Este hombre raro
Hace mes y medio, cuando entrevist¨¦ a Orhan Pamuk en Estambul para EPS, ya predije que iba a ser en breve premio Nobel. La verdad es que fue un ejercicio de adivinaci¨®n muy f¨¢cil, porque Pamuk reun¨ªa todas las papeletas exigibles para estos galardones, cada d¨ªa m¨¢s descaradamente politizados. Tocaba un escritor del mundo isl¨¢mico, y adem¨¢s no un escritor cualquiera, sino un hombre progresista y cosmopolita como Pamuk, un guerrero de la modernidad que ha sufrido amenazas y procesos judiciales por su apuesta en favor de la libertad de expresi¨®n y los derechos humanos.
Pero adem¨¢s de su perfil de mediador entre Oriente y Occidente, tan pol¨ªticamente correcto y oportuno, Pamuk es un poderoso narrador, un escritor espl¨¦ndido que ha sabido crear un mundo propio. Y eso, esa originalidad ¨²ltima, esa mirada personal capaz de reinventar la realidad, es el mayor logro de un novelista. Escribe libros densos, raros, sugerentes, textos que exigen la colaboraci¨®n intelectual del lector y que acaban produciendo una especial fascinaci¨®n. Es una literatura que no se olvida.
Es un escritor espl¨¦ndido que ha sabido crear un mundo propio
Debo a?adir que, en persona, ¨¦l tambi¨¦n resulta bastante inolvidable. Y no porque embelese, precisamente, sino porque es tan singular como su propia obra. Para empezar, este hombre, que en lo real no tiene nada que ver con la correcci¨®n pol¨ªtica, es un tanto impertinente y fastidioso. Al menos a ratos. Es un personaje de humor cambiante, capaz de seducir y refunfu?ar al cincuenta por ciento. A la misma velocidad con que las nubes atraviesan el cielo de Estambul en un d¨ªa ventoso, Pamuk puede ser el tipo m¨¢s encantador, puede hacer bromas y re¨ªr como un ni?o, e inmediatamente encapotarse en un arrebato de agresiva suspicacia. Es una de esas personas a las que les gusta discutir, que florecen en el enfrentamiento y que no pueden evitar llevarle la contraria a todo el mundo. En eso, en la naturalidad de su insolencia y en su empecinamiento pele¨®n, hay algo como de eterno adolescente. Tiene 54 a?os, y aunque en las fotos suele salir fatal y mostrar una r¨ªspida y adusta apariencia de notario, en persona parece muy distinto. Es m¨¢s atractivo y, sobre todo, m¨¢s juvenil, como si una parte sustancial de su personalidad no hubiera acabado de crecer. Tal vez no se pueda ser buen novelista sin tener un perpetuo rinc¨®n de inmadurez.
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