Beirut, zona cero
Meses despu¨¦s del fin de la guerra, los libaneses buscan a¨²n sus pertenencias entre los escombros

En Beirut, la zona cero se llama Haret Hreik. En este barrio chi¨ª del sur de la capital libanesa estaban la mayor¨ªa de las oficinas de Hezbol¨¢. Apenas queda una en pie. Una polvareda envuelve ruinas, excavadoras y personas que deambulan cubri¨¦ndose la nariz y la boca con pa?uelos y mascarillas. Al pie de uno de los edificios que aguardan la sentencia del arquitecto, Al¨ª Nahme remueve cascotes. "Vengo cada d¨ªa. Busco libros, mi gran pasi¨®n. No s¨¦ si debo llev¨¢rmelos para limpiarlos y repararlos o dejarlos por si regresan sus due?os. ?Un gran dilema moral!", exclama con dos ejemplares en la mano. "?ste trata de la necesidad de entendimiento entre las tres grandes religiones. Resulta sarc¨¢stico". Cerca del pie derecho de Al¨ª asoma una mochila abierta cargada de textos escolares y l¨¢pices de colores. En la lecci¨®n seis del tercer grado se ense?an las cuentas del dinero con una ilustraci¨®n en d¨®lares estadounidenses. ?Otra iron¨ªa?
Los vig¨ªas de Hezbol¨¢ controlan todo desde sus walkie-talkies. Se avisan de la presencia del extra?o y siguen su movimiento. "No fotos", ordena uno. En un soportal reventado, tres hombres toman caf¨¦ acomodados sobre piedras. Tras ellos, m¨¢s libros en espera de que Al¨ª los rescate. Dos son conductores y el tercero, Ahmad, jefe. Dicen pertenecer a una empresa privada (de Hezbol¨¢). "En dos meses habremos derruido todos los edificios en mal estado y sacado los escombros. Empezamos el 19 de agosto. Trabajamos de siete de la ma?ana a siete de la tarde. Cada d¨ªa cargamos 50 camiones", afirma Ahmad.
La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinaci¨®n de Asuntos Humanitarios calcul¨® el 16 de agosto, dos d¨ªas despu¨¦s del final de la guerra, que 15.000 viviendas civiles fueron destruidas en los bombardeos israel¨ªes. S¨®lo en Haret Hreik, 2.500 apartamentos quedaron inhabitables; otros 5.000 sufrieron graves da?os. Cerca de 130 edificios del barrio han sido o ser¨¢n demolidos.
Yihad (esfuerzo), as¨ª dice que se llama un hombre de 37 a?os que perdi¨® su negocio de ropa, vigila en cuclillas el remover de piedras y hierros. "Mi tienda estaba enfrente de la sede de Hezbol¨¢. Dos d¨ªas despu¨¦s del inicio de la guerra, la bombardearon y al siguiente destruyeron mi edificio. Los ataques se repitieron cada d¨ªa. Por eso no quedan piedras grandes. Nunca hab¨ªa visto una destrucci¨®n as¨ª en la guerra civil [libanesa]".
Kemel, de 50 a?os, se afana en un quehacer extra?o: recoge basura acumulada delante de su tienda: una ferreter¨ªa que parece de todo a cien. "Me endeud¨¦ para abrir el negocio y ahora nadie compra; no hay vecinos. Es un desastre". "Los israel¨ªes usaron bombas de vac¨ªo. Las explosiones reventaban las casas por dentro. Cuando llegu¨¦ a la m¨ªa y saqu¨¦ la llave para abrir no me di cuenta de que la puerta estaba estampada en la pared de enfrente. Vivo de alquiler cerca del barrio. Hezbol¨¢ me ha dado 7.000 d¨®lares. No s¨¦ si habr¨¢ m¨¢s. Del Gobierno lleg¨® gente del Ministerio de Desplazados, tomaron nota y se fueron. Fue hace siete d¨ªas. No creo que regresen. Hay un dicho ¨¢rabe muy apropiado: 'Espera, mula, a que salga la hierba".
Masiana, de 42 a?os, y Sucna, de 77, vigilan sentadas en sillas de pl¨¢stico el ajetreo de la pala mec¨¢nica. "Viv¨ªamos en el primero. El edificio ten¨ªa 10 plantas y 40 apartamentos. Cuando bombardearon no hab¨ªa nadie. Unos d¨ªas antes atacaron all¨ª [se?ala un solar] y la gente se asust¨® y huy¨®. Debajo de estos escombros est¨¢n los papeles de propiedad de nuestra casa del sur. S¨¦ que hay copias, pero no me f¨ªo". La madre interviene: "Salimos de Jiam en 1986 huyendo de la guerra y la guerra nos ha perseguido". Viven con unos familiares fuera de Haret Hreik. Masiana, que estudi¨® contabilidad, perdi¨® el trabajo en un banco. "Los que no hallaron parientes tuvieron que alquilar. Los precios son muy altos: 250 d¨®lares. Algunos llegan a pagar el doble". La mujer admite que Hezbol¨¢ les entreg¨® 12.000 d¨®lares. "Lo mismo que a cada vecino". "No sabemos si habr¨¢ m¨¢s. Se dice que cuando las casas est¨¦n construidas en dos a?os nos dar¨¢n 4.000 para muebles".
Al¨ª, el buscador de libros, vive fuera del barrio. "Nada de lo que m¨¢s me importa ha sufrido da?o. Ni mis hijos ni mis 4.500 vol¨²menes. Ellos son mi vida. Ver esta barbarie, estos libros destrozados, me rompe el alma". A su lado, Hasan, ingeniero civil de Hezbol¨¢, observa el traj¨ªn de los volquetes de Ahmad cargados de piedras, jirones, zapatos, restos de coches y mochilas infantiles. "La destrucci¨®n afecta a 50.000 familias; entre 200.000 y 300.000 personas. Nuestro trabajo es que regresen lo antes posible a una casa digna".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.