'Sherpas' del desierto

Sus antepasados fueron ladrones de tumbas y ellos siguen buscando en la arena, y desenterrando, los tesoros que acompa?aron a los faraones del antiguo Egipto en su paso a la otra vida. Pero legalmente. Sin ellos, el trabajo de los poderosos arque¨®logos occidentales ser¨ªa muy dif¨ªcil, por no decir imposible. Algunos forman parte de aut¨¦nticas dinast¨ªas familiares, las mismas que acompa?aron a los popes de la arqueolog¨ªa mundial a principios del siglo pasado, los Carter y Herbert, cuyos hallazgos han pasado a la historia y a las aventuras cinematogr¨¢ficas.

Son los obreros de las grandes misiones arqueol¨®gicas internacionales; egipcios de estampa casi b¨ªblica, con turbante y galabeya, enjutos y surcados de arrugas prematuras, que ayer transportaron los obeliscos que partieron para Europa, excavaron las grandes tumbas y posibilitaron el acceso a momias y tesoros como el de Tutankamon, y hoy, buenos conocedores del terreno, siguen excavando, construyendo muros y trasladando cascotes. Siempre estuvieron all¨ª. No han pasado a la historia y pocas veces han sido citados en los libros, excepto como saqueadores de tumbas. Son los "obreros egipcios", la otra cara de los "doctores occidentales" en cualquier excavaci¨®n en Egipto.

El fot¨®grafo Carlos Spottorno les ha dotado ahora de individualidad e identidad en su libro Buscadores de historia -peque?o de formato, pero presente en el Reina Sof¨ªa o la Tate Modern-, fruto de sus dos campa?as como fot¨®grafo oficial del Proyecto Djehuty, la expedici¨®n arqueol¨®gica espa?ola que en Dra Abu el Naga, en Luxor (la antigua Tebas), investiga las tumbas de Djehuty y Hery, dos altos dignatarios de la dinast¨ªa XVIII (1.500 a?os antes de Cristo), descubiertas nada menos que por el mism¨ªsimo Champollion, que desentra?ara la escritura jerogl¨ªfica de la piedra Roseta, y que permanec¨ªan intocadas desde hace un siglo.

Ahora los egipcios son Al¨ª Farouk, Fadel Sabed Ahmed, Ednaani Mohamed Abit o Kamal Helmi, y aunque sus rostros, de ojos penetrantes y gruesos labios, parecen escapados de cualquier pel¨ªcula de Hollywood, son reales.

Sus turbantes de m¨²ltiples formas y colores, que sostienen con una elegancia y naturalidad dif¨ªcil de superar, fueron el primer gancho para el fot¨®grafo. Pero s¨®lo el primero, porque enseguida qued¨® atrapado por el factor humano del grupo. "Todos llevan un tocado, distintos tipos de turbantes. A menudo son simples bufandas que se ponen en la cabeza de cualquier manera, pero que nunca se caen. Yo aprend¨ª a hacerme un turbante, pero siempre se me acaba cayendo, por muy fuerte que me lo ate. Ellos simplemente se lo apoyan en la cabeza y, no s¨¦ c¨®mo, nunca se cae. Adem¨¢s, cada uno tiene su modo caracter¨ªstico de ponerlo, es casi como un c¨®digo gen¨¦tico. Puedes distinguir a una persona por su turbante. Fue una de las cosas que me llevaron a hacer la serie de retratos".

Spottorno, de 35 a?os, trotamundos impenitente como buen hijo de diplom¨¢tico (naci¨® en Budapest; pas¨® la infancia en Roma, Marruecos, Par¨ªs y Madrid, y estudi¨® bellas artes en Roma y Reino Unido), entre cer¨¢micas y momias se qued¨® atrapado por la est¨¦tica del turbante. No en vano, antes que fot¨®grafo fue pintor y un buen conocedor del mundo de la publicidad internacional.

Pero el ahora fot¨®grafo freelance (una de sus im¨¢genes del desastre del Prestige gan¨® el World Press Photo) dice que, desde la primera vez que vio el panorama en Luxor, lo que enseguida le vino a la mente fue el paralelismo de estas personas con los sherpas del Himalaya. "Es gente aclimatada, que conoce el terreno y sin la cual la actividad de los occidentales es imposible. Me gusta conocer a gente que tenga algo que contar, y disfruto haciendo retratos siempre que tengo tiempo de establecer alguna relaci¨®n".

Y en Egipto lo tuvo. Conoci¨® a los trabajadores y a algunas de sus familias. Entr¨® en sus casas y le invitaron a comer y beber. Porque el "doctor Foto" es para ellos un personaje importante de la expedici¨®n, quiz¨¢ s¨®lo por debajo del mudir, el jefe, Jos¨¦ Manuel Gal¨¢n. "Les parece incre¨ªble que est¨¦ en todas partes, que sea al segundo que llaman cuando hay grandes descubrimientos, y que a Gal¨¢n, que nadie le dice lo que tiene que hacer, yo le diga d¨®nde se tiene que poner para la foto? Es una cuesti¨®n de jerarqu¨ªa".

La jerarqu¨ªa es para ellos muy importante. En realidad, ser rais (capataz) en Egipto es un privilegio din¨¢stico. Para ser rais se tiene que pertenecer a una familia con grandes capataces. Hay varias familias con solera. Una es la Ab Del Rasul, que desciende del gu¨ªa que llev¨® a Carter hasta la tumba de Tutankamon (bien conocida como ladrones de tumbas, se enfrentaron con Gaston Maspero, que acab¨® haciendo rais a uno de ellos). De hecho, un descendiente directo es hoy propietario del hotel Marsam, emplazado en lo que fue primera casa de la misi¨®n epigr¨¢fica de la Universidad de Chicago en 1924. Otra dinast¨ªa es la de los Farouk, a la que pertenece el rais Al¨ª Farouk al Quiftaoui, que trabaja con los espa?oles.

En las necr¨®polis tebanas, hoy d¨ªa, los Farouk, originarios de Quift (la antigua Coptos, cuna de los mejores capataces), son la familia predominante, y el rais Al¨ª, que comenz¨® llevando espuertas de escombros y picando con su padre, ha trabajado en todo Egipto. "Es una especie de freelance de lujo, que va de proyecto en proyecto y al que hasta le tientan los headhunters locales", asegura Spottorno.

Al¨ª Farouk es una figura muy peculiar en las excavaciones: es quien dirige a los trabajadores -unos 80 en la espa?ola-, hace de int¨¦rprete, se ocupa de los trabajos m¨¢s delicados y, sobre todo, es el consejero o asesor de los arque¨®logos. "Los conocimientos del capataz, su experiencia, son important¨ªsimos", asegura el egipt¨®logo Jos¨¦ Manuel Gal¨¢n, del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas y director del Proyecto Djehuty. "Al¨ª es una pieza fundamental del equipo. Se muestra muy autoritario con los obreros, pero les cuida, es muy paternal, como el jefe de una tribu. En realidad es un poco como en el antiguo Egipto: ¨¦l se considera el mejor capataz, y te cuenta su ¨¢rbol geneal¨®gico y las excavaciones en las que ha trabajado su familia?", dice Gal¨¢n, quien no escatima elogios hacia su capataz. "No imagino la excavaci¨®n sin ¨¦l. Lo que hace el resto de los trabajadores en Espa?a lo har¨ªan estudiantes, pero no puedes llevarte 80 estudiantes a Egipto? Pero el rais nos dio unos consejos fundamentales desde la primera campa?a. Por ejemplo, nuestro yacimiento est¨¢ al pie de una colina en la que suele haber desprendimientos, y ¨¦l tuvo la idea de construir un muro de piedra que lo protegiera. Y hay problemas de escombros dentro de las tumbas que ha solucionado de una forma muy pr¨¢ctica".

Al¨ª Farouk tiene una personalidad muy marcada. Es un hombre muy fuerte, pero capaz de una gran sensibilidad. Habla un mal ingl¨¦s, tan malo que casi la ¨²nica preposici¨®n que usa es for, y se pasea por el yacimiento sin soltar el tel¨¦fono m¨®vil y un bast¨®n, signo de autoridad y mando, heredado de su padre, que particip¨® en el descubrimiento de las estatuas de Sekhmet, en el templo de Luxor. "Nadie que no sea rais puede llevar bast¨®n de mando. Le sirve para apoyarse con elegancia, para se?alar objetos o personas, para mover piedras y sobre todo para amenazar con ¨¦l a las cuadrillas y azuzarlas a trabajar m¨¢s r¨¢pido. En realidad es una farsa, un juego sobreentendido entre ¨¦l y los trabajadores. ?l hace como si estuviera enfadado y ellos s¨²bitamente aprietan el paso o dejan de hablar entre ellos. Y suele lanzar unos gru?idos muy fuertes con los que acompa?a sus gestos amenazantes", dice Carlos Spottorno.

Un mundo jerarquizado, pero que tiene sus claves a la hora de medrar en la arqueolog¨ªa. Por supuesto, siendo serio y trabajador, pero tambi¨¦n con suerte, porque el nivel de cada trabajador est¨¢ ligado a la cantidad y calidad de hallazgos que hace. "No s¨¦ si ser¨¢ coincidencia, pero la verdad es que los mejores siempre encuentran m¨¢s cosas", dice Spottorno, para quien la liturgia del hallazgo es muy interesante. "Empieza siendo un peque?o rumor. Despu¨¦s viene la interpretaci¨®n. Si va el jefe, Jos¨¦ Manuel Gal¨¢n, la cosa es importante. Si va 'doctor Foto', es que es buena, buena. Y si ya se acercan los dem¨¢s doctores, dejando de lado durante un momento lo que est¨¦n haciendo, es que hay algo de verdad muy bueno". En el fondo, todos esperan un hallazgo hist¨®rico que reparta dinero y un poco de gloria. Llevan a?os sin encontrar algo lejanamente parecido al tesoro de Tutankamon, que se ha convertido en una especie de El Dorado para los egipcios. "Por supuesto, nadie admite este hecho, pero yo he visto el brillo emocionado en la mirada de los trabajadores cuando durante un momento todo es posible", se?ala el fot¨®grafo.

Un brillo que quienes pican y limpian con palaustrin y pincel -la m¨¢s alta categor¨ªa despu¨¦s del rais-, dotados de buen ojo para ver piezas antes de que salgan, discretos y de confianza, todav¨ªa reservan para las tumbas de Djehuty y Hery que no se han atacado. Brillo que no falt¨® cuando descubrieron la Tablilla del Aprendiz, una pieza de madera estucada con varios jerogl¨ªficos y el ¨²nico retrato frontal de un fara¨®n que existe en el mundo (posiblemente la reina Hatshepsut, la ¨²nica mujer fara¨®n que rein¨® 22 a?os y a cuya corte perteneci¨® Djehuty); las momias de la Dama Blanca y la Ni?a Nubia, o el fant¨¢stico juego de Senet encontrado este a?o, una mezcla de juego de la oca y backgammon t¨ªpico del antiguo Egipto.

Porque las cosas funcionan as¨ª: si el hallazgo ha sido bueno, hay mejor paga los jueves. Y entonces, el baile y el canto, que inicia siempre el p¨ªcaro y entra?able Mahmud Rostov, es por todo lo alto.

Marga Conde es quien mejor puede hablar de estos hombres -que han llegado a ser 100- porque los conoce uno a uno con nombres y apellidos, familias, problemas y alegr¨ªas. Conde es la administradora de la misi¨®n y a quien ellos llaman simplemente Bank, porque es quien controla, maneja el dinero y paga. Un trabajo no exento de dificultades en Egipto. "Fue un poco complicado el primer a?o porque era una mujer haciendo el trabajo de un hombre, es decir, contratar y despedir, pagar los sueldos y re?irles si era necesario? ?No s¨®lo ten¨ªan que sufrir el control del rais, sino el m¨ªo tambi¨¦n! Pero pronto me gan¨¦ el respeto de todos, supongo que porque vieron que trabajaba tanto como el que m¨¢s, y si hab¨ªa que cargar una espuerta, la cargaba [para ellos es humillante que una mujer haga lo mismo]; porque conozco sus preocupaciones, y, aunque parezca terrible, porque impongo mi autoridad sin remilgos y esto es apreciado: si te impones, te respetan".

Conde, que ha entrado en sus casas y conocido de cerca sus penurias, se siente una privilegiada al poder disfrutar de sus risas y compa?¨ªa. "Me encanta trabajar con ellos, puedo poner la mano en el fuego por todos y cada uno de mis hombres. El a?o pasado fueron muy felices cuando supieron que, ?por fin!, me hab¨ªa casado. Todos me felicitaban e insist¨ªan en que ahora ten¨ªa que tener hijos? Dej¨¦ de fumar como una carretera con ellos, y, de alguna forma, el no fumar y ser una mujer casada hizo que me trataran de otra manera, m¨¢s como mujer que como jefa. As¨ª que volv¨ª a fumar, e incluso casi llegu¨¦ a las manos con un chulito, y todo volvi¨® a la normalidad. ?Y ellos me felicitaron por volver a ser la de siempre!".

No se puede obviar que todo Luxor vive, de un modo u otro, de la arqueolog¨ªa: de la pasada -en los museos-; de la presente, con las excavaciones, o del turismo. Los arque¨®logos actuales, muchos y de todas las partes del mundo, dan trabajo a miles de personas, de modo directo (en los yacimientos) e indirecto (carpinteros, alba?iles, conductores, traductores, lavanderos?). Sin hablar de la hosteler¨ªa. Lo que significa que los egipcios suelen ser agradecidos con sus fuentes econ¨®micas. Pero, en su divisi¨®n del mundo en categor¨ªas -egipcios, turistas y doctores (los arque¨®logos)-, parece que los espa?oles salen bastante bien parados. "Ellos dicen que prefieren a los espa?oles, pese a no ser los mejor dotados econ¨®micamente, caso de los americanos, japoneses o alemanes, porque aseguran que nos comportamos mejor. El que todo el equipo, con el director al frente, llame a cada trabajador por su nombre es algo inaudito para ellos, porque nadie les llama nunca por su nombre. Lo normal es: ?eh, t¨²!", dice Spottorno.

Las relaciones que establecen con los trabajadores es, seg¨²n Gal¨¢n, lo que les distingue quiz¨¢ de otras misiones que tienen una relaci¨®n m¨¢s distante. "Intentamos ser generosos y ayudarles en lo que podamos, aunque, por muy generosos que seamos, ellos son siempre m¨¢s. Con lo poco que ganan, siempre est¨¢n dispuestos a hacer una colecta para un compa?ero necesitado. Te dejan boquiabierto".

Y a los egipcios les deja boquiabiertos que cuando llegan los espa?oles, empezando por el jefe, les saluden con dos besos, algo habitual entre hombres en su cultura. "Es cuando realmente te convierten en su hermano, que es como se llaman entre ellos". Otra cosa que agradecen vivamente es que los arque¨®logos se mezclen con ellos entre el polvo y las piedras, cosa que pocas veces hacen los egipt¨®logos occidentales. "En muchos casos trabajamos codo a codo con ellos. Este a?o en la excavaci¨®n de los pozos, que eran muy inc¨®modos, nichos de un metro de altura llenos de tierra, con mucho polvo y poca luz, hemos estado juntos. Y ellos valoran que te ensucies, porque hay muchos egipt¨®logos que no se manchan? Para m¨ª es algo obvio, porque si voy a excavar a Egipto es para mancharme", dice Gal¨¢n.

Lo cierto es que, cada a?o, el 'rais' Farouk invita a los miembros del equipo del Proyecto Djehuty a cenar en su casa con su extensa familia. "Cuando est¨¢s con ellos y ves como viven te das cuenta de lo est¨²pidos que somos por ahogarnos en un vaso de agua, por habernos olvidado de sonre¨ªr. El sentido de comunidad de los egipcios contrasta con nuestro individualismo y despreocupaci¨®n por los dem¨¢s. El primer a?o me sent¨ª una est¨²pida total por haber perdido la alegr¨ªa de vivir, y desde entonces procuro vivir todo intensamente", dice Marga Conde, Bank.

Otra de las mujeres del equipo, la arque¨®loga Mar¨ªa Jos¨¦ L¨®pez Grande, especialista en cer¨¢mica, se?ala lo peculiar del trato cuando la que dirige es mujer en una sociedad donde mandan los hombres. "En ese sentido, soy la 'dutura Mar¨ªa', porque la jerarqu¨ªa es muy importante? Y les debo de parecer bastante extra?a porque llego una semana despu¨¦s que los dem¨¢s y me voy directamente a trabajar con la cer¨¢mica en una jaima, y de vez en cuando salgo para ver c¨®mo est¨¢n de rotas las piezas? Uno de los hermanos del rais, Mohamed, trabaja conmigo, y es un hombre estupendo. Le encanta la cer¨¢mica, y desde el primer momento aprendi¨® c¨®mo ten¨ªa que restaurar las de este periodo. ?l trabaja por la ma?ana con el equipo de excavaci¨®n, y cuando los dem¨¢s se van, a la una de la tarde, se viene conmigo simplemente porque le gusta la cer¨¢mica. Es divertido que a veces, cuando est¨¢ excavando y encuentra un trozo, abandone el trabajo para venir todo contento a ense?¨¢rmelo. Nos entendemos fenomenal con su poco de ingl¨¦s y mi poco de ¨¢rabe".

Spottorno, que prepara un gran libro con todo este material, arqueol¨®gico y humano, del que los sugerentes retratos de Buscadores de historia son s¨®lo un aperitivo, recuerda divertido el proceso fotogr¨¢fico. "Les gustan mucho las fotos y son muy conscientes de su cara e indumentaria -algunos, los m¨¢s j¨®venes, llevan vaqueros debajo de las galabeyas- y de la imagen que tienen. Y el que encuentra algo, r¨¢pidamente se fotograf¨ªa con la pieza? Con los retratos fue muy curioso: todos quisieron pasar por el improvisado plat¨®. Hubo que regular el paso por la c¨¢mara para que no se produjeran conflictos. Todos quer¨ªan estar all¨ª. Y todos me pidieron luego los retratos, ?incluso a los que no hab¨ªa fotografiado!".

Buscadores de historia, dice Spottorno, quiere ser una reflexi¨®n acerca de la individualidad del ser humano. "Una experiencia que me llev¨®, de ser un espectador imparcial de unos acontecimientos, a tomar una actitud emp¨¢tica respecto a los que me rodeaban".

A lo mejor por eso, y aunque China est¨¢ en su futuro inmediato, en la pr¨®xima campa?a egipcia, en 2007, Carlos Spottorno estar¨¢ nuevamente en Luxor. Las tumbas, y quiz¨¢ las momias, de Djehuty y Hery aguardan. Y ya falta poco.