La depuraci¨®n universitaria
Si la Guerra Civil espa?ola tuvo que ver -que lo tuvo- con ideolog¨ªas, no pod¨ªan los vencedores de aquella triste contienda dejar al margen el sistema educativo, puesto que, como es bien sabido, el control de la instrucci¨®n de los ni?os y los j¨®venes, de escuelas y universidades, es un magn¨ªfico instrumento para intentar ganar el futuro (todav¨ªa hoy, son muchos los que, conocedores de este elemental principio, se esfuerzan por explotarlo en beneficio ideol¨®gico propio). De hecho, entre las causas que dieron lugar a la guerra de 1936 figura la pol¨ªtica de promoci¨®n de la ense?anza primaria y secundaria que sigui¨® la Segunda Rep¨²blica, una pol¨ªtica que perjudicaba particularmente a la Iglesia cat¨®lica, que, como se indica en el libro objeto de la presente rese?a, manten¨ªa casi cinco mil escuelas y 295 institutos.
EL ATROZ DESMOCHE
Jaume Claret Miranda
Pr¨®logo de Josep Fontana
Cr¨ªtica. Barcelona, 2006
523 p¨¢ginas. 27,90 euros
V¨¦ase la lista de docentes asesinados, encabezada por los rectores de Oviedo y Granada, y el antiguo rector de Valencia
El atroz desmoche (una expre-
si¨®n que Pedro La¨ªn utiliz¨® en su Descargo de conciencia refiri¨¦ndose a la universidad franquista) estudia el proceso y resultado de la depuraci¨®n de profesores que tuvo lugar en las universidades espa?olas a partir (e incluso antes) de 1939. En los cuatro primeros cap¨ªtulos se analiza el proyecto republicano en el ¨¢mbito de la educaci¨®n (incluyendo sucesos que a la postre tuvieron -para estimular la represi¨®n- m¨¢s importancia de la debida, como la autonom¨ªa concedida a la Universidad de Barcelona), la formaci¨®n del discurso nacional-cat¨®lico, la constituci¨®n del aparato represor y el proceso depurador, mientras que en los nueve siguientes se trata de lo que sucedi¨® en las doce universidades que entonces exist¨ªan en Espa?a. Nadie antes que Jaume Claret hab¨ªa estudiado con parecido detenimiento este, no olvidado, pero en buena medida marginado acad¨¦micamente, importante cap¨ªtulo de la historia contempor¨¢nea espa?ola. La riqueza de datos incluidos, extra¨ªdos de diversas fuentes, aunque sobre todo del Archivo General de la Administraci¨®n, hacen que se pueda decir de este libro algo que aunque no es infrecuente leer no siempre responde a la realidad: que ning¨²n texto que en el futuro se ocupe de la universidad espa?ola en las d¨¦cadas que siguieron a la Guerra Civil puede dejar de tenerlo en cuenta.
El atroz desmoche es un libro de historia, s¨ª, pero de esos cuya lectura nos conmueve, llegando a horrorizarnos. Y es que la abundancia de datos, nombres y referencias que aparecen en ¨¦l no oscurece toda la crueldad, miseria moral y oportunismo que se despleg¨® en aquellos a?os. No s¨®lo se "depur¨®", tambi¨¦n se asesin¨® (v¨¦ase la lista de docentes universitarios asesinados que se cita en la p¨¢gina 355, encabezada por los rectores de Oviedo y Granada, Leopoldo Garc¨ªa-Alas y Salvador Vila Hern¨¢ndez, y por el antiguo rector de Valencia, Joan Peset). Fue entonces, asimismo, cuando tuvieron lugar las c¨¦lebres "oposiciones patri¨®ticas", que explican la presencia -?durante d¨¦cadas!- en las aulas universitarias de algunas personas que nunca debieron, o habr¨ªan podido en circunstancias diferentes, desempe?ar tan noble profesi¨®n. Estremece leer algunas de las manifestaciones que Claret recupera. As¨ª, el entonces ministro Pedro Sainz Rodr¨ªguez declaraba p¨²blicamente en 1938, ante los asistentes a un cursillo de orientaci¨®n nacional para maestros de Primaria, que las palabras de Fernando de los R¨ªos (ministro de Instrucci¨®n P¨²blica con la Rep¨²blica) sobre los logros educativos de su Gobierno y de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, "son para nosotros tan preciosas como si fueran un mapa donde nos hubieran se?alado las fortificaciones que tenemos que bombardear". Y qu¨¦ decir de la vileza almacenada en libros como Los intelectuales y la tragedia espa?ola (Burgos, 1937), del m¨¦dico "depurador" Enrique Su?er, y Una poderosa fuerza secreta. La Instituci¨®n Libre de Ense?anza (San Sebasti¨¢n, 1940), al que contribuyeron algunos individuos que luego brillar¨ªan en el nuevo r¨¦gimen.
Que es dif¨ªcil juzgar desapasio
nadamente este libro, es algo que se pone en evidencia en el l¨²cido, y al mismo tiempo conmovedor, pr¨®logo de Josep Fontana. Es un pr¨®logo ¨¦ste del distinguido historiador catal¨¢n en el que lo personal y lo "acad¨¦mico" forman parte de una misma unidad. Al mismo tiempo que pondera y eval¨²a fr¨ªamente las virtudes del texto de Claret, que se doctor¨® (con este mismo tema) bajo su direcci¨®n, Fontana nos habla de la parte de aquella triste historia que le toc¨® vivir (sufrir), y se lamenta -y acusa- de que, salvo en un par de casos, la actual universidad espa?ola parezca haberse complacido en silenciar el pasado en el que, lo quiera o no, est¨¢ enraizada.
"?En cu¨¢ntos a?os", se pregunta Fontana, "cabr¨ªa cifrar el retroceso intelectual a que nos conden¨® una universidad desmochada y envilecida?". Es una buena cuesti¨®n, pero por muy buen instrumento que sea El atroz desmoche para intentar contestarla, se necesitar¨¢n de m¨¢s esfuerzos y de otros ¨²tiles conceptuales para hacerlo. An¨¢lisis, por ejemplo, de tipo comparado: es m¨¢s que probable que no fueran las mismas las consecuencias que la guerra, el exilio y la depuraci¨®n tuvieron para la qu¨ªmica que para la filolog¨ªa, para la medicina, la historia o la filosof¨ªa que para algunas disciplinas t¨¦cnicas. Resta, en definitiva, todav¨ªa bastante por hacer. Los procesos de depuraci¨®n administrativa no fueron los ¨²nicos mecanismos a los que las nuevas autoridades recurrieron. Pensemos, por ejemplo, en la persecuci¨®n "a distancia" que en Par¨ªs sufri¨® el f¨ªsico, antiguo rector de la Universidad Madrid y en 1936 rector de la Universidad de Verano de Santander, Blas Cabrera (que se hab¨ªa exiliado en una fecha tan temprana como septiembre de 1936), a quien en 1941 el r¨¦gimen franquista termin¨® obligando a renunciar a su puesto en el Comit¨¦ Internacional de Pesas y Medidas, el ¨²nico medio que ten¨ªa en la capital francesa para ganarse la vida. Y puesto que estoy refiri¨¦ndome a la f¨ªsica, esta disciplina y Cabrera ilustran de manera magn¨ªfica algunas de las cuestiones que todav¨ªa restan por contestar. Es relativamente f¨¢cil (y para algunos emocional o ideol¨®gicamente muy satisfactorio) argumentar que la f¨ªsica espa?ola sufri¨® mucho con la p¨¦rdida de hombres como don Blas, la ausencia temporal de Arturo Duperier o los problemas a los que se tuvieron que enfrentar en Espa?a Miguel Catal¨¢n o Nicol¨¢s Velayos; sostener que en otro mundo pol¨ªtico, uno en el que la Rep¨²blica hubiese seguido libremente su camino, esa disciplina, que rein¨®, cambiando el mundo, durante una parte sustancial del siglo XX, habr¨ªa terminado por florecer en Espa?a, pero para sustanciar realmente semejante tesis es preciso abordar otras cuestiones. Por ejemplo, ?cu¨¢ntos alumnos asist¨ªan a las clases de Cabrera en la universidad?, ?le "quedaba mucha f¨ªsica" por producir como investigador original? o ?la orientaci¨®n de sus trabajos era la m¨¢s adecuada? Duperier, por ejemplo, brill¨® en su exilio ingl¨¦s m¨¢s de lo que nunca brill¨® -o, creo, habr¨ªa brillado- en Espa?a.
Sean cuales sean las respuestas que el futuro ofrezca a este tipo de cuestiones, ninguna empa?ar¨¢ el recuerdo, ni deber¨ªa hacernos olvidar, lo que los rebeldes de 1936 y vencedores en 1939 hicieron con la universidad espa?ola, a la que en conjunto -esta afirmaci¨®n s¨ª que est¨¢, pienso, totalmente sustanciada- destrozaron, convirtiendo en un "atroz desmoche". Si queremos saber m¨¢s, si nos esforzamos en realizar todo tipo de precisiones, es porque deseamos ser mejores, intelectual y moralmente, que los responsables de tanta miseria.
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