Los errores de Dios
En un reciente art¨ªculo, escrito al hilo del discurso papal de Ratisbona, Tariq Ramad¨¢n afirmaba que el principal defecto del mismo era la ignorancia del papel desempe?ado por el pensamiento musulm¨¢n, y aqu¨ª citaba los nombres se?eros de Averroes y de Abenjald¨²n, en la conformaci¨®n de una Europa vista err¨®neamente como producto exclusivo de una marca de origen grecocristiana. La observaci¨®n es parcialmente cierta, ya que en ocasiones esa presencia es soslayada, pero tal cosa no sucede en cuanto el emisor del juicio alcanza un cierto nivel intelectual.
"Abenjald¨²n es una mente clara, toda luz", escribi¨® entre nosotros Ortega y Gasset, enunciando una valoraci¨®n ampliamente compartida. Historiadores como Juan Vernet han mostrado la importancia de la aportaci¨®n cient¨ªfica ¨¢rabe y qu¨¦ decir de Averroes. Jos¨¦ Antonio Maravall mostr¨® en su d¨ªa que el averro¨ªsmo paduano resulta fundamental incluso para entender la teor¨ªa del dominio colonial en Juan Gin¨¦s de Sep¨²lveda. Otra cosa es que ese reconocimiento, atendiendo a un elemental criterio de ponderaci¨®n, no llegue a borrar la primac¨ªa de la doble matriz griega y cristiana, de la misma manera que en la cultura musulmana est¨¢n presentes elementos griegos, tomados de Bizancio y de la filosof¨ªa cl¨¢sica, o persas, desde la organizaci¨®n del Estado a la irrigaci¨®n mediante viajes, sin que tales captaciones empa?en la identidad ¨¢rabe e isl¨¢mica.
Mayor importancia tiene el olvido de la citada corriente de ideas, que en este caso no concierne al pensamiento europeo, sino al musulm¨¢n. Y aqu¨ª no estamos ante una simple justa de erudici¨®n. Tariq Ramad¨¢n reivindica la importancia de los pensadores musulmanes racionalistas de cara a Europa, pero cuando ¨¦l mismo traza en su libro, publicado ya hace alg¨²n tiempo por Bellaterra, la g¨¦nesis del reformismo musulm¨¢n en el que ¨¦l mismo se inscribe, el lector se topa con autores como Ibn Taymiyya, punto de partida expl¨ªcito, Abdul Wahhab o Hassan al-Banna, el fundador de los Hermanos Musulmanes, que para nada significan una posibilidad de forjar algo parecido a la cr¨ªtica ilustrada en el pensamiento isl¨¢mico, sino la exigencia de aplicar r¨ªgidamente las reglas de un modo de creencia y de vida enfrentado al mundo de los infieles. Dicho de otro modo, no es elegido el camino de una racionalizaci¨®n del conocimiento, compatible con la fe, sino de una subordinaci¨®n de ese conocimiento, y de todos los componentes de la vida, al patr¨®n definido de una vez por todas en el libro sagrado.
La declaraci¨®n posterior de que no existe incompatibilidad alguna, por ejemplo entre la shar¨ªa o ley cor¨¢nica y las normas del Estado de derecho, es una argucia necesaria para que resulte aceptable la propuesta de Ramad¨¢n, de una expansi¨®n isl¨¢mica en Europa como tierra de predicaci¨®n (dar as-shahada), configurando una umma, comunidad dotada de su propia normativa sagrada que en caso de conflicto -improbable a su juicio- con la ley del Estado ser¨ªa resuelto para el creyente por su jurisconsulto. De cara a un futuro de creciente peso demogr¨¢fico de los colectivos musulmanes en Europa, la cuesti¨®n no es secundaria, como tampoco lo es la aceptaci¨®n subsiguiente de supuestos irracionales derivados de la sacralizaci¨®n, del golpecillo dado con el siwak a la mujer, a la condena de los matrimonios mixtos. Si a esto sumamos el rechazo contra la moral y la econom¨ªa occidentales, o la propuesta de una ense?anza musulmana complementaria de la p¨²blica, vemos que las consecuencias de aceptar el supuesto "islamismo moderado", hoy con el aval de un Blair invasor de Irak, pueden ser graves, al consagrar la fractura entre el colectivo musulm¨¢n y el resto de una sociedad a la cual le une de fondo s¨®lo la utilizaci¨®n de los derechos ciudadanos, no la pr¨¢ctica vital de la ciudadan¨ªa.
En este sentido, es mucho m¨¢s abierta, y menos enga?osa, la visi¨®n de un Islam moderado ofrecida en su ¨²ltimo libro El gran robo por el jurista residente en Norteam¨¦rica Abu el-Fadl, que adem¨¢s se basa en una cr¨ªtica a fondo del Islam radical, y espec¨ªficamente del wahhabismo saud¨ª, ausente en los libros de Ramad¨¢n.
El regreso a Abenjald¨²n es aqu¨ª pertinente y explica su nula utilidad para quienes siguen aferrados a una visi¨®n fundamentalista del Cor¨¢n y de los hadices, por mucho que adopten un vocabulario moderno en t¨¦rminos filos¨®ficos y sociol¨®gicos. Entre los ensayos incluidos en el precioso cat¨¢logo de la reciente exposici¨®n de Sevilla, hay dos, los de los profesores tunecinos Muhammad Talbi y Abdelmajid Charfi, que explican con claridad la importancia del m¨¦todo de conocimiento racionalista empleado por Abenjald¨²n del todo acorde con su condici¨®n de creyente, pero sin subordinar el conocimiento y la interpretaci¨®n de la realidad a las descripciones contenidas en el Cor¨¢n o en los hadices. "Abenjald¨²n pone entre par¨¦ntesis a Dios", resume Charfi. En el libro sexto del Muqaddima o los Proleg¨®menos, queda claro que es la reflexi¨®n fundada sobre la experiencia lo que permite literalmente al hombre hacerse tal por encima de un mundo animal sujeto a los sentidos. Cabe admitir por cuesti¨®n de fe una forma de
conocimiento superior, estrictamente espiritual, propio de los ¨¢ngeles, pero sin incidencia alguna sobre el conocimiento humano.
Es sobradamente conocida la utilizaci¨®n de este criterio para explicar el car¨¢cter c¨ªclico de las civilizaciones, y a su n¨²cleo, la interacci¨®n conflictiva entre el modo de vida n¨®mada y el urbano o civilizado. Lo es menos la profundizaci¨®n que lleva a cabo Abenjald¨²n en el an¨¢lisis de una vida n¨®mada, adscrita al mundo ¨¢rabe, sin concesi¨®n alguna y en la cual va incluida una interpretaci¨®n de la g¨¦nesis del Islam de cuya vigencia dan cuenta especialistas como Patricia Crone. Dotado de una fuerza propia, derivada de la cohesi¨®n grupal o asabiyya, el mundo ¨¢rabe n¨®mada es violento, depredador y en principio incapaz de formar un imperio. Todo cambia, sin embargo, cuando sobre esa rudeza de costumbres incide la religi¨®n llevada por un Profeta a sus corazones: "Entonces la unificaci¨®n m¨¢s cabal se lleva a efecto entre ellos poni¨¦ndolos en condiciones de efectuar las conquistas y de fundar un imperio".
Vale la pena contrastar esta explicaci¨®n con la tradicionalista proporcionada por Ramad¨¢n en su librito sobre la yihad, donde la falsa consideraci¨®n de que el Profeta no fue guerrero y actu¨® s¨®lo como respuesta se basa nada menos que en el relato fant¨¢stico acerca del rechazo a sus emisarios y al Cor¨¢n por parte de los emperadores bizantino y persa. L¨¢stima que el Cor¨¢n no estuviese compilado en vida de Mahoma. Pero a Ramad¨¢n, esta vez de cara a los creyentes, no al lector laico, le da lo mismo. Se trata de presentar la yihad como fruto inevitable de la "resistencia", el mismo concepto clave del yihadismo. Asentar el conocimiento en art¨ªculos de fe o en historia sagrada desemboca as¨ª en un abierto irracionalismo.
Ramad¨¢n nunca ser¨¢ capaz de enmendar lo que en sentido figurado llamar¨ªamos los errores de Dios. (Ratzinger, con su regreso al creacionismo, tampoco). Y esos errores de Dios, es decir, las interpretaciones agresivas fundadas sobre la aceptaci¨®n acr¨ªtica de los textos sagrados, han costado ya demasiada sangre. No es casual que en su reci¨¦n publicada "vida del Profeta", y a efectos hagiogr¨¢ficos, Ramad¨¢n modifique la versi¨®n ofrecida sobre el episodio del clan jud¨ªo de los Banu Qurayza por las biograf¨ªas can¨®nicas, del tipo Ibn Ishaq o Ibn Hisham, donde queda claro que por miedo no se al¨ªan con los enemigos de Mahoma, a pesar de lo cual acaban degollados. Nuestro profesor de Oxford les culpa sin m¨¢s de "traici¨®n" y la matanza resulta as¨ª justificada.
Ahora bien, el problema de la ceguera fruto de la sacralizaci¨®n no es s¨®lo propio del islamismo. Nos lo acaba de recordar el polit¨®logo italiano Emilio Gentile en su magn¨ªfico libro La democracia de Dios, donde analiza el enorme peso de la tradici¨®n religiosa sobre la vida pol¨ªtica norteamericana, en una trayectoria ascendente que culmina en el actual presidente. Bush es semianalfabeto en cuestiones teol¨®gicas, no distingue a la Iglesia episcopaliana de la metodista, pero comparte el fundamentalismo de ambas. Tampoco fue capaz de explicar por qu¨¦ consideraba a Cristo fil¨®sofo. Nada que ver con la imagen cl¨¢sica del siglo IV en el museo bizantino de Atenas. S¨®lo intuye que la fe en Cristo es superior a toda filosof¨ªa. Una fe compartida por millones de americanos evang¨¦licos que consiste en ver en Jes¨²s el agente de la redenci¨®n y el gu¨ªa en la lucha contra el mal, que ha de ser puesta en pr¨¢ctica por la gran naci¨®n americana, tanto en su pol¨ªtica interna como en la exterior.
"Bush es un cristiano convencido de la infalibilidad de la palabra de Dios revelada en la Biblia", resume Gentile. De los fundamentalistas s¨®lo le separa un cierto aliento ecum¨¦nico, aplicable tambi¨¦n por cierto en sentido positivo al Islam. La democracia norteamericana es la encarnaci¨®n pol¨ªtica del designio divino y ha de aceptar cualquier desaf¨ªo para conseguir la victoria del bien, de su bien. Una vez m¨¢s la sacralizaci¨®n cierra el paso a una consideraci¨®n racional de la pol¨ªtica y los errores de Dios dominan la escena en una construcci¨®n que puede ser calificada con rigor como una teolog¨ªa de la guerra.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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