La Catalu?a normal
Vale la pena recordar que la operaci¨®n tiene numerosos e ilustres precedentes. A lo largo del ¨²ltimo cuarto de siglo, los fichajes del antiguo procurador en Cortes Eduardo Tarragona, del catedr¨¢tico Alejandro Pedr¨®s, del empresario Eduard Bueno, del ex diputado convergente Josep Maria Trias de Bes o del propio Josep Piqu¨¦ han supuesto sendos intentos de Alianza Popular primero, del Partido Popular despu¨¦s, por abrirse a la sociedad civil, por dulcificar su ¨¢spera imagen en Catalu?a y, en ocasiones, por adquirir alg¨²n pedigr¨ª catalanista. Ello, sin olvidar a un ur¨®logo de nombre Pedro Barcel¨® Garc¨ªa, a quien Vidal-Quadras puso de n¨²mero dos en las elecciones catalanas de 1992, y que desapareci¨® de la pol¨ªtica, virgen a¨²n, a los pocos meses de estrenar esca?o. Pese a la variedad de las circunstancias y de los personajes, no existe evidencia emp¨ªrica de que la incorporaci¨®n de ninguno de esos independientes o ne¨®fitos tuviese un impacto relevante sobre los resultados coet¨¢neos de AP / PP en las urnas. En Catalu?a, igual que en el Pa¨ªs Vasco, ¨¦stos dependen mucho m¨¢s de cu¨¢l sea la posici¨®n del partido matriz en la pol¨ªtica espa?ola del momento que del carisma y las habilidades de los cabezas de cartel.
Este a?o, el fichaje estelar, la gran esperanza blanca de la derecha espa?olista en Catalu?a se llama Montserrat Nebrera Gonz¨¢lez. La catedr¨¢tica Nebrera, que ya provey¨® de munici¨®n doctrinal a la FAES y al PPC en sus acometidas contra el Estatuto de 2006, ha dado el salto a la pol¨ªtica institucional, de la mano de Josep Piqu¨¦, hace apenas unas semanas; un lapso de tiempo muy corto, pero suficiente para que la protagonista haya expuesto, en numerosas entrevistas de prensa, sus primeras ideas y mensajes no ya como simple opinadora o acad¨¦mica, sino como figura de proa al servicio de un gran partido que lleva sobre sus hombros pesadas cargas de historia, de poder y de oposici¨®n.
?Y cu¨¢les son esos mensajes? Adem¨¢s de cultivar un cierto victimismo a cuenta de su obligada dimisi¨®n como directora de estudios del Institut Camb¨® (obligada, s¨ª, porque no se puede estar en misa y repicando); adem¨¢s de mostrarse calculadamente ambigua ante los asuntos que hoy polarizan al Partido Popular ("comparto con ?ngel Acebes muchas preocupaciones respecto a Espa?a", pero "el 11-M no es uno de los ejes centrales de aquello que va a ser el programa del PP nacional"), Montserrat Nebrera ha insistido sobre todo en una idea, aun d¨¢ndole formulaciones distintas: la de que, en el PPC, "algunas cosas se tendr¨ªan que explicar de otra forma"; la de "intentar tender puentes entre el PP y la ciudadan¨ªa"; la de "cambiar la imagen del PP como enemigo de Catalu?a". En suma, la voluntad de Nebrera es "que el PP normalice su discurso en Catalu?a, y que se convenza a dirigentes del partido en Madrid de que las formas del discurso sobre Catalu?a han de cambiar, porque un determinado tipo de lenguaje que funciona en Murcia, en Catalu?a no funciona".
Sin embargo, y como sabe perfectamente la joven pero afamada jurista, el lenguaje, el discurso o la imagen de un partido reflejan su doctrina y su concepci¨®n del mundo, su alma. El PSC y el PSOE dicen a menudo cosas distintas y hasta contradictorias porque -aunque sea a rega?adientes- la familia socialista reconoce en Catalu?a una cultura pol¨ªtica particular, una identidad colectiva diferente con sus propios mitos, sus tab¨²es y sus fetiches que es preciso respetar. En cambio, si a lo largo de tres d¨¦cadas el Partido Popular no ha conseguido normalizar su presencia en Catalu?a no es por falta de mercadotecnia; es porque un concepto berroque?o, castellanoc¨¦ntrico y uniidentitario de Espa?a le impide admitir en su seno cualquier idea de Catalu?a que vaya m¨¢s all¨¢ de lo folcl¨®rico-regional, cosa que reduce al PPC al rango de mera sucursal y ha hecho est¨¦riles los incontables "giros catalanistas" de los ¨²ltimos lustros, incluidos los que encabez¨® Josep Piqu¨¦. El doctrinarismo, ese doctrinarismo que -por ejemplo- impide todav¨ªa hoy al PPC sumarse a los homenajes al presidente Companys: he aqu¨ª el verdadero problema.
Siendo, pues, un problema de fondo y no de formas, es bastante dif¨ªcil que el aterrizaje de Montserrat Nebrera en el v¨¦rtice electoral de los populares catalanes modifique apreciablemente las cosas. La se?ora Nebrera, que posee un alto concepto de s¨ª misma y a quien le gusta concitar la atenci¨®n medi¨¢tica, estar¨¢ ya comprobando estos d¨ªas c¨®mo esa atenci¨®n se desv¨ªa hacia el desembarco masivo en una campa?a electoral sucursalizada de los Mariano Rajoy, ?ngel Acebes, Ana Pastor, Ignacio Astarloa, Francisco Camps, Javier Arenas, Alberto N¨²?ez Feijoo, etc¨¦tera. Y c¨®mo, una vez en el atril del mitin, esos fraternales invitados utilizan "el tipo de lenguaje que funciona en Murcia", aun cuando ese lenguaje funcione mucho menos o incluso sea contraproducente en Cornell¨¤, Terrassa o Girona.
Justamente durante uno de esos actos, durante el ¨²ltimo mitin de la precampa?a, Mariano Rajoy pidi¨® el pasado domingo en L'Hospitalet que los votantes "se rebelen" y voten al PP con objeto de que "la Catalu?a normal llegue al Parlamento y a la Generalitat". "La Catalu?a normal"...: es un concepto novedoso y potente, sin duda. S¨®lo que, a los catalanes que no perciben a Rodr¨ªguez Zapatero arrodillado ante el terrorismo, a quienes no creen que el nuevo Estatuto estuviera tutelado por ETA ni que suponga la ruptura de Espa?a, a aquellos que desde?an los delirios conspirativos del ¨¢cido b¨®rico, a los que disfrutaron con el partido Catalu?a-Euskadi del otro d¨ªa, a ese 75% de catalanes que no piensan votar jam¨¢s al PP, a todos ellos la frase de Rajoy los expulsa de la normalidad, los convierte en una anomal¨ªa, una malformaci¨®n, un engendro colectivo.
Verdaderamente, si Montserrat Nebrera quiere "contribuir a mejorar la imagen del PP entre la ciudadan¨ªa de Catalu?a", no le va a faltar trabajo.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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