Participaci¨®n y responsabilidad
Seg¨²n los datos del informe sobre Ciudadan¨ªa y participaci¨®n del Centro de Estudios Andaluces, s¨®lo el 4% de los andaluces pertenecen a un partido pol¨ªtico y la pol¨ªtica interesa "poco o nada" al 73% de los encuestados. Asimismo, m¨¢s de un tercio no habla con nadie cercano, sobre cuestiones pol¨ªticas. Pero lo m¨¢s relevante del sondeo en la perspectiva de la apat¨ªa pol¨ªtica de los andaluces, es que las mujeres est¨¢n bastante m¨¢s desinteresadas que los hombres y el 45% del total afirma que le resulta dif¨ªcil de entender las actividades pol¨ªticas. Una cuesti¨®n central que revela la dif¨ªcil trayectoria hist¨®rica de la mujer, en un terreno en el cual le est¨¢ costando sangre, sudor y l¨¢grimas el alcanzar la igualdad jur¨ªdico-pol¨ªtica en relaci¨®n al sexo contrario.
Hasta el siglo XX no se ha reconocido, en la mayor¨ªa de los pa¨ªses democr¨¢ticos, el derecho de las mujeres al voto. Un proceso que progresivamente se ha traducido, tras la reforma de las leyes correspondientes, en una situaci¨®n de igualdad jur¨ªdica. Incluso hoy d¨ªa asistimos, en muchos casos, a la aplicaci¨®n de medidas de discriminaci¨®n positiva, como el sistema de cuotas, para favorecer la participaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres. Aparentemente no existen ya barreras visibles para que las mujeres ejerzan como ciudadanas. Aunque a¨²n hay sombras en la interpretaci¨®n de las normas, como ocurre con algunas sentencias judiciales que incurren en una interpretaci¨®n jur¨ªdica sexista.
La cultura pol¨ªtica que sustenta los sistemas de democracia representativa ha negado la existencia de uno de los dos sexos que conforman la especie humana ampar¨¢ndose en un concepto de ciudadano neutro. No reconoce una igualdad que contemple la diferencia de los sexos. En este terreno el concepto de ciudadano universalizado queda reducido asim¨¦tricamente. La igualdad de derechos en la pr¨¢ctica queda limitada pues la mera igualdad jur¨ªdica no modifica la situaci¨®n de las mujeres en el sentido de presencia y fuerza. Son pocas las mujeres, sobre todo en el ¨¢mbito privado, que ocupan puestos de poder, de representaci¨®n o de decisi¨®n. La discriminaci¨®n sutil act¨²a a la hora de escoger y nombrar mujeres para puestos decisorios, pero tambi¨¦n podr¨ªamos decir que en muchos casos las mujeres no quieren ocuparlos. Porque acceder a ellos les representa costes personales de malestar y renuncia. Debido, principalmente a que la actuaci¨®n en estos puestos est¨¢ definida en par¨¢metros masculinos que suponen, por una parte, una dedicaci¨®n total que es posible s¨®lo si otros realizan las tareas de cuidado y dom¨¦sticas; y por otra incorpora unas reglas de juego que no han sido pensadas ni establecidas por las mujeres.
Muchas mujeres, est¨¢n excluidas de esta definici¨®n de la pol¨ªtica y, por tanto, se sienten ajenas a la esfera de lo pol¨ªtico. Por lo tanto, hacer posible la participaci¨®n pol¨ªtica de la mujer significa elaborar y hacer crecer una nueva l¨®gica de funcionamiento pol¨ªtico que cuestione radicalmente contenidos y formas de representaci¨®n de tal manera que se d¨¦ cabida a la expresi¨®n de las diferencias que incluyen la subjetividad masculina y la femenina. De todos modos, el problema de la participaci¨®n pol¨ªtica en los sistemas democr¨¢ticos occidentales trasciende el reconocimiento de una serie de derechos para las poblaciones. Una gran parte de la sociedad se siente hoy ajena a la cultura pol¨ªtica dominante y sus formas de representaci¨®n. La concentraci¨®n de los centros de poder, la globalizaci¨®n de los procesos de producci¨®n y de toma de decisiones hacen que cada vez sea m¨¢s dif¨ªcil encontrar mecanismos de participaci¨®n que permitan ser parte activa en la configuraci¨®n de un modo de organizaci¨®n colectivo. Esta situaci¨®n adquiere para las mujeres una dimensi¨®n particular extrema.
Es necesaria una nueva concepci¨®n pol¨ªtica entroncada con las necesidades humanas, en la que lo llamado privado sea importante para la colectividad, y sea, en definitiva pol¨ªtico, porque pol¨ªtico es elaborar propuestas encaminadas a aliviar las incomodidades de la vida cotidiana sobre la que tanto han reflexionado las mujeres por su peculiar experiencia de vida. Esto comporta reconocer a las mujeres como sujeto gen¨¦rico pol¨ªtico consciente y, tambi¨¦n, hacer de la pol¨ªtica una actividad conectada con la poblaci¨®n, sustentada en ella, en sus opiniones y en sus necesidades y no a la inversa; es decir, hacer a los individuos dependientes de las decisiones pol¨ªticas.
Las mujeres tienen que hacerse visibles como sexo con una pr¨¢ctica incordiante para una pol¨ªtica que en muchas ocasiones ignora su subjetividad. Una pr¨¢ctica aut¨®noma y horizontal en la que exista un intercambio transversal como mujeres, m¨¢s all¨¢ de la filiaci¨®n pol¨ªtica y de la diversidad de trayectoria. Una pr¨¢ctica que abarque el autoconocimiento, el debate y los proyectos de mujeres; que combine la investigaci¨®n, la reflexi¨®n cr¨ªtica y la actividad transformadora; que no eluda la confrontaci¨®n en la escena pol¨ªtica de las instituciones, los partidos y los nuevos movimientos sociales.
Antonio Espantale¨®n Peralta es profesor de Sociolog¨ªa Pol¨ªtica en la Universidad de Granada.
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