Humillaciones en el pa¨ªs de los 'check points'
Yaser tiene que volver. Los soldados israel¨ªes no le permiten cruzar el control militar de Hawara, al sur de Nabl¨²s. Ansam intenta, como cada tarde, que sus hermanos peque?os Yaser, de 9 a?os, y Shaima, de 10, superen una de las 528 barreras que fraccionan la ocupada Cisjordania -s¨®lo 5.000 kil¨®metros cuadrados, como La Rioja- en un sinf¨ªn de bantustanes donde viven 2,5 millones de personas. A veces pasan, a veces, no. Ansam prefiri¨® no perseverar. El cr¨ªo regres¨®, tras escuchar los gritos del uniformado, con el semblante desencajado. "De vez en cuando, por la tensi¨®n, sangra por la nariz", comenta Ansam. Los militares tambi¨¦n impiden o demoran el paso de las ambulancias. A veces, se tarda 12 horas en recorrer 100 kil¨®metros. Hasta 30 mujeres parieron en los ¨²ltimos tres a?os en los controles. Y m¨¢s de 70 enfermos sucumbieron a la espera.
Los habitantes de Cisjordania sufrieron 132 d¨ªas de clausura de su frontera en 2005
En agosto de 2005 exist¨ªan 376 de estos obst¨¢culos, en los que predomina el cemento. Un a?o despu¨¦s sumaban el 40% m¨¢s, seg¨²n la Oficina para la Coordinaci¨®n de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas.
Porque, adem¨¢s de los 27 puestos militares fijos, han proliferado los controles m¨®viles que sorprenden en cualquier lugar. Coloca tambi¨¦n el Ej¨¦rcito israel¨ª enormes bloques de piedra, cava trincheras o levanta mont¨ªculos de arena para cortar la circulaci¨®n. La v¨ªa que ayer era transitable hoy no lo es. Los palestinos tienen vedado el acceso a 41 carreteras o tramos en Cisjordania, 700 kil¨®metros de exclusi¨®n.
La represi¨®n se ha acentuado en los ¨²ltimos 12 meses, desde antes de que Ham¨¢s triunfara en las elecciones de enero. Ya sea por alertas de seguridad, o por las fiestas jud¨ªas que jalonan el calendario religioso, los 2,4 millones de habitantes de Cisjordania han sufrido casi un centenar de d¨ªas de clausura total en lo que va de 2006. Fueron 132 el a?o anterior. Nadie puede trasladarse a suelo israel¨ª durante estas jornadas. Sin embargo, la opresi¨®n del medio millar de controles y todo tipo de impedimento es diaria en la Cisjordania bajo ocupaci¨®n. Es tanto el tiempo que esperan en los check-points que sucede de todo.
El trato que los uniformados dispensan a los palestinos, de cualquier edad y condici¨®n, es denigrante. La arbitrariedad es norma. En Hawara hay dispuesto un estrecho pasillo por el que atraviesan el control las personas a partir de una cierta edad. Por debajo de los 32 a?os se proh¨ªbe el paso, salvo que se cuente con permisos especiales. Pero hay d¨ªas que se eleva la edad a 40 a?os, a 50. Nunca se sabe. Las colas son enormes a las horas punta, pero en cualquier momento se puede tardar horas en cruzarlo. Las discusiones de los palestinos con los soldados israel¨ªes son continuas. Al menor incidente, confiscan las llaves de los coches; golpean a los j¨®venes, amenazan con devolver al final de la cola a quien se queja; enca?onan a la gente; las mujeres con beb¨¦s en brazos aguardan como todos, o se cierra el control sin explicaciones. El muestrario de vejaciones es amplio. Incluso la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, habl¨® esta semana de "humillaci¨®n de los palestinos", a lo que respondieron algunos lectores de peri¨®dicos digitales israel¨ªes tild¨¢ndola de "antisemita".
"Desde 2002 han muerto en los controles de Cisjordania 72 enfermos", asegura el m¨¦dico Ghassan Hamdan en su consulta de Nabl¨²s. Los uniformados impidieron o demoraron el paso a las ambulancias y los pacientes no resistieron. "La sanidad est¨¢ en crisis desde hace seis a?os. Los programas de vacunaci¨®n estuvieron paralizados entre 2002 y 2004; ahora est¨¢n detenidos los planes de prevenci¨®n en las escuelas; s¨®lo disponemos de 17 ambulancias para las 300.000 personas que viven en la regi¨®n de Nabl¨²s. El 72% de la poblaci¨®n reside en ¨¢reas rurales y los hospitales a los que acuden est¨¢n en las ciudades porque las distancias son muy cortas", relata Hamdan. Pocos kil¨®metros que se convierten en distancias insuperables. "Las ambulancias est¨¢n sometidas a los horarios de los controles militares. En ocasiones, si nos cierran el paso, nos negamos a regresar y esperamos hasta tres horas. A veces conseguimos pasar, pero a veces no". El s¨¢bado pasado nos llamaron desde Beit Furik, a siete kil¨®metros de Nabl¨²s. Un hombre hab¨ªa sufrido un ataque al coraz¨®n. Trajeron al paciente hasta el puesto. Pero cost¨® hora y media convencer a los soldados". Precioso el tiempo perdido. "Llegamos al hospital", contin¨²a el doctor, "pero el enfermo muri¨® horas despu¨¦s".
Treinta mujeres han tra¨ªdo a sus beb¨¦s al mundo durante los ¨²ltimos tres a?os esperando en uno de los 27 controles permanentes que el Ej¨¦rcito hebreo tiene montados en Cisjordania. Y cada vez es m¨¢s frecuente que den a luz en sus casas para evitar la incertidumbre en cualquier camino, lo que ha provocado el aumento de los partos en los que el beb¨¦ nace muerto, asegura la ONG israel¨ª M¨¦dicos por los Derechos Humanos.
Las prisas son p¨¦simas consejeras. El lunes un joven comenz¨® a correr en Hawara, uno de los m¨¢s duros controles. Recibi¨® varios balazos. Los militares alegaron que Mohamed Saade, de 23 a?os, se abalanz¨® para apu?alar a un soldado. Mostraron un cuchillo. Pero testigos aseguraron que la versi¨®n del Ej¨¦rcito es falsa, que el hombre corr¨ªa porque perd¨ªa el autob¨²s y que el arma fue colocada por los uniformados. Saade era polic¨ªa de la Autoridad Palestina. No tendr¨ªa dificultad -nadie la tiene en Cisjordania y Gaza- para hacerse con una pistola. "Y, adem¨¢s", comenta un lugare?o, "los que lo intentan lo hacen cuando se acercan a los soldados alrededor de los tornos. Son sus mentiras de siempre". Hartos de las esperas, muchos j¨®venes recorren caminos y estrechas carreteras de monta?a para sortear los controles. Yusef Tiraui muri¨® el domingo de un tiro en una de las colinas que rodean Nabl¨²s, ciudad asediada en la que los veh¨ªculos militares israel¨ªes entran una noche s¨ª y otra no a la b¨²squeda de presuntos milicianos.
Rar¨ªsima vez se atraviesa un puesto militar sin observar detalles que revuelven las tripas, al margen de los exhaustivos registros. Hace escasos meses, en Erez, el paso fronterizo con Gaza, los soldados obligaron a un hombre a colocarse un guante blanco que sirve para detectar explosivos. Pas¨® la mano por el cuerpo de su esposa, pero no fue suficiente. Tuvo que palpar por debajo de las faldas hasta que el soldado qued¨® satisfecho. Lo mismo hizo con el beb¨¦, ante la presencia de varios extranjeros. El rostro del palestino, indignado, era un poema. En las inmediaciones de las ciudades palestinas m¨¢s pobladas -Hebr¨®n, Nabl¨²s, Yen¨ªn, Tulkarem, Bel¨¦n, Kalkilia- hay grandes instalaciones militares y las carreteras est¨¢n plagadas de torretas. No es posible hacer planes, es imposible la actividad econ¨®mica normalizada; estudiar es un suplicio para miles de estudiantes, que infinidad de d¨ªas no pueden alcanzar las universidades...
A tres kil¨®metros de Hawara, en el cruce con la carretera que conduce al asentamiento jud¨ªo de Yizhar, se agolpan en otro puesto militar decenas de veh¨ªculos. De matr¨ªcula palestina (verde o blanca), claro. Los coches de los colonos, con placas amarillas, tienen reservada la mitad de la calzada y franquean el control sin detenerse. A 10 kil¨®metros de Nabl¨²s, el tercer control. Antes de llegar a Jerusal¨¦n, el cuarto. Son 60 kil¨®metros que no se pueden cubrir en menos de tres horas, si todo va como la seda. Llegar a Hebr¨®n, 100 kil¨®metros al sur de de Nabl¨²s, es una odisea. Hay que superar nueve controles fijos. Cuesta un promedio de 12 horas. Los hay que se tiran un d¨ªa. "Esto sucede a diario y nos afecta a todos. Un muerto no es lo m¨¢s importante", llega a decir Murad Jufash, de 36 a?os, residente en un pueblo junto al asentamiento de Ariel, donde 30.000 colonos viven en el primer mundo. "La paz sea contigo", es la despedida israel¨ª a los palestinos que superan el control de Bel¨¦n. La leyenda est¨¢ pintada sobre el muro de ocho metros de hormig¨®n que se eleva a las puertas de la ciudad.
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