Incertidumbre en educaci¨®n
Resulta asombrosa la capacidad del ser humano para enderezar trayectorias vitales dif¨ªciles. No en vano somos parientes remotos en la biosfera del ¨¢rbol y del lobo: somos especialmente adaptables. Como el haya en el roquedal, buscamos y encontramos tierra y luz. Mi generaci¨®n sobrevivi¨® a la ense?anza religiosa del franquismo y a las matem¨¢ticas modernas. Hubo quien, antes que nosotros, aprendi¨® a leer en Espa?a con Aprendiz de hombre (1960-1965), de Torrente Ballester (lecturas que iban de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera a Ignacio Aldecoa, pasando por el Serm¨®n de la Monta?a), o, en Alemania, con el antisemita La seta venenosa (Der Giftpilz, 1938), para terminar siendo un sincero socialdem¨®crata, o liberal, no nos vayamos a enga?ar. Tenemos un don que, a poco que se nos d¨¦ una oportunidad, nos ayuda a enderezar el fuste torcido de nuestras vidas. Algo, claro, siempre queda ("De mi peque?o reino afortunado", dec¨ªa Gil de Biedma, un ni?o rico cuyo apellido aparece ensuciado estos d¨ªas, "me qued¨® esta costumbre de calor / y una imposible propensi¨®n al mito"). Algo queda, pero en buena medida resultaba residual, como lo supo con los a?os el propio Jaime Gil de Biedma.
Sin embargo, la horticultura sabe lo agradecido que puede ser un manzano, o un naranjo, si es bien tratado y cultivado. Igual ocurre con el ser humano. Y, si de horticultura hablamos, podremos hablar de educaci¨®n. La llamada revoluci¨®n industrial estuvo directamente asociada, entre otras tantas cosas, a generaciones formadas en cierta disciplina educativa y a la formaci¨®n de t¨¦cnicos medios y superiores a trav¨¦s de esta red. Por lo dem¨¢s, es hoy cosa sabida (lo dice el FMI) que la recuperaci¨®n de pa¨ªses en desarrollo tiene mucho m¨¢s que ver con una administraci¨®n y una elite t¨¦cnica bien formada que con posibles recursos naturales en esos lugares. En esta era de la informaci¨®n, una masa cr¨ªtica bien formada y activa (me refiero a personas) cuenta m¨¢s que las minas de uranio que Corea del Norte u otro pa¨ªs pueda tener en su territorio. No digamos ya nada sobre la madurez de las sociedades: la experiencia, la tradici¨®n en su mejor sentido, se transmite hoy, m¨¢s que a trav¨¦s de la familia, a trav¨¦s del sistema educativo y los medios de comunicaci¨®n.
Cuenta la educaci¨®n. Siempre cont¨®, pero m¨¢s hoy. Cuenta -m¨¢s all¨¢ del derecho personal a la formaci¨®n, clave de ciudadan¨ªa- a la hora de situarse en la complejidad competitiva de este siglo XXI, en el que el capital de conocimiento vale m¨¢s que el capital financiero o el productivo. Nosotros tuvimos algo de ambos (de los dos ¨²ltimos), pero quiz¨¢ estemos yugulando el primero; el decisivo a d¨ªa de hoy. A primeros de este mes (EL PA?S, 2 de octubre) se informaba sobre la incertidumbre generalizada -y sospechada- que soporta nuestro cuerpo de educadores. ?C¨®mo puede iniciarse un curso escolar en el que el 42% de los profesionales que van a soportar la formaci¨®n de nuestros j¨®venes, de nuestros ni?os, no sepan d¨®nde deber¨¢n desarrollar su trabajo? ?Volver¨¢n a cambiar el pr¨®ximo curso? Seguro. Quien estuvo al cuidado de adolescentes problem¨¢ticos producto de la inmigraci¨®n, deber¨¢ hacerse cargo de ni?os de preescolar (o a la inversa, que es peor). Quien se hab¨ªa hecho al mundo de la Margen Izquierda, deber¨¢ ir a Oy¨®n, que es un lugar delicioso y de vida tranquila, pero diferente, qu¨¦ duda cabe, al de origen. ?D¨®nde queda el capital de experiencia acumulado? ?D¨®nde, el desconcierto de esos profesionales? ?D¨®nde, el sistema educativo, la red p¨²blica, de la que nos dotamos? Las cuestiones que afectan a ese colectivo, en absoluto menores, son cosa de sus agrupaciones y sindicatos; ellos se ocupar¨¢n de esa parcela. Pero la p¨¦rdida de capital humano y de experiencia que ello conlleva es central en nuestra vida p¨²blica.
Desde la consejer¨ªa de Educaci¨®n se han ocupado del Curr¨ªculum Vasco (un empe?o extra?o y anacr¨®nico) y otras cuestiones menores. Quiz¨¢ va llegando la hora de la buena gesti¨®n y la preocupaci¨®n por esos peque?os proyectos de ciudadano que son nuestros chavales; la hora tambi¨¦n de ajustar nuestras expectativas de futuro a estas labores menores que tienen que ver con un sistema educativo m¨¢s que descuidado y decisivo para nuestro porvenir.
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