Leyendo a Lorca
Es el desaf¨ªo de cualquier obra de ballet o de danza-teatro flamencos: trasladar una atm¨®sfera, configurar un personaje, contar una historia y que el espectador pueda reconocerla, seguirla, leerla a trav¨¦s de una danza, una coreograf¨ªa y una m¨²sica. Lorca es, probablemente, el autor m¨¢s visitado en este g¨¦nero y, a pesar de los marcados perfiles de los personajes que pueblan su obra teatral, no siempre ha sido feliz su traslado a la escena. Reunir a las mujeres lorquianas, siempre protagonistas, quiz¨¢s no tenga la misma dificultad que contar una historia, pero s¨ª que conlleva el reto de comprimir la esencia de caracteres en los pocos minutos que dura un cuadro.
El espacio esc¨¦nico dise?ado para acoger a tan diversos personajes fue austero, tanto como los ¨¢speros ambientes del teatro lorquiano, siempre representado con el blanco de la cal y el negro de los vestidos, con destellos de luz para la libertad o para la alegr¨ªa de las doncellas casaderas. Para enmarcar a todas estas mujeres, en escena s¨®lo existi¨® la presencia silente de un piano y muchos, muchos, cantidad de zapatos de baile, tantos que uno ya no sab¨ªa que simbolog¨ªa otorgarles. Sobre esa naturaleza muerta -que a veces cobrar¨ªa vida por mor del car¨¢cter aleg¨®rico que se le fue otorgando- Carmen Cort¨¦s y su elenco de mujeres se encargaron de hacernos reconocible cada una de las seis historias de mujer reunidas en la obra.
Mujeres de Lorca
Compa?¨ªa Carmen Cort¨¦s. Baile: Carmen Cort¨¦s y elenco. Cante: Guadiana, Ram¨®n El Portugu¨¦s, Mar¨ªa Carmona. Guitarras: David Cerraduela, Paco Cruz. Direcci¨®n Musical: Faustino N¨²?ez. Direcci¨®n Esc¨¦nica: Fernando Bernu¨¦s. Sevilla. Teatro Central, 27 de septiembre de 2006
Junto a ellas, guitarras, percusi¨®n y cante formaron un todo unido, una suerte de coro griego que, m¨¢s all¨¢ del simple acompa?amiento musical, se encarg¨® de ilustrar cada cuadro con un trabajo en el que los versos del poeta granadino fueron recitados, cantados y jaleados como parte esencial de la representaci¨®n. A¨²n as¨ª, dentro de ese conjunto destacaron las aportaciones de Guadiana y Mar¨ªa Carmona, as¨ª como el cierre de guitarra de Cerraduela.
La Cort¨¦s, en su papel de l¨ªder, asumir¨ªa el reto de dar vida a los personajes principales y a lo que ellas representan. Comenz¨® imponiendo la autoridad de Bernarda Alba a base de un poderoso zapateado que someti¨® cualquier atisbo liberador de sus cinco hijas. Luego se hizo sutil en la representaci¨®n gestual, casi est¨¢tica, de la esterilidad (Yerma), y eligi¨® el baile se?ero de la sole¨¢ para evocar el drama de Mariana Pineda. Fue quiz¨¢s el momento central marcado por la intensidad de su baile, que pas¨® de ser rabia contenida a fuerza desatada, un estilo que la bailaora personaliza sin perder de vista el canon. Finalmente, de blanco raso y, de nuevo con expresi¨®n est¨¢tica, personificar¨ªa la postrera soledad de la novia de Bodas de sangre.
El cuerpo de baile le hab¨ªa puesto pr¨®logo a la fiesta nupcial con la misma soltura y gracia con que se encargaron de los cuadros de La zapatera y Do?a Rosita.
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