Europa arrincona a EE UU
Sergio Garc¨ªa iguala el r¨¦cord de Woosnam de 1993 al ganar los cuatro partidos de dobles
Europa tiene arrinconado a Estados Unidos. Le ha puesto contra las cuerdas (10-6) ante los doce partidos individuales que hoy echar¨¢n el tel¨®n tras los ocho dobles de ayer, los cuatro matinales bajo una lluvia torrencial. El r¨¦cord particular de tres victorias consecutivas en la Copa Ryder parece a su alcance. El golf es imprevisible, cierto. Pero desde 1979, cuando se inici¨® este duelo, s¨®lo en dos ocasiones el equipo que lleg¨® al tercer d¨ªa alica¨ªdo remont¨® el vuelo: en 1995, en Rochester (Nueva York), el europeo pas¨® del 7-9 al 14,5-13,5 y en 1999, en Brookline (Massachussets), el norteamericano del 6-10, el marcador de ahora, al 14,5-13,5. De momento, Sergio Garc¨ªa igual¨® la plusmarca de 1993 de su actual capit¨¢n, el gal¨¦s Ian Woosnam, de anotarse los cuatro puntos por parejas. Hoy har¨ªa historia si venciese en solitario: cinco de cinco.
EUROPA 10 - ESTADOS UNIDOS 6
Fourballs; (cada jugador, con su bola, pero s¨®lo cuenta el mejor resultado)
Parejas Hoyos ganados
Europa: Casey-Karlsson
EE UU: Cink-Henry 4
4 Europa: Garc¨ªa-Olaz¨¢bal
EE UU: Mickelson-Di Marco 5
2 Europa: Clarke-Westwood
EE UU: Woods-Furyk 4
1 Europa: Harrington-Stenson
EE UU: Verplank-Johnson 2
4 Europa, 5; EE UU, 3
Foursomes; (los jugadores golpean alternativamente la misma bola)
Parejas Hoyos ganados
Europa: Garc¨ªa-Donald
EE UU: Mickelson-Toms 4
2 Europa: Montgomerie-Westwood
EE UU: Campbell-Taylor 4
4 Europa: Casey-Howell
EE UU: Cink-Johnson 5
0 Europa: Harrington-McGinley
EE UU: Woods-Furyk 2
5 Europa, 5; EE UU, 3
Garc¨ªa volvi¨® a brillar, en efecto, con luz propia. Con Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal ante Phil Mickelson y Chris di Marco y con el ingl¨¦s Luke Donald frente a Mickelson y David Toms. Woosnam decidi¨® prescindir del guipuzcoano para los foursomes porque, al jugarse con una sola pelota altern¨¢ndose los golfistas en los golpes, al castellonense le conven¨ªa alguien como Donald, cuyas salidas suelen ir m¨¢s rectas. Pero en los fourballs, con su bola cada uno, es diferente. En ¨¦stos cada cual puede buscar su suerte. Oli incluso tuvo esta vez m¨¢s protagonismo y se anot¨® tres de los cinco hoyos ganados. De vuelta a sus 40 a?os, se siente en la gloria y lo demuestra con sus proverbiales buenos hierros y sus entonados putts.
Pero no estuvieron solos Garc¨ªa, Olaz¨¢bal y Donald. Sus compa?eros les dieron su respaldo en otras contiendas. Especialmente, el norirland¨¦s Darren Clarke y el ingl¨¦s Lee Westwood. Woosnam se arriesg¨® con ellos. Fueron sus apuestas personales para completar el conjunto despu¨¦s de que no lograsen plaza por las puntuaciones generales. As¨ª que hubo de encarar una furibunda queja del dan¨¦s Thomas Bjorn, que luego le present¨® sus excusas, al considerarse con m¨¢s m¨¦ritos. Woosnam se justific¨® alegando que a Westwood siempre se le hab¨ªa dado bien el recorrido Palmer, del club The K, y que la experiencia de Clarke podr¨ªa ser determinante a pesar de su prolongada permanencia en el dique seco por la enfermedad, mortal, de su esposa.
S¨ª, Clarke y Westwood han respondido a la confianza depositada en ellos. En los fourballs del viernes se impusieron a Mickelson y Di Marco. Y en los de ayer doblegaron con relativa facilidad a Tiger Woods y Jim Furyk. Acaso brindando sus aciertos a su mujer, fallecida en agosto, Clarke fue quien marc¨® la gran diferencia en tres hoyos, los suficientes para que caminaran por delante desde el 4 y con tranquilidad desde el 11. ?Con tranquilidad? Por supuesto, dado el desquiciamiento que fue prendiendo en sus rivales a medida que su nuevo traspi¨¦ se hac¨ªa inevitable.
Woods lleg¨® a fallar putts de menos de un metro. No fue de extra?ar, por tanto, que en uno se le clavara la mano en la gorra por su consternaci¨®n. Con los ojos abiertos de par en par, no daba cr¨¦dito a lo que estaba viendo. Acaso se halle bajo la nefasta influencia de la ansiedad. Quiere demostrar que no es un negado para la Ryder. Desea que su balance de 1-3 en sus cuatro participaciones anteriores se estreche en la quinta. Pero, por ahora, ¨¦sta tampoco le es propicia. La presi¨®n de ir por detr¨¢s le consumi¨®. Como a Furyk. Uno y otro hasta tuvieron que ver, desolados, c¨®mo sus lanzamientos se iban al agua. Sus rostros eran un poema. Sin rima ni ritmo. Y menos mal para ellos que vencieron luego a los irlandeses Padraig Harrington y Paul McGinley. Que, si no...
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