Democracia y violencia en Oriente Pr¨®ximo
La ¨²ltima tragedia de Oriente Pr¨®ximo, ocurrida este verano, pide a gritos una soluci¨®n duradera. Hemos visto c¨®mo se desarrollaba ante nuestros propios ojos un drama desgarrador cuando Israel, ante la provocaci¨®n indebida de una facci¨®n libanesa, Hezbol¨¢, emprendi¨® represalias contra su agresor, el "Partido de Dios". Pero las bombas cayeron tambi¨¦n sobre la poblaci¨®n civil, las infraestructuras y las econom¨ªas de dos democracias, Israel y L¨ªbano. Aunque esta segunda es un caso especial -fragmentada en comunidades, inestable, con una soberan¨ªa limitada desde dentro por Hezbol¨¢ y desde fuera por Siria-, son democracias, algo muy escaso en Oriente Pr¨®ximo.
En vez de resolver las cosas, la violencia alimenta a las fuerzas extremistas en el mundo ¨¢rabe y otros lugares. La democracia debe ser un ant¨ªdoto contra la violencia. El imperio de la ley, el respeto al individuo y la existencia de instituciones leg¨ªtimas que permitan la alternancia y la resoluci¨®n negociada de los conflictos son elementos que permiten abordar los problemas sin recurrir a la violencia.
Pero no se puede esperar que unos reg¨ªmenes desp¨®ticos y autoritarios se transformen en democracias de manera espont¨¢nea. Ni podemos esperar que se extiendan las ondas beneficiosas de la democracia a toda una regi¨®n despu¨¦s de un primer impacto limitado.
La dictadura de Sadam Husein ha ca¨ªdo. En Irak se han introducido algunas pr¨¢cticas democr¨¢ticas, entre ellas la celebraci¨®n de elecciones libres, el pluralismo, la reforma constitucional y el fin de la opresi¨®n de la mayor¨ªa a manos de una minor¨ªa. Pero el pa¨ªs est¨¢ inmerso en una violencia brutal. El Estado y la sociedad han dejado paso a un mosaico confuso, ¨¦tnico, confesional y de clanes, en el que a la democracia le ser¨¢ muy dif¨ªcil estabilizarse. La regi¨®n, en general, est¨¢ viviendo un aumento de las tensiones en respuesta a la presencia extranjera y las presiones reformistas de Estados Unidos.
As¨ª, pues, nos enfrentamos a un dilema. No hacer nada significa resignarnos a perpetuar unos reg¨ªmenes brutales e impopulares que no se ocupan de satisfacer las necesidades de su pueblo, e intervenir por la fuerza desde fuera corre el riesgo de desencadenar m¨¢s violencia.
?Es posible evitar estos callejones sin salida? Debemos intentarlo, siempre que abandonemos la actitud de cruzada, tengamos en cuenta la realidad de las sociedades ¨¢rabes y reconozcamos que la evoluci¨®n hacia la democracia necesita tiempo. Debemos hacer que nuestras acciones en el ¨¢mbito internacional y, sobre todo, en Oriente Pr¨®ximo, coincidan con nuestras palabras, y recurrir al di¨¢logo (con l¨ªderes c¨ªvicos de los pa¨ªses ¨¢rabes) y a la presi¨®n (sobre los reg¨ªmenes) en vez de la fuerza.
Como es natural, debemos combatir el terrorismo con la m¨¢xima determinaci¨®n, mediante las fuerzas del orden, los servicios de inteligencia y el Ej¨¦rcito. Pero, como nos recordaron durante la Cumbre de Madrid sobre Terrorismo, Democracia y Seguridad, debemos afrontar este desaf¨ªo con el debido respeto al imperio de la ley, que es el privilegio y la limitaci¨®n de la democracia.
En nuestras relaciones con Estados autoritarios tenemos que mantenernos firmes en nuestros valores y principios. Del mismo modo que no podemos alimentar la fantas¨ªa del cambio por la fuerza, no debemos aceptar con pasividad el comportamiento no democr¨¢tico. Por el contrario, tenemos que ejercer unas presiones reales para que se produzcan reformas democr¨¢ticas y pac¨ªficas. Aunque es evidente que debemos abstenernos de intervenciones militares como la de Irak, no podemos reprochar a Estados Unidos su militancia en favor de la democracia cuando, en el pasado, hemos criticado su apoyo a dictaduras.
Tampoco pueden sorprendernos las paradojas de nuestra democracia. Con unos reg¨ªmenes autoritarios desacreditados y dada la debilidad de las fuerzas democr¨¢ticas, unas elecciones libres pueden otorgar la victoria -como se ha visto en Palestina y L¨ªbano- a partidos religiosos del estilo de los Hermanos Musulmanes. Nuestra obligaci¨®n es instarles a que abandonen la violencia,acepten el pluralismo y la alternancia y se integren poco a poco en el terreno democr¨¢tico y pol¨ªtico, del mismo modo que lo hicieron los partidos dem¨®crata-cristianos en Europa.
En el sombr¨ªo clima pol¨ªtico del mundo ¨¢rabe, tenemos que fomentar todo lo que facilite una opci¨®n distinta a la dictadura y el fundamentalismo. Pero no sirve de nada imponer la democracia por la fuerza; es fundamental creer en¨¦rgicamente en el poder de la democracia por s¨ª sola. Las soluciones democr¨¢ticas surgir¨¢n de las propias sociedades ¨¢rabes, pero tenemos que explorar el camino a la democracia en colaboraci¨®n con ellas, mediante relaciones bilaterales pero tambi¨¦n a trav¨¦s de la Uni¨®n Europea, porque ello nos permitir¨¢ evitar conflictos de intereses bilaterales o nacionales.
Lo primero debe ser la defensa de los derechos humanos. Debemos apoyar a los activistas de los derechos humanos, fomentar la igualdad de la mujer, intensificar la acci¨®n de nuestros representantes diplom¨¢ticos y pensar en la posibilidad de condicionar la ayuda econ¨®mica (aunque es preciso mantener la ayuda a los palestinos). El modelo europeo de unidad, diversidad y resoluci¨®n pac¨ªfica de los conflictos -los principios en los que se basan los tratados firmados por la Uni¨®n Europea- es atractivo para el mundo ¨¢rabe. Hay que proponerlo, no con ¨¢nimo de dominar sino con una preocupaci¨®n por el di¨¢logo. Los Estados europeos y el Parlamento Europeo tienen que ejercer su responsabilidad en este aspecto.
Otros actores indispensables son nuestros partidos pol¨ªticos, que pueden impulsar una reforma positiva, denunciar situaciones inaceptables, se?alar las agresiones y analizar los obst¨¢culos que se presenten en el camino. Las organizaciones no gubernamentales, especialmente las que act¨²an en el campo de los derechos humanos, desempe?an un papel importante, y es preciso ayudarlas. Las entidades locales pueden promover programas de intercambio y una cooperaci¨®n descentralizada. Por ¨²ltimo, los dirigentes isl¨¢micos europeos deben asegurarse de que sus hom¨®logos en los pa¨ªses ¨¢rabes escuchen a los musulmanes en sociedades laicas y no confesionales.
Si queremos impulsar la democracia y disminuir la violencia en el mundo ¨¢rabe ser¨¢ crucial avanzar en dos ¨¢mbitos. El primero es el econ¨®mico. Los pa¨ªses ¨¢rabes tienen desigual fortuna en cuesti¨®n de demograf¨ªa y recursos petrol¨ªferos. Debemos trabajar con ellos para afrontar el reto de un desarrollo equitativo. El segundo ¨¢mbito es pol¨ªtico, y es tan fundamental como actual: el conflicto entre Israel y los palestinos, entre Israel y los pa¨ªses ¨¢rabes. Hace 60 a?os que este conflicto representa un lastre para dos pueblos, para la regi¨®n y para el mundo.
Para cambiar la situaci¨®n, es preciso romper con tres elementos del pasado.
Los palestinos deben renunciar al terrorismo y la violencia armada y tener en cuenta que la proclamaci¨®n de una lucha exclusivamente pol¨ªtica y de car¨¢cter pac¨ªfico les otorgar¨ªa una fuerza y una credibilidad irresistibles.
Los israel¨ªes deben abandonar la l¨®gica del statu quo y ofrecer a los palestinos una verdadera soluci¨®n pol¨ªtica, un Estado palestino soberano, viable, libre de asentamientos israel¨ªes, abierto a cierto n¨²mero de refugiados y que incluya una parte de Jerusal¨¦n.
La comunidad internacional tiene que decidir que ha llegado el momento de hallar una soluci¨®n justa a la cuesti¨®n palestina y actuar en consecuencia. Esta postura tendr¨ªa un efecto muy positivo sobre la opini¨®n p¨²blica ¨¢rabe, disipar¨ªa la hostilidad hacia Occidente, contribuir¨ªa a aislar a los fan¨¢ticos y permitir¨ªa -obligar¨ªa- a los pa¨ªses ¨¢rabes a centrarse en construir sociedades y Estados democr¨¢ticos.
El reto del di¨¢logo y la cooperaci¨®n democr¨¢tica entre el mundo ¨¢rabe y Occidente reside en desmantelar el nacionalismo, el tradicionalismo y el fanatismo religioso, reducir la miseria y la frustraci¨®n, por un lado, y el deseo de poder y control y el esp¨ªritu de cruzada, por otro. Entonces, libre ya de represiones y desv¨ªos, la revuelta de los ciudadanos de Oriente Pr¨®ximo contra sus condiciones de vida se reafirmar¨ªa en la exigencia de democracia.
Lionel Jospin es miembro del Club de Madrid y fue primer ministro de Francia. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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