Un manual para las elecciones francesas
El ya fallecido primer ministro brit¨¢nico Harold Wilson sol¨ªa decir sarc¨¢sticamente que "una semana es mucho tiempo en pol¨ªtica". Por tanto, en las 30 semanas que faltan, m¨¢s o menos, para las pr¨®ximas elecciones presidenciales francesas, cualquier predicci¨®n hecha hoy podr¨ªa invertirse una y otra vez antes de la votaci¨®n. No obstante, dos candidatos emergen como claros y constantes favoritos en los sondeos de opini¨®n: Nicolas Sarkozy, en la derecha, y S¨¦gol¨¨ne Royal, en la izquierda. Tienen m¨¢s en com¨²n de lo que pueda parecer, ya que ambos hablan de una ruptura con el pasado a la vez que encarnan una forma de continuidad.
Para Sarkozy, la "ruptura" refleja unas opciones tanto mundanamente t¨¢cticas como profundamente personales. Los 12 a?os de mandato de Jacques Chirac, junto con la tradici¨®n francesa de alternancia en el poder, apuntan a una victoria de la izquierda. El posicionarse como el candidato que plantea una marcada ruptura con la impopular pol¨ªtica actual es el ¨²nico modo de eludir ese destino. Esto se refleja en la postura abiertamente pro estadounidense de Sarkozy, un acto de valent¨ªa pol¨ªtica en una Francia en la que el antiamericanismo alcanza cotas elevadas. El mensaje de Sarkozy es que Chirac y Villepin ten¨ªan b¨¢sicamente raz¨®n al oponerse a la aventura militar de EE UU en Irak, pero que su estilo fue desastrosamente err¨®neo. Por tanto, aunque su profunda admiraci¨®n por los "valores estadounidenses" es sincera, no implica que acepte al presidente George W. Bush. Eso tranquiliza tambi¨¦n a la comunidad empresarial francesa, que qued¨® conmocionada por la rimbombante oposici¨®n de Dominique de Villepin a Estados Unidos cuando era ministro de Asuntos Exteriores de Chirac.
En Francia, Sarkozy ha dirigido su mensaje principalmente a los j¨®venes, haciendo un llamamiento patri¨®tico a los valores del trabajo y la disciplina, una revoluci¨®n contrarrevolucionaria. La revoluci¨®n que debe superarse es la de mayo de 1968, cuyos l¨ªderes y partidarios, seg¨²n Sarkozy, tal vez perdieran pol¨ªticamente ante de Gaulle, pero debilitaron profundamente a Francia a lo largo de las d¨¦cadas posteriores con su ¨¦nfasis en "valores falsos". Por el contrario, el rebelarse contra la generaci¨®n de los padres y redescubrir posiciones morales tradicionales salvar¨¢ a Francia, un mensaje que es perfectamente v¨¢lido para cuestiones como la educaci¨®n y la inmigraci¨®n, que posiblemente dominen la campa?a electoral.
En el caso de Royal, el significado de "ruptura" es m¨¢s evidente y manifiesto. Pretende ser la primera presidenta de la Rep¨²blica Francesa. Para alcanzar esa meta, prefiere hacer hincapi¨¦ en su "esencia", para contrarrestar as¨ª la insistencia de Sarkozy en su historial como hombre "emprendedor". Su llamamiento al electorado es sencillo: "Soy mujer, y nunca hab¨¦is probado con una mujer, as¨ª que sed modernos y hacedlo ahora". Ocult¨¢ndose tras la originalidad (en la pol¨ªtica presidencial francesa) de su sexo, Royal ha evitado concretar un programa detallado. Cuando se ve presionada por periodistas inquisitivos que le exigen una mayor precisi¨®n sobre su programa pol¨ªtico, su l¨ªnea de defensa, muy eficaz (hasta el momento) ha sido: "?No se atrever¨ªa a hacerme esa pregunta si no fuera una mujer!". Por tanto, el programa de Royal es su popularidad. En pol¨ªtica exterior, s¨®lo podemos hacer conjeturas sobre cu¨¢les ser¨ªan sus prioridades. En lo que concierne a Europa, parece tan "agn¨®stica" como Sarkozy, quien, al igual que ella, personifica a una nueva generaci¨®n de l¨ªderes "poseuropeos". En materia de valores, Royal tambi¨¦n parece representar una ruptura con mayo de 1968, con su insistencia en la disciplina y la familia.
Seg¨²n las encuestas de opini¨®n ciudadana, Royal es la clara favorita de la izquierda, y el ¨²nico candidato capaz de derrotar a Sarkozy. Goza de un apoyo especialmente fuerte entre el electorado femenino. Para el Partido Socialista, que est¨¢ ansioso por volver al poder pero que todav¨ªa no se ha recuperado de la humillante derrota de Lionel Jospin en la primera ronda de las elecciones presidenciales de 2002, la cuesti¨®n es si puede permitirse resistir la oleada de opini¨®n ciudadana favorable que Royal tiene detr¨¢s.
En opini¨®n de los numerosos adversarios que Royal tiene entre los l¨ªderes y militantes socialistas, la dominaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n en el proceso pol¨ªtico est¨¢ conduciendo a la mediocridad: las cualidades necesarias para salir elegido se est¨¢n volviendo pr¨¢cticamente incompatibles con las necesarias para gobernar. Seg¨²n los detractores socialistas de Royal, la hollywoodizaci¨®n de la pol¨ªtica de la que Royal se beneficia conlleva un nuevo planteamiento en el que los l¨ªderes siguen y los seguidores lideran. Pero pueden verterse las mismas cr¨ªticas contra Sarkozy.
Adem¨¢s, ambos candidatos personifican la continuidad -con el lado gaullista de Chirac en el caso de Sarkozy y con Fran?ois Mitterrand en el de Royal- y la ruptura a partes iguales. Royal reivindica abiertamente el legado de Mitterrand mientras busca la legitimidad, y el rechazo de Sarkozy al legado de Chirac guarda m¨¢s relaci¨®n con la forma que con la esencia. Hasta cierto punto, se puede ver a Sarkozy como un Chirac con m¨¢s, mientras que Royal es claramente una Mitterrand con menos. Cuando los electores decidan en la primavera de 2007, tal vez su elecci¨®n dependa m¨¢s de consideraciones negativas que positivas, como ocurri¨® en 2002, cuando Chirac hizo frente al odioso nacionalista Jean-Marie Le Pen en la segunda ronda. Igual que en 2002, el ganador el a?o que viene ser¨¢ aquel que menos disguste o atemorice al electorado. Pero, sea como fuere, la personalidad prevalecer¨¢ sobre los programas.
Dominique Moisi, fundador y asesor especial del Instituto Franc¨¦s de Relaciones Internacionales, es catedr¨¢tico del College of Europe, en Natol¨ªn, Varsovia. Traducci¨®n de News Clips. ? Project Syndicate, 2006.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.