?Existe realmente la histeria?
Las im¨¢genes cerebrales muestran que el trastorno por conversi¨®n tiene una base biol¨®gica
El de histeria es un diagn¨®stico de 4.000 a?os que se aplica en referencia a un amplio desfile de brujas, santos y, por supuesto, Anna O [la famosa paciente hist¨¦rica de Sigmund Freud que aparece en el montaje teatral de John Malkovich Hysteria]. Pero a lo largo de los ¨²ltimos 50 a?os el t¨¦rmino se ha ido utilizando cada vez menos. La desaparici¨®n de la histeria se ha venido anunciando al menos desde la d¨¦cada de 1960. Lo que hab¨ªa sido un caj¨®n de sastre victoriano se ha dividido en muchos diagn¨®sticos distintos. La histeria parec¨ªa una extravagancia del siglo XIX extinguida, ¨²til para los an¨¢lisis literarios pero seguramente fuera de lugar en los ¨¢mbitos serios de la ciencia contempor¨¢nea.
Las ¨¢reas emocionales del cerebro imped¨ªan que una mujer moviera la pierna cuando quer¨ªa
Los s¨ªntomas son muy heterog¨¦neos y afectan a m¨²ltiples funciones sensoriales o motoras
La palabra en s¨ª parece l¨®brega, un tanto mis¨®gina y muy en deuda con la teorizaci¨®n del ahora pasado de moda Sigmund Freud. M¨¢s de un m¨¦dico la ha llamado "el diagn¨®stico que no se atreve a decir su nombre". Y la ciencia del cerebro tampoco ha prestado mucha atenci¨®n al diagn¨®stico. Durante buena parte del siglo XX se pas¨® por alto la b¨²squeda de una base neurol¨®gica para la histeria. Pero los avances en la capacidad para captar im¨¢genes del cerebro en acci¨®n ha empezado a cambiar esa situaci¨®n. Las tecnolog¨ªas de toma de im¨¢genes neurol¨®gicas funcionales, como la tomograf¨ªa computarizada mediante emisi¨®n de fot¨®n ¨²nico (SPECT) y la tomograf¨ªa mediante emisi¨®n de positrones (PET), permiten ahora a los cient¨ªficos seguir los cambios de la actividad cerebral. Y aunque los mecanismos del cerebro que dan lugar a la enfermedad hist¨¦rica siguen sin entenderse por completo, nuevos estudios han empezado a devolver la mente al cuerpo, al hallar indicios f¨ªsicos de una de las enfermedades m¨¢s esquivas, controvertidas y duraderas.
A pesar de su periodo de invisibilidad, la histeria nunca ha desaparecido, o al menos eso dicen muchos m¨¦dicos. "Quienes dicen que se ha suprimido deber¨ªan venir a trabajar a algunos hospitales grandes, donde pueden ver a muchos pacientes", escribe en un correo electr¨®nico Kasia Kozlowska, psiquiatra del hospital infantil de Westmead, en Sidney, Australia, y autora de un estudio sobre el tema publicado en 2005 en The Harvard Review of Psychiatry.
Lo que ha hecho es cambiar de nombre. En 1980, con la publicaci¨®n de la tercera edici¨®n del Diagnostic and statistical manual of mental disorders [Diagn¨®stico y manual estad¨ªstico de des¨®rdenes mentales], la Asociaci¨®n Americana de Psiquiatr¨ªa (APA) cambiaba oficialmente el diagn¨®stico de "neurosis hist¨¦rica, tipo conversi¨®n", a "trastorno por conversi¨®n". "Para m¨ª histeria siempre ha sido un t¨¦rmino peyorativo, por su asociaci¨®n con las mujeres", comenta William E. Narrow, director asociado del departamento de investigaci¨®n de la APA. "Pienso que es bueno que nos hayamos librado de la palabra".
De manera extraoficial ha surgido toda una serie de sin¨®nimos para "hist¨¦rico": funcional, no org¨¢nico, psicog¨¦nico, sin explicaci¨®n m¨¦dica. "Sin explicaci¨®n m¨¦dica" y "funcional" abarcan una gama m¨¢s amplia de ansiedades que el mero trastorno por conversi¨®n; seg¨²n algunas fuentes, los pacientes con s¨ªntomas sin explicaci¨®n m¨¦dica ascienden hasta el 40% de todas las consultas de atenci¨®n primaria. Pero los m¨¦dicos que intentan evitar la ira de pacientes a los que no les gusta que les digan que los ataques que los debilitan son de origen hist¨¦rico, tambi¨¦n usan estos t¨¦rminos ins¨ªpidos. Pero por debajo de esa nube de cambios de nomenclatura, la gente ha seguido enfermando. "Los s¨ªntomas en s¨ª no cambian", comenta Patrik Vuilleumier, neur¨®logo de la Universidad de Ginebra. "Siguen siendo comunes en la pr¨¢ctica".
Comunes, quiz¨¢. Bien estudiados, no. Sigue sin haber consenso respecto a c¨®mo deber¨ªa clasificarse el trastorno por conversi¨®n, y no todos los m¨¦dicos coinciden en los criterios diagn¨®sticos. La epidemiolog¨ªa es nebulosa; una estad¨ªstica com¨²nmente citada afirma que el trastorno por conversi¨®n supone el 1,4% de todos los diagn¨®sticos en hospitales occidentales. Adem¨¢s, los pacientes presentan s¨ªntomas heterog¨¦neos que afectan a m¨²ltiples funciones sensoriales o motoras voluntarias, como ceguera, par¨¢lisis o convulsiones.
Las dos cosas que los pacientes tienen en com¨²n son, primero, que no fingen la enfermedad y, segundo, que a pesar de las pruebas intensivas, los m¨¦dicos no les encuentran ninguna afecci¨®n cl¨ªnica. Los estudios cient¨ªficos efectuados sobre el trastorno por conversi¨®n se realizan en general con muestras peque?as y presentan diferencias metodol¨®gicas, lo cual complica la comparaci¨®n de los resultados alcanzados por diferentes equipos cient¨ªficos y dificulta las conclusiones generales. "Se trata de una de esas ¨¢reas borrosas, y tiene una asociaci¨®n peyorativa", comenta Peter W. Halligan, profesor de neuropsicolog¨ªa en la Universidad de Cardiff, Gales, y director del nuevo centro de obtenci¨®n de im¨¢genes de Cardiff. "Algunos piensan que se trata de un atavismo freudiano y que hay que pasar a la ciencia real".
En la actualidad, para los neurocient¨ªficos no existe una divisi¨®n entre el cerebro f¨ªsico y la mente. Las t¨¦cnicas permiten ver las alteraciones de la funci¨®n cerebral, y eso les permite esbozar un mapa f¨ªsico de lo que podr¨ªa estar ocurriendo en la mente de los hist¨¦ricos actuales. Sigue habiendo muchas preguntas sin resolver, pero los resultados empiezan a insinuar el modo en que las estructuras emocionales del cerebro pueden modular el funcionamiento de circuitos sensoriales y neuromotores normales.
En la pasada d¨¦cada, se han efectuado diversos estudios de toma de im¨¢genes cerebrales efectuados en pacientes de par¨¢lisis hist¨¦rica. Su problema no es estructural sino funcional: aparentemente algo falla en los extremos superiores de la mente humana que rigen la concepci¨®n del movimiento y la voluntad de moverse. Los actores mudos de esta danza est¨¢n en buen estado; el problema lo tiene el brillante pero complejo director.
En un art¨ªculo publicado en 1997 en la revista Cognition, Halligan, de Cardiff, junto con John C. Marshall y sus colaboradores analizaron la funci¨®n cerebral de una mujer con par¨¢lisis en la mitad derecha del cuerpo. Primero gastaron enormes cantidades de dinero en pruebas para asegurarse de que no padec¨ªa una lesi¨®n org¨¢nica identificable. Cuando la mujer intentaba mover la "pierna paralizada", su corteza motora primaria no se activaba como deb¨ªa; por el contrario, se le activaban la corteza orbitofrontal derecha y la cingulada anterior derecha, partes del cerebro asociadas con la acci¨®n y la emoci¨®n. Razonaron que estas ¨¢reas emocionales del cerebro eran las responsables de suprimir el movimiento en la pierna paralizada. "La paciente deseaba mover la pierna", comenta Halligan. "Pero ese acto de voluntad activaba este ¨¢rea orbitofrontal primitiva y la cingulada anterior, que anulaban la instrucci¨®n de mover la pierna. Ella quer¨ªa, pero la pierna no se mov¨ªa".
Estudios posteriores han reforzado la idea de que partes del cerebro implicadas en la emoci¨®n pueden activarse inadecuadamente en pacientes con trastorno por conversi¨®n e inhibir el funcionamiento normal del circuito cerebral responsable del movimiento, la sensaci¨®n y la vista. Se espera que estos estudios mediante im¨¢genes sean ¨²tiles alg¨²n d¨ªa como herramientas de diagn¨®stico.
Un vertedero de lo inexplicado
El trastorno por conversi¨®n ha tenido durante mucho tiempo un diagn¨®stico problem¨¢tico, porque se basa en la prueba negativa: si todo lo dem¨¢s est¨¢ bien, quiz¨¢ se trate de eso.
Esto ha causado problemas evidentes. Para empezar, porque significa que la histeria ha sido un vertedero para lo inexplicado. Diversas enfermedades, como la epilepsia y la s¨ªfilis, en otro tiempo calificadas de hist¨¦ricas, han adquirido con el tiempo y los avances tecnol¨®gicos una explicaci¨®n biom¨¦dica.
Esa historia tan picante hace que los pacientes reciban el diagn¨®stico con escepticismo, aunque las tasas de diagn¨®stico equivocado han descendido. (Un estudio ampliamente citado de 1965 publicaba que a m¨¢s de la mitad de los pacientes a los que se les diagnosticaba trastorno por conversi¨®n se les acababa descubriendo una enfermedad neurol¨®gica; estudios m¨¢s recientes sit¨²an el diagn¨®stico equivocado entre el 4% y el 10%).
"Viene bien disponer de informaci¨®n de la toma de im¨¢genes funcionales para respaldar el diagn¨®stico", comenta Patrik Vuilleumier, neur¨®logo de la Universidad de Ginebra. "Sirve para poner el tratamiento y el diagn¨®stico en el mismo lenguaje. El paciente le llega al m¨¦dico con un lenguaje corporal. No dice 'tengo miedo', sino 'estoy paralizado'. Es ¨²til presentarle al paciente un lenguaje corporal".
Estas pruebas f¨ªsicas podr¨ªan ayudar tambi¨¦n a eliminar los prejuicios de los m¨¦dicos. "Los pacientes hist¨¦ricos tienen mala fama entre la profesi¨®n m¨¦dica", comenta Deborah N. Black, profesora adjunta de neurolog¨ªa en la Universidad de Vermont. "No nos gustan", dice Black. "En alg¨²n lugar de nuestro interior realmente pensamos que fingen. Cuando vemos un paciente con signos neurol¨®gicos improbables, nos sentimos impulsados a decir: 'Vamos, d¨¦jelo ya. Seguro que puede mover la pierna'. La otra raz¨®n por la que no nos gustan es que no mejoran, y cuando no podemos ayudarles, no nos gustan". Tanto su persistencia como su extensi¨®n indican que la histeria puede derivarse de una respuesta instintiva a la amenaza. Pero el consenso m¨¢s amplio dentro de la comunidad cient¨ªfica no est¨¢ en lo que se conoce sobre la histeria, sino en cu¨¢nto queda a¨²n por saber. "No hemos hecho m¨¢s que empezar", dice Peter W. Halligan, profesor de neuropsicolog¨ªa en la Universidad de Cardiff, en Gales.
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