Poderes tir¨¢nicos
Para aprovechar pol¨ªticamente el miedo al terrorismo, Bush, los republicanos y muchos dem¨®cratas no han dudado en sacrificar los valores m¨¢s elementales de la democracia americana aprobando una ley sobre los sospechosos de terrorismo que echa por tierra las garant¨ªas m¨ªnimas de un Estado de derecho. Faculta la detenci¨®n ilimitada de los supuestos terroristas y su enjuiciamiento por comisiones militares sin derecho de apelaci¨®n; deniega el principio constitucional del h¨¢beas corpus para prevenir las detenciones ilegales; y admite pruebas secretas o declaraciones sacadas bajo lo que cualquiera, a excepci¨®n de esta ley, reconoce y llama tortura, adem¨¢s de proteger retroactivamente a los militares y otros agentes que la practicaron hasta 2005. Aunque acepta a rega?adientes las convenciones de Ginebra sobre los derechos de los prisioneros de guerra, deja su interpretaci¨®n en el caso por caso al albur del Ejecutivo. Cabe recordar que la propia Constituci¨®n americana considera que los tratados internacionales suscritos por EE UU est¨¢n a su mismo nivel como ley del pa¨ªs.
Despu¨¦s de que el Tribunal Supremo desestim¨® las comisiones especiales por las que pasaban -ser¨ªa mucho decir que eran juzgados- los presos en Guant¨¢namo y en otros lugares y critic¨® el exceso del poder ejecutivo, el Congreso deb¨ªa legislar. Pero no as¨ª. Probablemente, la ley acabar¨¢ en el Supremo, donde es de esperar que los jueces act¨²en de nuevo con criterios jur¨ªdicos, obliguen a dar marcha atr¨¢s y recorten el excesivo margen de discrecionalidad del poder que la Casa Blanca se ha arrogado desde el 11 de septiembre de 2001, hasta proporcionar al presidente elegido poderes tir¨¢nicos.
Frente a lo ocurrido cuatro a?os atr¨¢s, esta vez muchos dem¨®cratas se han resistido, y entre los que han votado en contra en el Senado est¨¢n todos los precandidatos presidenciales del partido, incluida Hillary Clinton. John McCain, presidenciable republicano torturado en Vietnam, en cambio, la ha apoyado. El cerrojo ser¨¢ total si los republicanos mantienen la mayor¨ªa de ambas c¨¢maras en las elecciones legislativas del 7 de noviembre. Pero basta que pierdan el control de una de ellas para que toda la pol¨ªtica de Bush se ponga en tela de juicio.
Nadie puede sentirse seguro con esta ley, pese a estar dise?ada para "extranjeros". Tampoco -y ¨¦ste ha sido un argumento de los dem¨®cratas- los civiles y militares estadounidenses fuera de su pa¨ªs, metidos en unas guerras en las que podr¨ªan ser tratados con una monstruosa reciprocidad en caso de ser capturados. "Estados Unidos est¨¢ comprometido en la eliminaci¨®n de la tortura en el mundo", afirm¨® Bush en 2003. En realidad, es exactamente lo contrario: la est¨¢ imponiendo.
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