La realidad es una cosa lejana
LA RELACI?N que Argentina tiene con Uruguay es muy particular: de tan cercano y parecido, Uruguay termina siendo un pa¨ªs ex¨®tico. Otro tanto ocurre con su literatura. Por detr¨¢s de una escritura cansina, a mitad de camino entre lo tradicional y lo urbano, se esconde una tradici¨®n radical, bizarra, subversiva. Es la que conduce de Lautr¨¦amont (nacido en Montevideo en 1846), pasa por extravagantes poetas decadentistas de fines del siglo XIX, como Roberto de las Carreras (autor del poema 'Mi herencia', donde acusa al c¨®digo civil por impedirle cobrar la herencia de su padre, al ser hijo bastado), llega hasta la nouvelle El Uruguayo, de Copi (sin dudas su mejor libro), y desemboca en las deliciosas golosinas Conaprole de dulce de leche, inhallables en Buenos Aires. Es una tradici¨®n descentrada, inesperada, que hace de la iron¨ªa su carta de presentaci¨®n ante el mundo. Pues bien, Mario Levrero pertenece a esa familia secreta.
Levrero naci¨® en 1940 y muri¨® en 2004. En general vivi¨® en Uruguay, con una breve estad¨ªa en Buenos Aires, y en ambos lados del R¨ªo de la Plata desempe?¨® los m¨¢s diversos oficios. En vida public¨® 23 libros (entre novelas, relatos y c¨®mics), a lo que se le suma uno p¨®stumo, La novela luminosa, su obra maestra. Su caso es especialmente curioso: cada uno de sus libros es mejor que el anterior. Se supone que ese fen¨®meno ocurre en el mundo de la ciencia, entregada como est¨¢ al fetiche del progreso. Una teor¨ªa supera a la otra, y un d¨ªa Plut¨®n es un planeta, y al siguiente ya no. Pero la literatura moderna vive bajo otro mito, un mito inverso al de la ciencia. El mito de la irrupci¨®n. A los 17 a?os, Rimbaud ya hab¨ªa escrito toda su obra y estaba a punto de partir para siempre. La literatura funciona como un rel¨¢mpago, como la sensaci¨®n de tener agua entre las manos en el momento en que el agua se escurre de las manos. Pero Levrero, en esto como en tantas otras cosas, desaf¨ªa las convenciones.
De hecho, hubo un tiempo en que la obra de Levrero aparentaba estar estancada. Se hab¨ªa ganado una m¨®dica fama como autor de ciencia-ficci¨®n y g¨¦nero fant¨¢stico, y parec¨ªa que no mucho pod¨ªa esperarse de sus libros. Pero de repente, como una aceleraci¨®n, en los ¨²ltimos a?os de su vida comenz¨® a escribir lo mejor de su obra; una vuelta de tuerca contra s¨ª mismo que incluye el abandono de la ciencia-ficci¨®n y el reemplazo por un g¨¦nero inclasificable, un tipo de narraci¨®n alterada que, en un mismo movimiento, recuerda a la novela, al ensayo, al manual de autoayuda y al diario ¨ªntimo. Dos son sus libros claves. La ya mencionada Novela luminosa, publicada en 2005 en Uruguay por la editorial Alfaguara, y El discurso vac¨ªo, publicado en 1996 en la editorial Trilce de Montevideo, y que hace unos meses la editorial Interzona reedit¨® en Buenos Aires.
As¨ª empieza El discurso vac¨ªo: "Hoy comienzo mi autoterapia grafol¨®gica. Este m¨¦todo (que hace un tiempo me fue sugerido por un amigo loco) parte de la base de una profunda relaci¨®n entre la letra y los rasgos del car¨¢cter, y del presupuesto conductista de que los cambios de conducta pueden producir cambios a nivel ps¨ªquico. Cambiando pues la conducta observada en la escritura, se piensa que podr¨ªa llegarse a cambiar otras cosas en una persona". El primer p¨¢rrafo marca ya el tono entre solemne y par¨®dico, entre absurdo y aut¨¦ntico, entre delirante y discreto que tiene el resto de la novela. Un sinf¨ªn de peripecias sobre t¨¦cnicas grafol¨®gicas para mejorar el estado de ¨¢nimo (escribir con la mano izquierda, ejercicios de control mental, combinaciones entre letras grandes y peque?as) entrecortadas por visitas inoportunas, ca¨ªdas en depresiones, discursos filos¨®ficos acerca del malestar de nuestro tiempo, un perro enfermo, y una serie infinita de digresiones.
Se lee el libro, y al terminar el lector se pregunta: "?Es en serio? ?Es una broma o un alegato?". La respuesta no llega nunca, nunca sabremos el resultado del cambio. Ocurre que en esa incerteza perturbadora reside el encanto de su escritura. Como esa frase de Rilke, que cita el propio Levrero: "La realidad es una cosa lejana que se acerca con infinita lentitud al que tiene paciencia".
Dami¨¢n Tabarovsky (Buenos Aires, 1967) es autor de la novela La expectativa (Caballo de Troya) y del ensayo Literatura de izquierda (Beatriz Viterbo Editora).
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