquista hecha por los vencidos, y demasiado conocemos la versi¨®n de los vencedores. Mi esfuerzo es s¨®lo por ver lo no visto y por contar lo no contado. Y si a veces el relato parece severo con personajes tradicionalmente mirados como paladines, a m¨ª me importa mucho valorar y se?alar a los verdaderos paladines de la civilizaci¨®n: los que encarnaron la curiosidad, la creatividad, la admiraci¨®n por lo distinto. Un relato escrito con amor en castellano no puede ser un rechazo a la cultura occidental. Es una muestra de la sensibilidad de esa cultura, de su capacidad de mirar cr¨ªticamente sus propios excesos.
P. Es la descripci¨®n de un para¨ªso destruido, y sin avalar ni justificar bajo ning¨²n punto de vista esta acci¨®n, la novela no habla mucho de la crueldad de algunos pueblos precolombinos a los ojos de la civilizaci¨®n occidental.
R. Yo creo que si el ser humano es cruel, el poder¨ªo t¨¦cnico suele magnificar esa crueldad. Se puede matar a m¨¢s personas con una ballesta, o con una metralleta, que con un arco y una aljaba llena de flechas. Pero Humboldt ten¨ªa raz¨®n cuando dijo que los guerreros suelen exagerar los defectos de sus adversarios. El canibalismo, por ejemplo, aunque existi¨®, incluso en la Europa primitiva, siempre tuvo m¨¢s un sentido ritual, como ceremonia guerrera, que una funci¨®n alimenticia. Juan de Castellanos ya lo describ¨ªa as¨ª a fines del siglo XVI, mostrando que los nativos parec¨ªan practicarlo con mortificaci¨®n. Yo pienso incluso que una de las razones no morales por las cuales el canibalismo no podr¨ªa extenderse es porque es malsano, porque no es saludable.
P. Hace unos a?os escribi¨® sobre la necesidad de reciprocidad: "Si Europa tuvo derecho a los metales de Am¨¦rica y al trabajo de ?frica, ellas ahora tienen derecho a los beneficios de Europa". ?Qu¨¦ opina de la gran migraci¨®n que llega ahora a Europa?
R. La causa principal de esa migraci¨®n es el hecho de que los pa¨ªses no logren ser una patria para su propia gente. Es hermoso viajar por el mundo, pero siempre ser¨¢ triste todo exilio, aun el m¨¢s lujoso, cuando es forzado. Y creo que el mayor error de los pa¨ªses pr¨®speros es alzar murallas, cuando lo ¨²nico que puede disminuir las migraciones, o reducirlas a una proporci¨®n justa, pasa por estimular el progreso de los pa¨ªses mediante alianzas en las que prime la solidaridad. Mientras el desarrollo sea tan desigual y nos neguemos a aceptar que, en gran medida por iniciativa de Europa, la humanidad es ya una sola, seguiremos pensando que ayudar a los otros es un acto de desprendimiento, cuando es apenas un acto de lucidez y de prudencia.
P. ?De aquel mestizaje al de ahora, tambi¨¦n con tintes religiosos y culturales, c¨®mo lo ve?
R. La humanidad tiende al mestizaje: no hay ideal m¨¢s desprestigiado que el de la pureza de sangre, la pureza racial o cultural. Ya no se construyen naciones a partir de preguntarse qu¨¦ elementos de la naci¨®n hay que expulsar, o por lo menos no es el criterio m¨¢s respetable en las sociedades modernas.
P. La Historia est¨¢ llena de paradojas, convivencia de esplendores y miserias del ser humano: Renacimiento/esclavismo; modernidad/dos guerras mundiales y Holocausto; conquistas cient¨ªficas/ terrorismo e inseguridad.
R. Cualquier ¨¦poca puede utilizarse como ejemplo de esa coexistencia de la capacidad creadora y de la capacidad destructora de la especie. Vivimos orgullosos de los avances t¨¦cnicos y cient¨ªficos y de las maravillas de la creaci¨®n en el siglo XX, pero nadie quiere callar los horrores de la guerra, los campos de concentraci¨®n, los fusilamientos de la propia tribu. La Italia del Renacimiento es un ejemplo superlativo, la Espa?a del siglo XVI, la Francia del siglo XVIII, la Alemania del XX. Por eso dijo Voltaire que siendo todas las ¨¦pocas id¨¦nticas en su horror, no hay mejor manera de valorarlas que examinar su costado creador, el esplendor de sus artes, la grandeza de sus ideales. Dir¨ªa que Colombia vive hoy esa contradicci¨®n entre una realidad violenta y un esp¨ªritu creador extraordinario.
P.?Tan atada a este origen que describe en la novela est¨¢ Colombia?, ?es insalvable de ese destino asemillado de barbarie, belleza y exuberancia, pasi¨®n y desmesura?
R. A veces siento que todav¨ªa nos demoramos en el umbral de una cosmogon¨ªa b¨¢rbara, pero la verdad es que arrastramos males muy viejos, y muy lentamente vamos super¨¢ndolos. Si Espa?a es el pa¨ªs m¨¢s complejo de Europa, seg¨²n dice Ian Gibson, Colombia es uno de los m¨¢s complejos de Am¨¦rica Latina, y eso cuesta.
P. Urs¨²a aparece en un momento en que est¨¢ en auge el g¨¦nero hist¨®rico, ?qu¨¦ opina de ¨¦l?
R. El historiador tiene una gran limitaci¨®n y es que le est¨¢ prohibido casi del todo imaginar. Se ve obligado a sujetarse a los documentos, est¨¢ limitado para la especulaci¨®n. El novelista, por el contrario, tiene el privilegio de nutrirse de las investigaciones hist¨®ricas y completar el cuadro con su imaginaci¨®n. Sabe que en la realidad llueve y que los caballos relinchan, que el viento sopla, que las muchachas suspiran, que los hombres estornudan y escupen. Sabe que introducir esas cosas no s¨®lo no traiciona el relato, sino que lo hace v¨ªvido. Para el hombre com¨²n, la verdadera historia es la novela hist¨®rica, que aspira al rigor pero que no anhela la verdad sino s¨®lo la verosimilitud.
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