Tedeschini y el 6 de octubre
La historiograf¨ªa neofranquista sostiene la tesis de que la Guerra Civil empez¨® el 6 de octubre de 1934. Un documento del fondo de la Nunciatura de Tedeschini, que acaba de abrirse a la consulta de los investigadores, parece ir en la misma l¨ªnea.
Nos era ya bien conocida la aversi¨®n de Tedeschini a los regionalismos, tanto el vasco como el catal¨¢n, pero su informe al cardenal Pacelli del 13 de octubre sobre aquella insurrecci¨®n alcanza niveles demenciales. Describe pat¨¦ticamente la "violencia infernal" que se ha desencadenado en Asturias, pero en vez de complacerse de que en Catalu?a la sublevaci¨®n se dominara inmediatamente y con un m¨ªnimo de v¨ªctimas (gracias a la eficacia y prudencia del general Batet, y tambi¨¦n a la sensatez del presidente Llu¨ªs Companys), hace a Catalu?a responsable de todo lo ocurrido. "La revoluci¨®n en Catalu?a", escribe satisfecho, "ha sido completamente debelada". Pero sigue siendo el gran peligro: "Catalu?a, que siempre he se?alado como el punto peligroso de partida de un movimiento revolucionario, ha sido la que ha dado la se?al de ataque, y en forma traidora.
Nos era ya bien conocida la aversi¨®n del nuncio Tedeschini a los regionalismos, tanto el vasco como el catal¨¢n, pero su informe al cardenal Pacelli del 13 de octubre de 1934 sobre la insurrecci¨®n de Asturias alcanza niveles demenciales
Quien le¨ªa los diarios de los primeros d¨ªas de ese mes quedaba sorprendido por las muestras de deferencia que el Gobierno de la Generalitat de Catalu?a daba al Gobierno central, de las que se complaci¨® p¨²blicamente el nuevo ministro de la Gobernaci¨®n. S¨®lo suscitaba sospechas la insistencia con que el se?or Companys, presidente de la Generalitat, exhortaba a los catalanes a estar alerta, y la presencia de hombres pol¨ªticos de Madrid, como el se?or Aza?a, en Barcelona". En realidad, fue todo lo contrario: Companys no arrastr¨® a las izquierdas republicanas a la revoluci¨®n, sino que lanz¨® la Generalitat a aquella aventura insensata por solidaridad con las izquierdas espa?olas. Pero el nuncio la tiene por la gran culpable y quiere mano dura con ella: "Har¨¢ falta tambi¨¦n que el Estado no haga transacciones con los movimientos regionalistas-nacionalistas, que fomentan las discordias y las rebeliones. Catalu?a, aquella Catalu?a que desde 1928 ha hecho sufrir tanto a este nuncio de Espa?a, y que ahora le est¨¢ dando demasiada, verdaderamente demasiada raz¨®n en todo lo que entonces dijo, ha hecho lo que desde hace mucho tiempo se preve¨ªa. Por el momento est¨¢ humillada; pero en el norte los Pa¨ªses Vascos arden con sus peligrosas pasiones pol¨ªticas, en las que, es doloroso constatarlo, tomaron viv¨ªsima y escandalosa parte el clero secular y regular, como dir¨¦ en un pr¨®ximo informe m¨ªo". Y concluye: "Si el Gobierno central no logra resolver con energ¨ªa estos problemas, para Espa?a no habr¨¢ de hecho llegado la anhelada hora de la salvaci¨®n, y las jornadas sangrientas de este octubre se reproducir¨¢n asolando cada vez m¨¢s a esta pobre naci¨®n".
La referencia a 1928 alude a su visita apost¨®lica a la Iglesia catalana, acusada por la dictadura de Primo de Rivera de catalanismo. La Santa Sede, mal informada, dict¨® unos decretos castigando delitos (inexistentes) del clero, como, supuestamente, negar la absoluci¨®n a los que se confesaban en castellano. Los obispos de Catalu?a expusieron la verdad y al caer la dictadura aquellos decretos se retiraron discretamente, con lo que el nuncio qued¨® en entredicho.
En 1933-1934 hab¨ªa realizado Tedeschini otra visita apost¨®lica, ¨¦sta dirigida a las universidades cat¨®licas y los seminarios de Espa?a. El informe final fue muy negativo. En su virtud se cerraron todas las universidades (entre otras la de Tarragona), excepto la de Salamanca y la de Comillas. En cuanto a los seminarios, Tedeschini los encontr¨® muy mal. Al proclamarse la Rep¨²blica se les abrieron a muchos j¨®venes posibilidades insospechadas y los que humanamente m¨¢s val¨ªan se fueron, y de los que quedaron dice Tedeschini que mejor que se hubieran ido, porque eran los que no serv¨ªan para nada m¨¢s. Concuerda con este informe lo que refer¨ªa Luis Garc¨ªa de Valdeavellano, a quien tuve de profesor en la Facultad de Derecho de Barcelona. En los a?os de la Rep¨²blica iba a veranear a su pueblo castellano. Era agn¨®stico y no iba a misa, pero saludaba educadamente al p¨¢rroco. Como para entablar conversaci¨®n, le pregunt¨®: "?C¨®mo van las vocaciones sacerdotales?". El p¨¢rroco le contest¨®: "Mal, don Luis, mal. ?Con esto de los Guardias de Asalto...!". Tedeschini denuncia el vizcaitarrismo del seminario de Vitoria y el catalanismo de los de Catalu?a, pero reconoce, muy sorprendido, que inexplicablemente son los mejores de Espa?a.
Estallada la Guerra Civil, desde el inicio expres¨® Tedeschini una y otra vez su adhesi¨®n al alzamiento, pero aunque con su antirregionalismo coincid¨ªa con los rebeldes, los representantes de Franco comentan que no hay que fiarse de ¨¦l. La ultraderecha espa?ola no perdonaba a Tedeschini que como nuncio, siguiendo las instrucciones de la Secretar¨ªa de Estado, hubiese tratado de conciliar el Vaticano con la Rep¨²blica.
Hilari Raguer es historiador.
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