Ben Harper, sonido de culto
Viste como un surfero, tiene el cuerpo tatuado seg¨²n un rito australiano y sus hijos llevan nombres de alabanza al Se?or. Habla despacio, como soltando proverbios orientales y apart¨¢ndose del ruido de la fama. Su m¨²sica, ecl¨¦ctica y espiritual, congrega a fieles que le adoran
Dice Ben Harper que cuando termina un concierto se queda "como colocado". Y que le cuesta mucho recuperar su estado normal. "No suelo pegar ojo hasta que sale el sol al d¨ªa siguiente", cuenta. "Unas veces me voy por ah¨ª con amigos y otras simplemente me quedo en la habitaci¨®n del hotel. Pero me resulta muy dif¨ªcil bajar". Nadie podr¨¢ negar que este californiano de 36 a?os vive la m¨²sica con intensidad. Habla de ella como de un destino, una llamada que escuch¨® en su cabeza siendo un ni?o y que tuvo inevitablemente que atender. "No siento que dedicarme a la m¨²sica haya sido una elecci¨®n", asegura. "Podr¨ªa haber tirado en un mont¨®n de direcciones. Pero escuchaba la m¨²sica demasiado alto en mi cabeza y demasiado profunda en mi coraz¨®n como para no haber seguido ese camino".
El contexto familiar era propicio. Creci¨® literalmente rodeado de instrumentos. Su padre (afroamericano con sangre cherokee) y su madre (rusa de origen jud¨ªo) eran m¨²sicos, y Ben recuerda la casa donde se cri¨® en el sur de California como un lugar con un piano en el medio y guitarras por todos lados. Robert Johnson, Mississippi John Hurt? los viejos discos de blues del delta del Misisipi sonaban una y otra vez en la casa. Y la veneraci¨®n por la m¨²sica escala un pelda?o m¨¢s en el ¨¢rbol geneal¨®gico: los abuelos maternos de Ben abrieron en 1958 una especie de museo de instrumentos de m¨²sica folk en Claremont (California) que sigue abierto en la actualidad.
Era un adolescente y Ben Harper ya tocaba en bandas de blues. Edit¨® su primer disco en solitario en 1994 y poco a poco se fue forjando una carrera que para s¨ª querr¨ªa cualquier aspirante a m¨²sico con voz propia. Sin hacer nunca demasiado ruido. Sin pelotazos, pero sin penurias. Jugando en el terreno del pop comercial, pero sorteando sus trampas. Sin prisas. Entregando un disco cada dos a?os. Facturando un rock de ra¨ªces permeable a mil sonidos pero ajeno a los dictados de la moda. Cultivando un p¨²blico fiel que le permite tocar por todo el mundo y llenar all¨¢ donde recala. Con las puertas siempre abiertas a la sorpresa y a los proyectos que surjan por el camino.
Hoy, Ben Harper vive en Los ?ngeles con la actriz de Hollywood Laura Dern (la Lula de Coraz¨®n salvaje, la doctora Ellie Sattler de Parque Jur¨¢sico), con quien se cas¨® en diciembre de 2005. Es padre de cuatro hijos, dos de ellos de una relaci¨®n anterior. El mayor tiene 10 a?os, y la menor, casi 2. Ha vendido m¨¢s de 10 millones de discos, y cumple un buen n¨²mero de los clich¨¦s que se esperan del protot¨ªpico neohippy californiano. Tiene todo el cuerpo tatuado seg¨²n un antiguo rito australiano. Surfea, practica el skate. No cree en las religiones, pero s¨ª en un dios, y practica una especie de espiritualidad propia. Vive en Santa M¨®nica (Los ?ngeles). Ha puesto a sus hijos nombres como Ellery o Jaya, que quiere decir algo as¨ª como "alabemos al Se?or" en hindi. Odia a Bush. Habla muy pausado, mira a su interlocutor a los ojos, piensa mucho las palabras, y suelta frases que parecen proverbios orientales.
Este a?o, Ben Harper ha publicado su s¨¦ptimo trabajo discogr¨¢fico en solitario, Both sides of a gun. Un ¨¢lbum doble, que ¨¦l prefiere definir como "un disco con dos caras". El primero desde 2003, si se excluye su aventura con el coro de gospel The Blind Boys of Alabama, que dio como fruto un disco compartido (There will be a light, 2004), una gira y hasta dos premios Grammy. Sus cr¨ªticos dir¨¢n que carece de estilo propio; sus defensores, que ha creado un g¨¦nero. Pero, ciertamente, despu¨¦s de 12 a?os de carrera musical, Ben Harper ha hecho de la variedad de estilos su propia se?a de identidad. Por eso sorprende que en este trabajo divida las canciones en dos bloques sonoramente uniformes: un disco con los temas m¨¢s suaves, y otro con los m¨¢s el¨¦ctricos y potentes. "Siempre he hecho discos que contienen estilos y sonidos muy distintos, pero tambi¨¦n he descubierto el poder de la uniformidad gracias a mi trabajo con The Blind Boys of Alabama", explica. "Ahora, la diversidad de mis gustos musicales se ha hecho todav¨ªa mayor. Para este ¨¢lbum ten¨ªa mucho material. Hay canciones que no encajar¨ªan en el mismo disco, pero que, de alguna manera, est¨¢n interconectadas. Por eso siempre tuve claro que se trataba de un ¨²nico cuerpo de trabajo. Estar¨ªa incompleto sin alguno de los dos discos".
?ste es el material que Ben Harper y su banda, The Innocent Criminals, est¨¢n presentando en conciertos por todo el mundo. Una extensa gira que le trae el 5 de octubre a Madrid y el 6 a Barcelona. Y que ya recal¨® por Espa?a cuando, el pasado 13 de julio, actu¨® como uno de los cabezas de cartel de la primera edici¨®n del Bilbao Live Festival.
La cita es en la cafeter¨ªa vac¨ªa de un moderno hotel de Bilbao la ma?ana antes del concierto. Ben Harper baja de su habitaci¨®n con cierto retraso y saluda amablemente. El estilismo es m¨¢s o menos el previsto: zapatillas de skate, vaqueros, camisa de aire surfero, gafas de sol grandes y gorra. Toma asiento. Alguien le acerca un men¨² y lo examina encantado. Sus expectativas gastron¨®micas est¨¢n por las nubes despu¨¦s de haber visitado el casco viejo bilba¨ªno la noche anterior. "Cen¨¦ mejor que nunca en mi vida", reconoce. Elige una sopa minnestrone, solomillo y Coca-Cola.
Dicen que siempre lleva consigo un bol¨ªgrafo para no desperdiciar los momentos de inspiraci¨®n.
[Se mete la mano en uno de los bolsillos delanteros del pantal¨®n y saca un peque?o bol¨ªgrafo]. Es mi manera de componer. Siempre buscando el momento preciso.
?Qu¨¦ tipo de cosas le inspiran ahora para escribir canciones?
No hay reglas. Puede ser cualquier cosa, en cualquier momento, en cualquier lugar. Mant¨¦nte lo m¨¢s cerca posible de la musa.
?Cu¨¢l es su musa?
La musa es la vida. Las canciones siempre est¨¢n por ah¨ª como un zumbido. En el viento, en la tierra. Yo s¨®lo intento poner el o¨ªdo lo m¨¢s cerca que puedo y seguir la melod¨ªa de ese zumbido.
?Ha escrito mucho en Bilbao?
S¨ª, un mont¨®n.
?Piensa en alguien concreto cuando escribe canciones?
En m¨ª mismo. Para m¨ª, hacer canciones obedece a una necesidad de sincerarme. Es una necesidad de sinceridad creativa. Creo que todos tenemos esa necesidad. El fot¨®grafo con su c¨¢mara, usted con su bol¨ªgrafo. Todos tenemos un instinto como seres humanos de dejar nuestra huella en el lienzo.
Algunas de las letras de su nuevo disco ofrecen una visi¨®n bastante pesimista de los tiempos que corren. En la canci¨®n que da t¨ªtulo al disco canta que "el sistema est¨¢ podrido desde el coraz¨®n".
No es pesimismo. Yo creo que eso es una sana dosis de realismo.
No parece muy amigo del Gobierno de Bush. En 'Black rain' critica duramente su actuaci¨®n tras las inundaciones de Nueva Orleans.
Cuando ocurri¨® aquello, yo estaba en el estudio grabando. A la Administraci¨®n de Bush no la apoy¨¦ antes, y ahora tampoco. Con su actuaci¨®n en aquella crisis pusieron en evidencia la manera en que me sent¨ªa antes de que ocurriera. Mostraron claramente la absoluta falta de competencia y de verdadera compasi¨®n que tiene este Gobierno. La asquerosa cantidad de negligencia que suele caracterizar su manera de actuar.
?Cree en el poder de la m¨²sica para cambiar la sociedad?
Absolutamente.
?En qu¨¦ sentido?
El sistema es un enorme ¨¢rbol, y yo tengo un hacha peque?a.
A lo largo de su carrera, esa peque?a hacha ha dado golpes contra la opresi¨®n, contra la destrucci¨®n del medio ambiente, contra la guerra, contra la insolidaridad de los pa¨ªses ricos con los pa¨ªses pobres. Es autor de letras cargadas de compromiso. Pero ¨¦l prefiere no llamarlo pol¨ªtica. "A estas alturas ni siquiera me gusta el t¨¦rmino", explica. "Prefiero llamarlo servicio social, porque eso es lo que deber¨ªa ser".
Tambi¨¦n es cr¨ªtico con el negocio de la m¨²sica. Una industria que a ¨¦l le ha tratado bien, pero en la que no acaba de encontrar su sitio. "Nunca me sentir¨¦ c¨®modo en la industria de la m¨²sica", asegura. "He tratado de hacerlo lo mejor que he podido, pero este negocio es imposible. Intento que las entradas a nuestros conciertos sean baratas, y lo suelen ser m¨¢s que las de casi todos los dem¨¢s. Lo hago lo mejor que puedo. A veces fracaso estrepitosamente y a veces me sale muy bien. Pero mi foco principal siempre ha sido la m¨²sica, y mi deseo es sentirme satisfecho con la m¨²sica. Eso es lo primero. Intentar sentirte satisfecho en la industria es respetable, pero yo prefiero medir mi ¨¦xito en t¨¦rminos musicales. Lo que venga despu¨¦s en temas de negocio es otra cosa. Siempre he pensado que lo que yo hago no es pop, pero me he movido siempre dentro de esa escena del pop. Satisfacer a la gente es un asunto extra?o. Es imposible ser todo para todo el mundo en todo momento. Mis seguidores cambian, la gente cambia y yo cambio. Citar¨¦ a Kurt Cobain, que dijo: 'Prefiero que la gente me odie por ser quien soy a que me ame por lo que no soy'. As¨ª que yo intento hacer la m¨²sica que siento en cada momento de mi vida, y tambi¨¦n quiero que sea mundialmente conocida. Mi m¨²sica reta a la gente, porque es m¨²sica diversa. En un mundo de conformismo, un sonido diverso puede ser combativo. Admiro a las personas que escuchan mi m¨²sica, porque est¨¢n preparadas para afrontar retos".
Desea que su m¨²sica llegue a mucha gente. ?Pero qu¨¦ opina de la pirater¨ªa en Internet?
Nunca quieres o¨ªr a alguien que es rico quejarse porque no puede hacerse a¨²n m¨¢s rico. Sin embargo, al otro lado tienes a una banda que est¨¢ empezando, que necesita ganarse la vida, a la que le vendr¨ªa muy bien el dinero de los discos. Hay un doble prisma. Pero a m¨ª me gusta el intercambio de m¨²sica en Internet, porque hace que llegue a la gente r¨¢pido, y que se expanda r¨¢pido. Para un m¨²sico que hace muchas giras, como yo, es fant¨¢stico. Permite que la gente se interese por tu m¨²sica. Vuelve a poner el peso en el directo. As¨ª que tiene un lado bueno y otro malo. Pero a m¨ª me gusta, y adem¨¢s no puedes luchar contra ello. Es como nadar r¨ªo arriba.
?Qu¨¦ tipo de m¨²sica escucha ¨²ltimamente?
Lo que m¨¢s escucho es el disco de un grupo australiano que se llama Wolf Mother. Oir¨¢ hablar de ¨¦l. Y se acordar¨¢ de m¨ª.
?Qu¨¦ ingredientes debe tener una m¨²sica para que le llegue?
Sentimiento. Que te haga pensar, que te haga bailar, que te haga llorar, que te haga ser fuerte. Emoci¨®n.
?Qu¨¦ hay del flamenco? Alguna vez ha dicho que le interesa.
Adoro el flamenco. Siempre lo he hecho. Tiene una gran influencia en mi modo de tocar la guitarra. Tengo un amigo que conoce a una familia que vive entregada al flamenco en Granada. Alg¨²n d¨ªa me gustar¨ªa pasar un tiempo all¨ª.
Tendr¨¢ que esperar. De momento, a Ben Harper le quedan todav¨ªa muchos kil¨®metros de carretera. Ha pasado todo el verano girando por Norteam¨¦rica, tocando noche s¨ª y noche tambi¨¦n. Despu¨¦s de sus dos fechas en Espa?a, Harper y los criminales inocentes seguir¨¢n de gira por Europa. Francia, Suiza, Italia, Alemania y, en medio, otra visita a Espa?a para actuar en el Kursaal donostiarra el 25 de octubre. As¨ª hasta mediados de noviembre. Y eso que las de ahora no son como las giras que hac¨ªa antes, a mediados de los noventa, cuando pod¨ªa tirarse todo un a?o en la carretera.
Ahora tiene una vida familiar que atender, y tenerle fuera de casa durante meses no le debe de hacer gracia a su mujer, Laura Dern, que tiene intenci¨®n de viajar a Europa con sus hijos Ellery y Jaya para pasar unos d¨ªas con su marido. Eso s¨ª, cuando vuelva a casa, Ben y su familia se tomar¨¢n unos d¨ªas de vacaciones. "Intento mantener mi tiempo libre como algo sagrado", asegura. Compaginar la vida familiar con la de rockero en ruta le resulta dif¨ªcil. "Te ves obligado a alejarte de la gente que quieres", dice. Por eso cuando est¨¢ en Los ?ngeles cumple con sus obligaciones y lleva todos los d¨ªas a sus hijos al colegio. "Cuando estoy en casa", asegura, "soy el mejor padre del mundo".
En ese territorio de artista de culto, alejado del fen¨®meno de fans, Ben Harper ha logrado mantener un perfil medi¨¢tico bajo. Y eso que est¨¢ casado con una estrella de Hollywood y que cuentan entre sus mejores amigos con otros famosos locales como Ben Stiller y su mujer, Christine Taylor, actores y tambi¨¦n padres de hijos peque?os. "Es algo totalmente consciente", cuenta. "Yo no quiero ser famoso. No puedo pretender ser tan poderoso como la m¨²sica, de modo que no quiero ni intentarlo. Tengo una vida que vivir, una familia de la que cuidar. As¨ª que exijo mi privacidad. Conozco mucha gente en el mundo del entretenimiento que busca atenci¨®n. Pero yo no. No quiero estar ah¨ª, no quiero salir, no quiero ir a fiestas, no voy buscando atenci¨®n".
Es jueves por la noche y Ben Harper se encuentra en el escenario principal del Bilbao Live Festival. Ante ¨¦l, casi 10.000 personas. Le acompa?an los miembros de su banda y su inseparable guitarra slide Weissenborn. Una valiosa reliquia realizada a principios del siglo XX por un luthier alem¨¢n emigrado a Estados Unidos. Ben Harper est¨¢ en su medio. "Me gustan las dos cosas, el estudio y el directo", dec¨ªa unas horas antes en el hotel. "Son muy distintos. En el estudio creas el paisaje. Es como fabricar el coche. Y tocar en directo es como conducirlo muy r¨¢pido. Mi primer instinto es coger una guitarra y tocar, no coger una guitarra y grabar. Por eso me gusta tanto el directo. Es muy honesto. Tiene esa urgencia y esa inmediatez del momento".
Durante m¨¢s de una hora repasa temas de su nuevo disco, algunos de sus trabajos anteriores, y hasta se atreve con una versi¨®n de Heart of gold, de Neil Young. Al final del concierto se despide abrazado a los miembros de su banda. El p¨²blico le ovaciona y ¨¦l se marcha en direcci¨®n a los camerinos. Probablemente tendr¨¢ esa sensaci¨®n de estar colocado que, como dec¨ªa esta ma?ana en el hotel, le queda despu¨¦s de un concierto. Tendr¨¢ que esperar para recuperar la normalidad. Le aguarda una noche sin pegar ojo en el hotel de Bilbao.
Ben Harper act¨²a en octubre en Madrid (d¨ªa 5) y Barcelona (d¨ªa 6).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.