La lucha de nuestro tiempo
Necesitamos un debate sobre lo que la ley debe y no debe permitir que se diga y escriba
Un fil¨®sofo franc¨¦s ha tenido que esconderse para escapar de las amenazas de muerte aparecidas en p¨¢ginas web islamistas porque public¨® un art¨ªculo en un peri¨®dico franc¨¦s en el que afirmaba que en el Cor¨¢n se dice que Mahoma es "un maestro del odio". Un montaje de Idomeneo, de Mozart, que en diversos momentos exhibe la cabeza de Mahoma (?de pl¨¢stico? ?de papier mach¨¦?) decapitada, junto a las de Jes¨²s, Buda y Poseid¨®n, ha sido retirado de la programaci¨®n de la Deutsche Oper de Berl¨ªn despu¨¦s de que la polic¨ªa local informara a la direcci¨®n sobre una amenaza telef¨®nica. Y eso s¨®lo en la ¨²ltima semana.
Si retrocedemos un poco, nos encontramos con el asesinato del cineasta holand¨¦s Theo van Gogh y el acoso criminal a Ayaan Hirsi Al¨ª y Salman Rushdie. Dan una paliza a un activista antifascista despu¨¦s de que se publiquen su fotograf¨ªa y su domicilio en una p¨¢gina de extrema derecha llamada Redwatch. Los defensores de los derechos de los animales amenazan a los investigadores cient¨ªficos y sus familias. Unos extremistas sijs obligan a retirar de los escenarios brit¨¢nicos una obra que les molesta. Unos extremistas cristianos amenazan a los ejecutivos de la BBC porque emiten Jerry Springer: la ¨®pera. ?Hace falta que siga?
Es un gran error hablar de una ¨²nica "guerra contra el terror"; nuestros enemigos son muy variados, y sus ideolog¨ªas tambi¨¦n son muy distintas
Los m¨¢rgenes para expresarse con libertad, incluso en las viejas democracias liberales, se reducen, y si no luchamos, seguir¨¢n reduci¨¦ndose
La libertad de expresi¨®n no es dominio exclusivo de escritores y artistas. Es una libertad fundamental, el ox¨ªgeno del que dependen las dem¨¢s libertades
Enemigos variados
Los fan¨¢ticos sin fronteras est¨¢n en marcha. Es un error hablar de una ¨²nica "guerra contra el terror"; nuestros enemigos son muy variados y sus ideolog¨ªas muy distintas. Pero si alguien no ve que estamos librando una lucha contra m¨²ltiples enemigos de la libertad, que pueden llegar a ser tan mortales como los que afrontamos en los a?os treinta, es que est¨¢ en Babia, que es lo mismo que decir: es un europeo contempor¨¢neo t¨ªpico. En el primer decenio del siglo XXI, los m¨¢rgenes para expresarse con libertad, incluso en las viejas democracias liberales, se han reducido, se reducen constantemente y -si no nos decidimos a luchar- seguir¨¢n reduci¨¦ndose. La libertad de expresi¨®n no es dominio exclusivo de escritores y artistas. Es una libertad fundamental, el ox¨ªgeno del que dependen las dem¨¢s libertades. No es casual que John Stuart Mill dedicara todo un cap¨ªtulo de Sobre la libertad a "la libertad de pensamiento y discusi¨®n".
La erosi¨®n de la libertad de expresi¨®n se produce de muchas formas distintas. La m¨¢s obvia es la violencia o la amenaza de violencia: "Si dices eso, te mataremos". En nuestra ¨¦poca, esto se ha vuelto tremendamente m¨¢s f¨¢cil gracias a Internet, el correo electr¨®nico y los tel¨¦fonos m¨®viles. El fil¨®sofo franc¨¦s Robert Redeker tuvo que esconderse cuando una p¨¢gina web islamista decret¨® que "el cerdo" ten¨ªa que ser "castigado por los leones de Francia", igual que hab¨ªa hecho "el le¨®n de Holanda, Mohammed al Bouyeri", y public¨® su domicilio, su n¨²mero de tel¨¦fono y su fotograf¨ªa. Mohammed Bouyeri fue quien asesin¨® a Theo van Gogh.
Si bajamos un escal¨®n nos encontramos con las protestas pac¨ªficas p¨²blicas, a veces con la amenaza impl¨ªcita de violencia. Existen asimismo otras formas de presi¨®n menos visibles, como el uso de las armas econ¨®micas: por ejemplo, el boicoteo a los art¨ªculos daneses en varios pa¨ªses isl¨¢micos tras el esc¨¢ndalo de las caricaturas, o la presi¨®n encubierta del Estado chino a las empresas de televisi¨®n por sat¨¦lite, de las que China es un cliente muy importante.
Luego est¨¢ la autocensura de quienes sufren dichas amenazas. La canciller Angela Merkel calific¨® la decisi¨®n de la Deutsche Oper de retirar Idomeneo, apropiadamente, como una "autocensura por miedo". Pero la autocensura tambi¨¦n puede nacer de una idea bienintencionada de armon¨ªa multicultural, en la l¨ªnea de "t¨² respetas mis tab¨²es y yo respeto los tuyos"; lo que en alguna columna he llamado la tiran¨ªa del veto de grupo. Y hay que contar con los casos en los que los gobiernos y parlamentos democr¨¢ticos intentan, equivocadamente, garantizar la paz y la armon¨ªa entre comunidades mediante leyes que limitan la libertad de expresi¨®n. La ley propuesta inicialmente por el Gobierno brit¨¢nico sobre la incitaci¨®n al odio religioso es un ejemplo t¨ªpico.
Las amenazas proceden de los sectores m¨¢s variados. Ser¨ªa absurdo pretender que, en la actualidad, entre las m¨¢s intimidatorias no est¨¢n las de los extremistas isl¨¢micos, al menos para Europa y EE UU. Al fin y al cabo, los cristianos, los budistas y los adoradores de Poseid¨®n no amenazaron, que sepamos, con tomar represalias violentas por la exhibici¨®n de las cabezas (?de pl¨¢stico?) decapitadas de sus seres m¨¢s sagrados en un escenario berlin¨¦s. Pero los ejemplos que enumeraba al principio muestran que los yihadistas no son los ¨²nicos que pretenden cortar el ox¨ªgeno de la libertad de expresi¨®n. Mientras escribo, me llega la noticia de que un buen amigo m¨ªo, Tony Judt, historiador de la Europa moderna, que ha criticado abiertamente las recientes decisiones pol¨ªticas de Israel, ha visto de pronto que hab¨ªan anulado su presencia en un local de Nueva York despu¨¦s de que la instituci¨®n anfitriona, que era el consulado de Polonia, recibiera una serie de llamadas de tel¨¦fono (ten¨ªa pensado hablar sobre El lobby israel¨ª y la pol¨ªtica exterior de EE UU). Seg¨²n el c¨®nsul polaco, las llamadas las hicieron "un par de grupos jud¨ªos", entre ellos la Liga Anti-Difamaci¨®n, y "representantes de c¨ªrculos diplom¨¢ticos e intelectuales estadounidenses". No se pueden comparar unas llamadas de tel¨¦fono con unas amenazas de muerte, desde luego. Pero todo ello forma parte de una erosi¨®n gradual y m¨²ltiple de la libertad de expresi¨®n, incluso en tierras tradicionales de libertad como Estados Unidos, Francia y Gran Breta?a.
Libertad en peligro
?Qu¨¦ podemos hacer? En primer lugar, debemos darnos cuenta de la gravedad del peligro. Repito: es uno de los mayores riesgos que corre hoy la libertad. Necesitamos un debate sobre lo que la ley debe y no debe permitir que se diga y se escriba. Ni siquiera el propio Mill suger¨ªa que todo el mundo pudiera decir cualquier cosa, en cualquier momento y cualquier lugar. Tambi¨¦n debemos discutir qu¨¦ es prudente y juicioso decir en un mundo globalizado en el que pueblos de culturas tan diferentes viven tan cerca unos de otros, como compa?eros de habitaci¨®n separados s¨®lo por una cortina. Hay una frontera de prudencia y sensatez que est¨¢ m¨¢s all¨¢ de la que debe fijar la ley. Por ejemplo, creo que el art¨ªculo de Robert Redeker en Le Figaro fue un desafuero imprudente, con su afirmaci¨®n de que el islam (no el islamismo o el yihadismo, sino el islam, por las buenas) es el equivalente actual al comunismo mundial de tipo sovi¨¦tico -ayer Mosc¨², hoy La Meca- y su denuncia de Mahoma como un "caudillo despiadado, saqueador, asesino de jud¨ªos y pol¨ªgamo". No obstante, cuando los fan¨¢ticos sin fronteras reaccionan diciendo que van a matarle, debemos mostrar una solidaridad total con el escritor amenazado, en consonancia con el esp¨ªritu de Voltaire.
No importa que Voltaire seguramente no dijera nunca lo que suele atribu¨ªrsele: "No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defender¨¦ hasta la muerte tu derecho a decirlo". La famosa cita parece ser, m¨¢s bien, una par¨¢frasis de principios del siglo XX. Pero la esencia corresponde sin duda a Voltaire. Y el orden de las frases es vital. Con demasiada frecuencia, desde el caso de Rushdie, hemos visto esta sintaxis invertida: "Por supuesto que defiendo su libertad de expresi¨®n, pero...". El principio de Voltaire expone la idea en el orden debido: primero la discrepancia, pero luego la solidaridad incondicional. Ahora nos toca a todos desempe?ar nuestro papel. El futuro de la libertad depende de que las palabras sean m¨¢s poderosas que los cuchillos.
Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia
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